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Las plantas rupícolas, indispensables de la flora urbana en ciudades y pueblos

Esta especie, entre las que se incluyen las cimbalarias y las parietarias, adora todo lo escarpado, disfruta con la verticalidad y crece casi sin sustrato. En algunas regiones europeas, se consumen en ensalada y se emplean por sus propiedades medicinales, pero quizás el uso más curioso tiene que ver con su cualidad como limpiadora de objetos de vidrio

Planta parietaria
Una planta parietaria se aferra a una pared rocosa.Elizabeth Fernandez (Getty Images)
Eduardo Barba

“Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son, esta es mi insignia y mi blasón”, reza uno de los lemas que hablan de la fundación de la ciudad de Madrid, hace unos cuantos siglos. Cada parte de esta sentencia dicta los orígenes de la urbe: el agua, abundante en sus arroyos y el subsuelo, y su defensa gracias a unas murallas edificadas con sílex, piedra de la que saltan chispas al impactar sobre ellas cualquier proyectil que se lanzara. Al agua y a la roca habría que añadir que muchos de los actuales muros de sus innumerables construcciones tienen una compañía orgánica de lo más bella, en forma de pequeñas plantas. Y esto no solo ocurre en Madrid, sino por toda la geografía española, ya sea Cádiz, Talavera de la Reina o Luesia.

Las especies rupícolas —plantas que crecen sobre paredes rocosas o de ladrillo— adoran todo lo escarpado y disfrutan con la verticalidad que les ofrecen los muros. Por ello, son parte indispensable de la flora urbana de ciudades y pueblos. Son, en fin, un atractivo más cuando se camina por sus calles. De hecho, son tan sugerentes que enamoran a algunos de sus habitantes hasta el punto de dedicarles libros, como en el caso de dos pequeñas y valiosas publicaciones: Plantas de nuestros muros, aceras y alcorques, de Álvaro Izuzquiza o La ciudad donde las piedras florecen, de José Antonio Díaz Peromingo.

Precisamente, este último autor comenta: “Con diferencia, las plantas más abundantes en los muros de Santiago de Compostela en los meses de invierno son las cimbalarias (Cymbalaria muralis) y las parietarias (Parietaria judaica)”. Esta última lleva inserto en su nombre su gusto por las paredes, ya que su apelativo deriva del latín parietis (pared, en castellano). Además, es prima de las ortigas (Urtica spp.), con las que comparte familia, la de las urticáceas. Y si bien la parietaria no pica cuando se la toca, sí que produce molestias a una parte de la población, al tener un polen muy alergénico. Como la planta se poliniza a través del aire, y no por insectos —su polinización se denomina anemófila—, se produce una gran cantidad de polen. Para favorecer esta dispersión, es decir, para conseguir que una mínima parte de él llegue a los órganos femeninos de otra planta y así fecundar sus óvulos, la parietaria ha ideado un mecanismo explosivo muy ingenioso: sus estambres —los órganos productores del polen— están doblados y se abren desperezándose violentamente para generar una pequeña nube de polen de lo más curiosa. En una mañana cálida se puede observar este fenómeno tan teatral si se tiene paciencia para reposar al lado de alguna de estas plantas.

El verde de la parietaria es muy atractivo cuando crecen en masa.
El verde de la parietaria es muy atractivo cuando crecen en masa. Federica Grassi (Getty Images)

Esta especie recibe muchos nombres vernáculos, como el de albahaquilla, por el ligero parecido de sus hojas con la albahaca (Ocimum basilicum), aunque diste mucho de ella por su interés como planta culinaria. Sin embargo, la oruga de la mariposa vanesa (Vanessa atalanta) no opina lo mismo: la devora con fruición y no parece importarle que toda la planta esté recubierta de una fina vellosidad, desde sus tallos rojizos hasta las hojas. Este insecto, una belleza alada, es habitual en los jardines, por lo que la parietaria también contribuye a la biodiversidad animal tan necesaria en una ciudad.

Las inflorescencias rojizas de la parietaria recubren sus tallos.
Las inflorescencias rojizas de la parietaria recubren sus tallos.Elizabeth Fernandez (Getty Images)

El ser humano también le encontró utilidad a la parietaria. En algunas regiones europeas se consumen sus brotes tiernos en ensalada y se emplea esta planta, por sus propiedades medicinales, para tratar afecciones de todo tipo, como el reuma o inflamaciones del aparato urinario. Pero, quizás, el uso más curioso tiene que ver con su cualidad como limpiadora de objetos de vidrio. Esto es algo que se documenta desde la Edad Media en fuentes árabes de la región de Palestina y de Siria, donde se utilizaban sus tallos y hojas para tal fin: se sumergía la planta con agua en los cacharros de vidrio, para después agitar la mezcla y dejar el recipiente brillante.

 La mariposa 'Vanesa atalanta' se alimenta de las hojas de la parietaria.
La mariposa 'Vanesa atalanta' se alimenta de las hojas de la parietaria.sandra standbridge (Getty Images)

Sorprende ver a la parietaria crecer tenaz en mínimas grietas, sin casi sustrato y, si lo tiene, suele ser una tierra casi inerte y pobre, fruto de la meteorización de la roca, del cemento y del ladrillo. Pero ella estará ahí con sus raíces fibrosas y extremadamente exploradoras, dándolo todo por agarrarse y prosperar. Es seguro que esta planta no aparecerá nunca en una lista de las más llamativas o hermosas que se puedan encontrar, pero pinta de verde muros olvidados y con su clorofila contribuye a ajardinar las calles urbanas.

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Sobre la firma

Eduardo Barba
Es jardinero, paisajista, profesor de Jardinería e investigador botánico en obras de arte. Ha escrito varios libros, así como artículos en catálogos para instituciones como el Museo del Prado. También habla de jardinería en su sección 'Meterse en un jardín' de la Cadena SER.
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