Dirigir una galería de arte: un mundo de hombres donde las mujeres se sienten a gusto
Las directoras de galerías de arte que participan esta semana en Feriarte representan un 42%, el doble que hace 10 años
Ana Chiclana, Victoria Cortina e Isabel García-Montón son directoras de diferentes galerías de arte. Desde niñas han vivido rodeadas de cuadros y esculturas. En algunos casos, como en el de las dos últimas, se trata de la segunda generación de la familia en este negocio, antes dirigido por sus madres. Ninguna de ellas considera que su entorno laboral sea machista, aunque admiten no conocer a muchas mujeres que hagan el mismo trabajo. “Ayer participé en una cena con varios galeristas. De los 16 comensales, solo dos eran mujeres: la novia de un director y yo”, reconoce García-Montón, que esta semana participa en Feriarte, la feria de arte y antigüedades que se celebra en Ifema, en Madrid, hasta el 21 de noviembre.
Es suficiente dar un paseo entre los mostradores de la feria para confirmar las palabras de Isabel García-Montón, madrileña de 39 años que dirige la galería de arte Jorge Juan —en la calle del mismo nombre, en el distrito de Salamanca—, donde su madre, María Paz Pérez, abrió la primera galería de la familia en 1977. De 80 expositores, solo 30 son mujeres, es decir el 42%. Una cifra que casi duplica el porcentaje de directoras, codirectoras o propietarias de galerías de arte y anticuarias que participaron en Feriarte en 2010, que alcanzaba solo el 23%, según datos facilitados por los organizadores.
Cuando Ana Chiclana empezó su carrera podía contar a las mujeres en el mundo del arte con los dedos de una mano. Volvió a España a finales de los años noventa, después de haberse graduado en Historia del Arte en París. Al mismo tiempo que estudiaba, empezó a trabajar con un experto en cuadros antiguos que le enseñó la profesión. “En mis primeros trabajos, a lo mejor las mujeres representaban un 15 o 20% del total”, admite. “Me acuerdo de una vez en la que, durante una negociación importante, un cliente que quería comprar una obra preguntó con quién tenía que negociar. Cuando le dijeron que era yo, que en aquella época tenía 32 años, le hizo gracia. Pero gracias a esto también tuvimos una relación más cercana y sincera, pudimos hablar con más transparencia de la obra de arte, y pudimos hacer la operación”.
Ante todo, un negocio
A pesar de esto, y de reconocer que la suya es una profesión principalmente masculina, asegura que nunca experimentó un trato diferente por el hecho de ser mujer. “En nuestra profesión el secreto para poder tener una presencia femenina está en la capacidad de estar a la altura de las circunstancias, de tener el talento de respaldar las obras que estás vendiendo. Si consigues responder a la calidad de las obras de arte, siempre te harás respetar”, añade Chiclana, que dirige una galería especializada en pintura del Siglo de Oro en la calle madrileña de Bravo Murillo.
Victoria Cortina (45 años) comparte esta opinión. A los 30 años decidió dejar su trabajo en márketing y abrir una galería dedicada a la pintura contemporánea, que después de unos años se fusionó con la que dirigía su madre, María Ángeles Munuera. “Un galerista será muy amante del arte, un enamorado, un soñador… Pero al final del día es sobre todo un vendedor. No importa si un hombre tiene unas tácticas más directas con los clientes, o una mujer negocia de forma más suave. Como directora de una galería eres la jefa de ti misma, que el trabajo sea fácil o no depende solo de ti”, afirma Cortina.
Su madre abrió la primera galería de la familia en 1981 en pleno corazón de la zona comercial de Barcelona. “Empecé a trabajar con cuatro socios, pero pronto me cansé porque trabajaba todo el día para ellos, no sacaba buenos resultados para mí”, recuerda María Ángeles (81 años), que acompaña a su hija en Feriarte. Después de dirigir otras dos galerías, siempre acompañada por socios hombres, se resolvió a trabajar en solitario: “Un día que paseaba por la calle Valencia vi un local y me dije: este ahora lo llevo yo, voy a trabajar solo para mí”. Cuando piensa en estos años, no recuerda haber sido nunca discriminada en su trabajo por el hecho de ser mujer: “Tuve la suerte de frecuentar el Liceo Francés de Barcelona, donde no había ninguna diferencia entre chicos y chicas. El que era más inteligente era el primero, indiferentemente del sexo, y así lo he vivido toda mi vida”.
Recambio generacional
Entonces, ¿si no han experimentado nunca ningún tipo de dificultades o discriminación en el trabajo por el hecho de ser mujeres, por qué hay tan pocas directoras de galerías de arte? En el mismo comité organizativo de la feria hay únicamente cuatro mujeres de 13 miembros que lo conforman. Lo mismo pasa con el comité de admisión, el órgano encargado de dar validez a todas las piezas que se presentan en la feria, que está formado por 9 mujeres de 30 miembros.
Para García-Montón es posible que dependa del tipo de mercado. El de arte antiguo, donde no se comercian cuadros de artistas vivos, aún no permite un recambio generacional. “La mayoría de galeristas reunidas en Feriarte pertenecen a otra generación [mayores de 40 años], y para empezar este tipo de actividad tienes que disponer de un patrimonio para comprar las obras. Empezar en el mercado de arte contemporáneo es más fácil, porque con las pinturas de artistas vivos no es necesario hacer una gran inversión”, observa. El listado de galerías que participaron en ARCO 2020, la feria de arte contemporáneo de Madrid, avala esta hipótesis. De 170 galerías de arte que participaron en la programación general y exponían en Ifema, el 52% estaban dirigidas o codirigidas por mujeres.
Suscríbete aquí a nuestra newsletter diaria sobre Madrid.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.