‘Heavy metal’ en estado puro, así eran los ochenta en los barrios
16 ilustradores reflejan en CentroCentro de Madrid el mundo de los más radicales del ruido
En el movimiento heavy madrileño las mujeres tuvieron un papel especial más que en cualquier otro que se desarrolló en paralelo en esa España de los ochenta. Y no fueron pocos. Fue en los barrios en los que se afincó el proletariado, Vallecas, Carabanchel, Canillejas, Usera, Vicálcaro o San Blas donde el metal hacía más ruido y de los que salían unas letras para las canciones que conectaban directamente con los jóvenes que habitaban esas zonas de Madrid. Una estética radical y agresiva, una música que rompía barreras con lo impuesto, alejada de las drogas duras y que en cada concierto concitaba a miles de personas. Todo ello se refleja en el trabajo de 16 ilustradores que muestran su trabajo en Madrid Metal. La exposición, que se exhibe en CentroCentro, narra una historia del movimiento heavy en los ochenta en la capital.
El dibujante y músico Miguel B. Núñez y la gestora cultural Tevi de la Torre han construido un universo a partir de los recuerdos de personas que vivieron aquellos años y sus palabras han servido de inspiración a 16 ilustradores jóvenes y menos jóvenes desvinculados de ese movimiento para reinterpretarlo con sus trazos. En cada una de las ilustraciones que se exhiben en la muestra se cuenta una historia, pero todas en conjunto narran lo que vivieron miles de jóvenes atrapados en las garras de una sociedad en la que estando en democracia todavía quedaban pinceladas del franquismo. Formaban parte de una generación que tenía más posibilidades intelectuales que sus progenitores. Acudir al instituto o a la universidad empezaba a ser lo normal. Y quien no podía compaginaba el trabajo para pagarse su acceso a la universidad.
“Siguiendo la fórmula de la historia ilustrada, Madrid Metal no es un recuento enciclopédico de lo que ocurría en los ochenta en una parte de Madrid. Más bien, es un manual sencillo para todos aquellos que no vivieron ese lugar y ese tiempo. En la historia reciente de Madrid, el heavy metal es el mejor ejemplo de cómo la música puede dar lugar a un verdadero movimiento en el que la juventud encuentre su lugar y su identidad, al margen de lo establecido”, señala Tevi de la Torre.
Los dibujos de Alexis Nolla y Bea Fiteni muestran cómo los chavales compartían su música a partir de discos copiados y copiados hasta que se rompían en cintas de casete; Núria Just cuenta cómo en la televisión pública incluía a las bandas más rockeras en su programación musical, que la había y donde se podían escuchar y ver a los grupos más rompedores; Joaquín Secall y Carmen Casado ilustran los salones recreativos y los billares de barrio como el sitio favorito de encuentro; Genie Espinosa recuerda la importancia de los bancos de los parques, los dibujos de Curro Suárez y Berto Fojo las sesiones dobles en cines de barrio y Lorenzo Montatore cómo los menores podían ir solos a conciertos y salas donde se podía escuchar música. Todo en conjunto formaba parte de una forma de vida. La estética heavy pasaba por llevar chaquetas de cuero negro o vaqueras, chaleco lleno de parches, insignias, chapas, zapatillas de baloncesto altas o botas de motero, jeans azules o negros y, algo imprescindible en los hombres, el pelo largo.
El dibujante Miguel G. Nuñez vivía en Canillas en esos años, era heavy, tenía un grupo de música y los parques eran su lugar de encuentro con sus amigos. Ha publicado varios cómics en los que cuenta su adolescencia y juventud en esos barrios madrileños —Heavy 1986 (Roca Editorial) y Heavy. Los chicos están mal (Sapristi)—. “Vivía en San Blas, con un parque al lado en el que los yonquis de la heroína tenían su refugio. No había nada más. Te movías a otras zonas de la ciudad y hacías pandilla con los que les gustaba lo mismo que a ti. En el instituto convivíamos distintas tribus urbanas —Mods, Rockers, Punks, Heavies, Tecnos y Siniestros—. Y cada uno iba a su bola. Era una época de rebeldía absoluta y cada uno se enmarcaba en lo que más le gustaba o te sentías más identificado”, puntualiza el dibujante.
“Este ejercicio de memoria de la exposición quiere transmitir el sentimiento de comunidad y de buen rollo que los chavales de los barrios compartían. Daba igual de qué zona ya fuera Vallecas, Carabanchel, Canillejas, Canillas, Hortaleza, Usera, Moratalaz, Vicálvaro, San Blas, Las Musas o La Concepción... Eran chicos cuyos padres eran obreros, que vivían en las periferias y que supieron hacer con esa música pertenecer a una cultura propia”, explica Ñúñez.
“A través de varias entrevistas, los chicos y chicas de aquel tiempo han contado lo que fue para ellos ser joven en una sociedad que, por fin, popularizaba música guerrera y ruidosa. Desde su experiencia, rememoran una escena que incluía a los que, hasta entonces, se sentían en la periferia de la cultura. La exposición dibuja ese momento. Los ilustradores han buceado en los archivos y las referencias emocionales para mostrar cómo ellos entienden lo que era ser heavy”, subraya la comisaria.
Así, la exposición refleja, según los comisarios “lo que el Madrid heavy significa para el imaginario colectivo y da forma a su trascendencia estética y social. La exposición ilustra la reivindicación de la autenticidad y la conciencia de futuro incierto de esos jóvenes. Porque no olvidemos que ellos fueron, en realidad, la primera generación en España que llevaría una vida distinta a la de sus padres”, explican Tevi de la Torre y Miguel B.Nuñez.
El heavy metal se hizo fuerte en la música pero también en el cine a través de las bandas sonoras de las películas, sobre todo de terror; en la ilustración, en la moda, pero quizás es ahora cuando están emergiendo más libros sobre ese movimiento. Uno de ellos es Fargo Rock City (Pop Ediciones) del periodista Chuck Klosterman quien recrea sus experiencias juveniles como fan irredento del metal, nacido en Wyndmere, Dakota del Norte, un lugar en el que, según dice, habitan más vacas que personas.
“Ser heavy en la América rural es un mérito. En aquel momento no se teorizaba tanto sobre lo que estaba ocurriendo. A mí me sorprende que ya esté en la calle un libro sobre la cantante Rosalía —La Rosalía. Ensayos sobre el buen querer (Errata Naturae)—”, señala irónico Miguel G. Nuñez.
Al dibujante le sigue gustando la música heavy metal y recuerda uno de los últimos conciertos a los que acudió en el que estaban juntos varias generaciones de una misma familia. “Actuaba Doro Pesch en la sala Mon de Madrid, en 2019. Creo que es la vocalista de heavy metal con una carrera más sólida a lo largo de tres décadas”. La cantante tiene prevista una gira por Europa durante este año y el próximo. ¿Y en España? “No hay heavy en España que no haya sido fan de Azucena, del grupo Santa. Una mujer poderosa que se subía al escenario y era capaz de mover a 20.000 personas”.
Conciertos y documental elétricos
La exposición, en la que participan Alexis Nolla, Bea Fiteni, Berto Fojo, Carmen Casado, Cinta Arribas, Cristina Spanò, Curro Suárez, Felipe Almendros, Francis Tsang, Genie Espinosa, Joaquín Secall, Lorenzo Montatore, Luís Pérez Calvo, Núria Just, Rata Satán, Roberta Vázquez y Rut Pedreño, va acompañada de un programa de actividades que complementan la muestra.
Se proyectará el documental Ellas son eléctricas (2021), realizado por los documentalistas musicales Leo Cebrián Sanz y Paco Manjón, que pone el foco sobre un colectivo al que se le negó protagonismo: las mujeres que, entre 1982 y 1991, decidieron hacer rock duro en España. Y un concierto con dos de las bandas jóvenes más interesantes del panorama: Curly Mane y Kramp.
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