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Edificio Clesa: ¿rehabilitación o decorado?

La antigua central lechera, obra cumbre del funcionalismo industrial, alojará un campus científico. Algunos expertos critican el borrado del inmueble protegido

Edificio Clesa
Nave que albergaba las instalaciones de la lechera Clesa en la avenida del Cardenal Herrera Oria de Madrid, este miércoles.Víctor Sainz
Miguel Ezquiaga

La resurrección del edificio Clesa lleva una década esperándose. Desde que cesó su actividad, la central lechera ―proyectada por Alejandro de la Sota (1913-1996) a principios de los sesenta― ha permanecido en el purgatorio de los inmuebles abandonados, a la espera de una segunda vida que por fin le concederá Reinventing Cities. El Ayuntamiento de Madrid decidió en 2019 presentar el complejo de unos 15.000 metros cuadrados a este concurso internacional, auspiciado por el grupo de liderazgo climático C40, que promueve el reciclaje de áreas urbanas en desuso. El proyecto ganador se dio a conocer el pasado martes y rondará los 30 millones de euros, inversión que sufragará un equipo de promotores entre los que se encuentra Metrovacesa, propietaria del suelo. Algunos expertos critican el borrado de la fábrica original, obra cumbre del funcionalismo español y protegida desde 2015.

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La Fundación Alejandro de la Sota, que vela por el legado del maestro pontevedrés, ha reconocido “preocupación” en un comunicado. La propuesta triunfadora “no garantiza”, a su entender, el respeto al “ambiente, los valores y el espíritu de la obra original”, tal y como rezaban las bases de una convocatoria en la que Carlos Rubio Arquitectura ha vencido a otra docena de estudios. Clesa alojará un campus dedicado a las ciencias de la vida, compartido por instituciones públicas (como la Universidad Autónoma de Madrid), empresas privadas, investigadores y emprendedores. Las instalaciones de embotellado lácteo se convertirán en un gran vestíbulo, cubierto de tarima y flanqueado por dos escaleras mecánicas. Un centro consagrado a la divulgación nacerá allí donde hubo cámaras refrigeradoras.

Se trata de un uso cultural extensible, cuya delimitación modular y desmontable permite invadir la zona del vestíbulo con muestras y conferencias. El proyecto contempla restaurar las carpinterías de la fábrica, cuyo núcleo de acceso cobijará una cafetería. Los laboratorios y las salas de reuniones se instalarán en las dependencias de la primera planta. La firma holandesa de innovación Kadans Science Partner gestionará estos 10.500 metros cuadrados del centro de investigación, a los que se suman otros 800 metros reservados a proyectos empresariales de carácter local. En la segunda planta se extenderán 350 butacas de un anfiteatro que el historiador británico William Curtis, autor de La arquitectura moderna desde 1900 (Phaidon), juzga una intromisión. “En modo alguno responde estéticamente a la obra magistral de De la Sota”, declara a este diario.

A la izquierda, imagen del proyecto Val-Verde para convertir la Clesa en un ecosistema científico. A la derecha, la misma nave de la fábrica, cuando seguía operativa en los ochenta.
A la izquierda, imagen del proyecto Val-Verde para convertir la Clesa en un ecosistema científico. A la derecha, la misma nave de la fábrica, cuando seguía operativa en los ochenta.Carlos Rubio Arquitectos / Fundación Alejandro de la Sota

El ideólogo del Gimnasio del Colegio Maravillas (Madrid) hacía de cada encargo un reto constructivo. Con la central lechera consiguió elevar a la categoría de arte el humilde propósito de cumplir una función industrial. “Tiene una dimensión poética”, apunta Curtis, que visitó la fábrica hace tres décadas. Aquellos lucernarios, coronados por ventiladores cilíndricos, bañaban de luz natural las salas de máquinas sin recalentarlas. Matices, texturas y calidades que ahora brillan por su ausencia en el proyecto de rehabilitación, según el historiador: “Las modificaciones propuestas destruyen por completo el espíritu original, llenándolo de clichés estándar, como los que hay en los centros comerciales o los edificios de oficinas de todo el mundo. Uno se encuentra con torpes escaleras mecánicas dignas de un aeropuerto o muebles banales”.

“El edificio posee una dignidad silenciosa y no debería verse abrumado por el ruido arquitectónico vulgar”, prosigue. La Fundación Alejandro de la Sota votó en contra del proyecto ganador. Formaba parte del jurado de Reinventing Cities junto a integrantes de diversas áreas consistoriales ―Desarrollo Urbano, Obras, Medioambiente, Economía y la Empresa Municipal de Vivienda y Suelo―, la Asociación de Promotores Inmobiliarios de Madrid (Asprima) y el grupo de liderazgo climático C40, constituido por representantes de otras ciudades inscritas en el certamen: Ciudad del Cabo, Chicago, Dubai o Milán. La propuesta ganadora entrará ahora en fase de aplicación, entonces podrá sufrir modificaciones formales y ajustes presupuestarios. El miembro de la junta de gobierno del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM) Ramón Andrada asegura que “el acuerdo entre partes es todavía posible”.

Recreación del interior de la antigua fábrica Clesa, de acuerdo con el proyecto de Carlos Rubio Arquitectos, ganador del certamen internacional Reinventing Cities.
Recreación del interior de la antigua fábrica Clesa, de acuerdo con el proyecto de Carlos Rubio Arquitectos, ganador del certamen internacional Reinventing Cities.Miguel Muñoz Padellano

Andrada concede que una propuesta de Carlos Rubio es “garantía de calidad”, pero al tiempo se reconoce “vigilante con el patrimonio de la ciudad”, del que Clesa pasó a formar parte en 2015, cuando Metrovacesa solicitó una licencia de derribo. La inmobiliaria había adquirido el terreno tras la liquidación del grupo lácteo, pero una campaña de varias instituciones dedicadas al cuidado del patrimonio hizo que el Ayuntamiento protegiera las dos naves principales de la factoría, evitando su demolición. El Consistorio de Manuela Carmena modificó más tarde el Plan General de Ordenación Urbana y logró la cesión de ambos edificios, catalogados con una protección parcial de grado tres. El equipo de Ahora Madrid tenía como objetivo alojar allí un contenedor cultural que dependiera de Madrid Destino, como Matadero, pero su mandato acabó en mitad del proceso.

Al son de los primeros compases de una nueva legislatura, Almeida anunció la concurrencia de los dos pabellones en Reinventing Cities. El resto de la parcela ha permanecido todo este tiempo en el haber de Metrovacesa. La compañía erigirá allí una ciudad sanitaria que de servicio a los dos hospitales colindantes: La Paz y Ramón y Cajal. Habrá oficinas, restaurantes, un centro formativo y pisos para los médicos residentes, dispositivos que armonizarán con el proyecto dibujado por Carlos Rubio, también dedicado a la ciencia y la innovación. El Ayuntamiento, por su parte, construirá una pasarela peatonal que salve la vía férrea y conecte el recinto con la estación de cercanías. Todo ello a solo unos minutos de Madrid Nuevo Norte, la operación que transformará la faz de Chamartín, actuando sobre 2,65 millones de metros cuadrados.

Boceto de los interiores de la fábrica Clesa, que muestra varias escaleras mecánicas y numerosa vegetación, realizado por Carlos Rubio Arquitectura.
Boceto de los interiores de la fábrica Clesa, que muestra varias escaleras mecánicas y numerosa vegetación, realizado por Carlos Rubio Arquitectura.Miguel Muñoz Padellano

Carlos Rubio reitera a este diario su “compromiso con la fábrica y sus valores arquitectónicos y espaciales”. Y se ofrece a desgranar su proyecto con la presidencia de la Fundación Alejandro de la Sota, a quienes ha solicitado una reunión. “Queremos explicarnos al detalle con el objetivo de introducir las modificaciones y correcciones que sean pertinentes. Entre todos seremos capaces de dar una nueva y larga vida a tan excepcional edificio”, añade. José Manuel Ballester, Premio Nacional de Fotografía, conoce bien los avatares de la central lechera, cuyo futuro permanece nublado. El artista inmortalizó los interiores del complejo con motivo del primer concurso de rehabilitación, convocado en 2015 por Metrovacesa y el COAM. Recorrió el espacio, en silencio y durante horas, seducido por una sinceridad constructiva inusual para la dictadura: “El espacio me sobrecogió, la relación de la luz con el vacío resultaba muy especial, como en una catedral. Vista la propuesta, me temo que estamos ante una pérdida patrimonial más. Hay muchas formas de destruir una obra sin echarla abajo”.


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Sobre la firma

Miguel Ezquiaga
Es redactor en la mesa web de EL PAÍS. Antes pasó por Cultura, la unidad de edición del diario impreso y ejerció como reportero en Local. Su labor informativa ha sido reconocida con el Premio Injuve de Periodismo, que otorga el Ministerio de Juventud. Cada martes envía el boletín sobre Madrid.

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