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Los malos humos de las cocinas fantasma

Las cocinas industriales para reparto a domicilio crean inquietud y problemas en los vecindarios

Chimeneas de las instalaciones de unas cocinas fantasma junto al colegio Miguel de Unamuno
AFA colegio Miguel de Unamuno
Sergio C. Fanjul

Un día aparecieron cuatro cilindros metalizados. En principio, tan brillantes, en mitad del gran patio de luces, rodeados de balcones, tejadillos y ropa tendida, bien podrían parecer una intervención de algún artista urbano. En realidad, venían a confirmar las peores sospechas del vecindario: se trataba de las cuatro flamantes chimeneas de la cocina fantasma que la empresa Cokukin está instalando.

La tecnología, junto con las nuevas formas de vivir propiciadas por la pandemia, está cambiando el consumo: muchas personas, en vez de salir a un bar o un restaurante, prefieren pedir comida a domicilio a través de cómodas aplicaciones. Así ha crecido el fenómeno de las empresas de reparto, que en muchos casos han precarizado el trabajo de los repartidores (riders) en mitad de una gran polémica. Pero los cambios socioeconómicos y urbanísticos van más allá: es tal el volumen de pedidos que ya no es necesario tener un local abierto al público para servir. Mediante las cocinas fantasmas (o dark kitchens, cocinas oscuras) se ahorran costes en el negocio hostelero… pero también se genera inquietud en los vecindarios. En Madrid ya se cuentan más de 20 en diferentes barrios en Tetuán, Prosperidad o Arganzuela.

Guillermo Infantes, periodista, es un vecino del citado patio, que muestra las chimeneas con desánimo desde su balcón interior. “Esta actividad puede traer humos, ruidos, un constante trajín en la calle de hasta 500 riders diarios, a todas horas, problemas en la gestión de basuras, etcétera”. Unos cambios que pueden mermar notablemente la calidad de vida, sobre todo la de las personas discapacitadas del edificio. Están en la calle de Alejandro Ferrant, distrito de Arganzuela y, lo que más preocupa es que la cocina industrial está al lado del colegio Miguel de Unamuno, en el que estudian 900 alumnos de tres a 12 años: los niños salen a jugar a escasos metros. Como el propietario de los locales de la discordia es el mismo propietario de la mayoría del edificio de viviendas, relata el vecino, no ha habido problemas para obtener el beneplácito de la comunidad. “Bueno, es que ni siquiera se ha discutido”.

Pancartas en protesta por las cocinas instaladas junto al colegio Miguel de Unamuno de Arganzuela.
Pancartas en protesta por las cocinas instaladas junto al colegio Miguel de Unamuno de Arganzuela.AFA Miguel de Unamuno

En el barrio y en el colegio se ha formado un movimiento de protesta por la adjudicación de la licencia a la empresa, es la Plataforma 4 Chimeneas. “En el Ayuntamiento nos dicen que somos exageradas, porque no conocemos el impacto real que van a tener estas cocinas”, dice Noelia Cabezas, portavoz de los padres y madres del colegio. “Pero es que esa es la cuestión: nosotras no lo conocemos, pero ellos tampoco. No hay una medición real. Y no queremos que se experimente con 900 criaturas”. Los que protestan por este tipo de actividades por toda la ciudad argumentan que esta es una actividad industrial y que debe estar en un entorno industrial, no en zonas residenciales. Según dice Cabezas, la actividad de protesta es tan frenética que su hijo de dos años, por pura imitación, ya juega a llamar por teléfono a interlocutores imaginarios para hablar de cocinas fantasma.

Temen, además, accidentes en ese lugar lleno de hornos, grandes freidoras, generadores eléctricos, grandes refrigeradores, y, en definitiva, toda la maquinaria que necesita una cocina industrial. “Por lo general se suelen vender estos espacios como una oportunidad para emprendedores que quieren comenzar un nuevo negocio de hostelería”, dice Infantes. “Lo que hemos comprobado es que al final acogen a las mismas franquicias de comida rápida de siempre”.

Desde el Ayuntamiento aseguran que ya se están reuniendo tanto con las empresas de multicocinas como con los afectados. “Se trata de una actividad económica que se viene realizando en locales de uso industrial, pues así está clasificada a través de las normas urbanísticas del Plan General de Ordenación Urbana”, dice un portavoz del Área de Desarrollo Urbano. “Es una actividad regulada, pues si no fuera así no se podrían haber concedido licencias”.

Una licencia recurrida ante los tribunales

Los afectados responden que en el caso de Alejandro Ferrant se ha aprovechado una vieja licencia industrial, de los años cincuenta, que no debería existir: ya han recurrido la licencia del Ayuntamiento ante los tribunales. Quieren que se paralice hasta que haya una regulación adecuada y que en ningún caso se instalen estas cocinas al lado de colegios.

Manifestación vecinal contra la instalación de 'cocinas fantasma' junto a un colegio de Arganzuela, a principios de mayo.
Manifestación vecinal contra la instalación de 'cocinas fantasma' junto a un colegio de Arganzuela, a principios de mayo. MÁS MADRID (Europa Press)

En el Consistorio, la Agencia de Actividades está llevando a cabo un “exhaustivo programa de visitas” y ha pedido un estudio que evalúe el impacto en la movilidad y en el entorno. Además, se piden espacios habilitados dentro de los locales para que los repartidores no ocupen la vía pública. También se está trabajando en la modificación de las normas urbanísticas del Plan General para revisar la regulación del uso industrial y adecuarla a las nuevas actividades que están surgiendo. “Estará lista en verano”, afirma un portavoz municipal. Y se ha solicitado a la Consejería de Medioambiente, Ordenación del Territorio y Sostenibilidad que haga lo necesario para poder evaluar el impacto de estas cocinas.

“Estamos ante un problema grave”, dice Rita Maestre, portavoz del partido de la oposición Más Madrid. “En el gobierno municipal ha habido una primera fase de negación del problema y una segunda fase de intentar contener y prometer reformas a medio plazo”. Las cocinas se amparan en una vieja normativa de mediados del siglo pasado que permite la instalación de locales industriales en los patios de manzana, en los que tradicionalmente ha habido talleres, gimnasios o supermercados. “Así se cuelan las cocinas fantasma, hay que darse prisa por regularlo”, zanja Maestre.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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