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El artista urbano Misterpiro pinta el “cielo” de un café de Malasaña

El dueño del café de Ruiz, Sergio Ochoa, adquiere esta colorida creación para dar impulso a su negocio

Techo del Cafe de Ruiz obra de Misterpiro
Techo del Cafe de Ruiz obra de MisterpiroVíctor Sainz
Idoia Ugarte

Misterpiro siente fascinación por los atardeceres. Y por los cielos de Rubens y Turner. Los reinterpreta en sus creaciones llenándolos de vivos colores con el objetivo de alegrar las miradas. Este artista urbano acaba de transformar el techo del café de Ruiz, ubicado en el barrio de Malasaña en el número 11 de la calle de Ruiz, en una explosión de azules, rojos y magentas que traslada a aquellos que lo contemplan al terreno de lo onírico, a la suave línea que separa la vigilia del sueño. Aunque en este caso su obra es también un compromiso con la hostelería. Quiere ayudar al sector a salir de la encrucijada de la pandemia. “Sobrevivo a duras penas”, dice Sergio Ochoa, el dueño de este café que nació en 1977, recién estrenada la democracia, con vocación de ser un refugio político y literario.

Misterpiro pintando el techo del café de Ruiz. ARTURO DE LUCAS
Misterpiro pintando el techo del café de Ruiz. ARTURO DE LUCAS

La idea de decorar el café de Ruiz con las pinceladas de Misterpiro empezó a fraguarse antes del confinamiento, ya que Sergio Ochoa se declara fan del trabajo de este artista, al que conoce desde hace varios años. La afinidad y cercanía de ambos ha provocado que esta nueva creación, pintada hace apenas una semana, quede para siempre en este lugar de encanto vienés que ha intentado no perder su esencia. “Obviamente el techo tiene tirón, se mueve en redes sociales y llega a un montón de gente. Era consciente de que repercusión iba a tener. Es una inversión económica que he hecho para el local”, confiesa Ochoa, aunque matiza que el impulso que quería dar a su negocio no fue la única razón para adquirir la obra de Misterpiro. Para él es vital apoyar el arte urbano, que tampoco goza de buena salud.

Este artista de 26 años cuenta que no encontraba el momento para realizar la obra. Primero por la pandemia y después por la preparación de sus exposiciones. La galería Kreisler acoge hasta el 15 de abril Sobreviviendo a la ausencia, un conjunto de sus creaciones pandémicas que expresan la falta de libertades del momento actual. “Pensé que había que echar una mano a la hostelería, pero es un rollo ir con todas las pinturas y tienes que tener tiempo para hacerlo. Se me ha olvidado firmar, que me suele pasar, y hacer la foto final”, comenta entre risas.

El artista urbano Misterpiro.
El artista urbano Misterpiro.Arturo de Lucas

Dos amigas toman un cóctel recostadas en unos sillones verdes de terciopelo. Henar Ortega se había fijado en el techo y reconoce que le ha parecido “un rollo Capilla Sixtina pero de otra manera”. Piensa que encaja perfectamente con el nuevo aire del café. “Es un motivo para quedarse y venir de forma regular, cuando hay obras de arte en sitios así y tienen un significado, se hace mucho más agradable estar”, opina José Luis Díaz, que está sentado al lado de un enorme ventanal abierto que da directo a la calle.

Pintar sobre un techo no es tarea fácil. Misterpiro recalca que mantener el equilibrio es importante y que al estar mirando todo el rato hacia arriba puede haber tropiezos con los botes de pintura. “Pero ha quedado muy guay. Queríamos hablar con un técnico de luces para crear un efecto de profundidad con una iluminación blanca muy flojita, para que parezca que está el cielo súper lejos”, señala.

Sergio Ochoa afirma que los bares están en una situación límite y que aunque él consigue mantenerse, lo está pasando mal a nivel empresarial. Pero no se rinde y se involucra todo lo que puede, como en la decoración. Cree que los locales están vivos, y por eso disfruta poniendo y quitando cosas para que adquieran personalidad propia. “He heredado este café y le he dado la forma que quería. Tenía un tipo de público mayor que sigue viniendo, pero el concepto ha cambiado y el nicho de mercado es diferente”, indica este empresario que lleva dos años a cargo de este rincón lleno de historia. “Aquí se reunían los intelectuales en los 70 y 80, también comunistas y antifascistas. Tiene connotaciones políticas en su primera etapa. Ahora sigo manteniendo esa parte literaria con tertulias y charlas”, afirma. Casa Macareno y Bodegas El Maño, otros clásicos del barrio, también corren a su cargo.

Los últimos ataques al arte urbano, como el del mural feminista de Ciudad Lineal y la desaparición de la obra de Blu, preocupan a Misterpiro. Siente que la capital se ha vuelto reticente a las creaciones. “Es verdad que es un arte muy invasivo, es como si te ponen un cuadro gigante en tu casa y tienes que verlo todos los días. Hay una parte delicada ahí que siempre hay que trabajar”, reflexiona. Aun así, no comprende por qué una actividad segura y fácil de organizar no se promueve. “Se necesita un artista, un andamio y pintura. Se podría hacer para impulsar la alegría y seguir con la cultura de Madrid. Yo he trabajado más en mural interior, pero Okuda y otros artistas que hacen trabajos en exterior coinciden en que la cosa está muy parada”, lamenta.

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