(H)Arte, ni un hospital sin sus cuadros
La recién creada fundación de Silvia Centeno y Tamara Kreisler busca humanizar centros médicos con pinturas de artistas como Ágatha Ruiz de la Prada o del Museo Thyssen
El arte cura. Alivia penas, sana, revive, despierta sentimientos apagados y calma aquellos imposibles de aplacar. Pero una cosa es saberlo y otra ser claramente consciente de ello, como les pasó a las madrileñas Silvia Centeno (de 54 años) y Tamara Kreisler (de 52) tras una tarde visitando CaixaFórum, una coqueta galería y el estudio de un amigo. Ambas, que mantienen una cálida amistad desde hace más de 20 años, se dieron cuenta de lo que esa tarde les había supuesto: un disfrute sin igual. Y decidieron que esa sensación merecía ser compartida. Esa revelación las llevó a crear un proyecto artístico en hospitales que ahora está convirtiéndose en fundación, experiencia y gesto solidario, y que se llama (H)Arte.
Kreisler tiene experiencia en el mundo del arte, al ser su familia la propietaria de la célebre galería Kreisler, de las más antiguas de Madrid, y también por su pasión por el arte. Trabajó durante una década en el mundo de la publicidad para después buscando “algo para ser mejor” estudiar un máster en Dirección de Fundaciones y dirigir durante otra década la conocida Fundación Theodora, que con sus “Doctores Sonrisas” llevan alegría a los niños hospitalizados en lo que llama “un trabajo precioso, muy feliz”. Y los últimos 10 se los ha pasado viviendo fuera de España, “en la que es mi tercera vida”, ríe ella, muy relacionada con el mundo del arte. Esas tres etapas la han ayudado a dar vida a este nuevo proyecto junto a su amiga y socia. Con Centeno se complementa a la perfección. Tras décadas como catedrática de Economía en la Universidad Politécnica, hace unos años quiso “volver a estudiar”, cuenta con emoción. “¿Qué hago yo enseñando Economía, si yo quiero ver cómo usan los jóvenes sus cerebros?’, me dije. Fue un cambio de chip”, relata ante un café solo en una soleada terraza de Aravaca. Por eso se ha reconvertido en coach y profesora de bienestar en el IE Business School de Madrid.
Cuando en septiembre Kreisler regresó de Dubái, donde llevaba años por el trabajo de su marido, se encontró con Silvia y juntas pasaron esa artística y definitiva tarde juntas. “Con la que está cayendo, ¿qué podemos hacer?”, se preguntaron y siguen preguntando al unísono. “Fue algo espontáneo. Yo conocía la organización británica Paintings in Hospitals”, recuerda Kreisler, buscando el origen de su inspiración. Entonces decidieron hacer su propia versión y humanizar los hospitales con exposiciones de arte.
H(Arte) acaba de empezar a rodar. Llevan desde finales de febrero con lo que ellas llaman su “prototipo”, su carta de presentación, la que creen que será la experiencia cero antes de seguir su recorrido. Han colgado una docena de obras de Ágatha Ruiz de la Prada (estrellas, lunas, coloridos corazones) en el Hospital Vithas de Aravaca. “Buscábamos mejorar y fomentar las emociones positivas, porque estamos saturados de ellas, pero en negativo”, reflexiona Centeno. “Necesitamos evasiones, distracciones. Nos lo dicen en los hospitales. Hace unos días pasamos a tocar unas obras y nos preguntaban si nos las íbamos a llevar ya, que era muy pronto. Eso significa que les toca, les está llegando”, se alegra Kreisler cuando habla de esa pequeña gran exposición que se puede ver en pasillos, laboratorios (”integrada en la vida del hospital”) y salas de espera de tres plantas del hospital.
Necesitan, por tanto, complicidades. Primero, la del artista que ceda o preste su obra; después, la del centro que se decida a acogerla en sus pasillos; por último, la de espónsores, suministradores de material (marcos, seguros...) y patrocinadores para que su aventura siga adelante y crezca. También para que pueda haber más charlas, talleres... de humanización los próximos meses: “Para que la experiencia del paciente conecte con la obra decidimos que tenía que haber una carta de actividades”, cuenta Centeno. Y para dar el salto a nivel nacional. Ya han iniciado conversaciones con el Museo Thyssen —en este caso la cesión sería de reproducciones de los originales— o con PhotoEspaña, mientras que también han iniciado conversaciones con el Hospital Niño Jesús.
“Son exposiciones para un público que no iría a una galería o a un museo”, explica Kreisler. “Tenemos que elegir bien a los artistas, que tengan una calidad pictórica, pero también estética y ética que encaje con los hospitales. Que sean positivos, aporten y den juego. ¡No vamos a exponer la obra negra de Goya!”, definen gráficamente. Cuentan que su proyecto ya se está moviendo y que les están escribiendo artistas y cada vez más gente para colaborar con ellos, “como profesores de arte o psicólogos”, relata Centeno, “o incluso profesores de arteterapia”. Porque para ellas “la terapia la hacen los doctores”. “Nosotras no venimos a solucionar el mundo; sabemos dónde están nuestros límites. Somos acompañamiento, apoyo”, cuentan, más serias. Para ello han acompañado sus obras de un código QR con listas de reproducción musical, vídeos o charlas de los artistas.
Su intención es que las exposiciones de H(Arte) estén en cada centro alrededor de tres meses, para luego pasar a otro y seguir rotando indefinidamente, “con un calendario de exposiciones como una galería”, sueña Tamara Kreisler. “Pero se necesita mucha logística...”, reconoce Silvia Centeno. De ahí su necesidad de patrocinios, de mecenas. “No queremos hacer esto en abstracto: esta primera experiencia ha interesado, así que pedimos a quien le haya gustado y llegado que nos ayude”, reconoce Centeno. “Necesitamos ayudas con el tema económico: para capital fundacional, sueldos, salarios...”, explica abiertamente Kreisler.
Lo que ambas afirman es que la recepción y las muestras de cariño, tanto en primer lugar del Vithas de Aravaca como, ahora, del resto de centros con los que contactan, está siendo “impagable”. Tanto que ven en un futuro a su proyecto maduro y sólido. “Si crecemos a unos cinco hospitales al año, en 10 años estaríamos en 50. Lo veo alcanzable, somos muy escalables”, calcula Kreisler. “Ojalá fuera una costumbre: ir a ver la exposición, si la han cambiado, qué hay nuevo”, sueña Centeno. “Ojalá”.
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