Las gafas más ‘techies’ vienen de Carabanchel
La firma Apricotte, fundada por tres empresarios de Madrid, quiere popularizar las lentes de luz azul, adecuadas para la alta exposición a las pantallas
Una empresa de transportes, un portón azul, algunos pisos de primeros de los años 2000, de esos que tienen más ventanas que balcones, y el portal de una mezcla entre edificio de oficinas y nave industrial no dejan entrever que, un par de plantas por encima de la calle, está una de las empresas que mezclan más innovación, tecnología, diseño e ilusión de la Comunidad de Madrid. Unos portales más allá de estas oficinas ubicadas en Carabanchel hay un vivero de empresas, pero los tres fundadores de la firma de gafas de luz azul Apricotte decidieron desde el principio tener su propio local, que les sirviera a la vez de almacén y de zona de exposiciones para dar vida a su propia empresa: una línea donde prima la salud ocular, pero con diseño made in Spain para todos los públicos y bolsillos.
Inmaculada López Ortega (de 43 años, encargada de operaciones, proveedores, logística “y poli mala en general”, como ríe ella), Rubén Palma (39 años, marketing, comunicación, comercio, entorno web y experiencia) y Cristina Castro (38, parte visual, comunicación y diseños de colecciones “y toda la parte gráfica en general”) reciben en esa, su casa, rodeados de gafas, de lentes, de punteros láser y de espejos donde verse bien. No son ópticos, ninguno de ellos. No pretenden serlo. “Surgió de una necesidad”, coinciden los tres. “Cris se operó de la vista y un mes después lloraba ante las pantallas”, cuenta su socio y, además, pareja. “Tenía síntomas, le picaban los ojos, tenía sequedad, dolor de cabeza... Lo intentaba justificar pero vio que era de eso, síntomas de una sobreexposición a la luz azul”, cuenta Palma. Aquello era 2016 y el matrimonio descubrió en Inglaterra, en lo que es la prehistoria de su negocio y del sector, una cosa llamada “computer glasses”. “Entonces decidimos investigar, fuimos de los primeros en este mundillo”, cuenta Castro, que ahora no se apea de sus gafas de luz azul, pese a haberse quitado las otras.
Al principio, este objeto se veía como casi milagroso. Después, con sospechas. “A ver, no es un crecepelo”, ríe Rubén Palma. La cosa funciona, ayuda a evitar el cansancio causado por la luz de las pantallas, aunque tampoco implica que, en un futuro, se puedan evitar miopías o lesiones más complejas. Pero ayudan con el cansancio, el picor, las cefaleas... y ellos vieron que también era un negocio incipiente. La pareja buscó entonces una compañera y socia que les ayudara a llevar la parte de cuentas en la que estaban más perdidos y ahí entró Inma López.
“Lo que queríamos no existía. Pues vamos a inventarlo, dijimos”, cuenta Palma sobre esa aventura que empezó a finales de 2016. El componente de moda y diseño entró rápidamente en juego. Para ellos era fundamental ir más allá de algo funcional. “Mucha gente”, recuerda Cristina Castro, “nos decía que siempre había querido llevar gafas. Era un complemento más”. También tuvieron claro que querían calidad, y se camelaron a vendedores de todo el mundo, cuenta Palma. “Muchos nos decían que era increíble poder acceder a esas calidades fabricando cantidades tan pequeñas, que imposible. ‘¿Pero a ti alguien te ayudaría cuando empezabas, no?’, les llorábamos nosotros”, recuerda, ahora riendo. “Huimos del plástico y apostamos por resinas orgánicas, y también por el acetato”, explica la jefa de diseño.
Entre marcas inmensas de gafas y otras no menos grandes de ópticas, Apricotte se ha ido haciendo su huequecito en el mercado, con fuertes como un precio único de 59 euros por par y con opciones que pocos más tienen. Por ejemplo, han creado unas gafas específicas para gamers, para quienes pasan muchas horas jugando delante de la pantalla. Y otras que se llaman Biohackers Sleep Glasses, con un grueso cristal naranja que ayuda a que los ciclos de sueño. Se usan desde que cae la tarde y hasta la hora de acostarse, de forma continua, para que la luz azul no afecte luego al dormir y cause insomnio y desarreglos. Una novedad que apenas se trabaja en el mercado español. Son curiosas y dejan una sensación rara al ponerlas, pero son algo único en el mercado. “Y quedan bastante molonas, he visto a algunas modelos que las lleva”, defiende entre risas Rubén Palma refiriéndose a la top Gigi Hadid. “Yo noto que duermo mejor, y así también soy más productivo al día siguiente”.
Al final, la necesidad de dejar de llorar ante la pantalla les ha hecho entrar en un mundo en desarrollo en el que se han vuelto especialistas, sin llegar al alarmismo; ellos, por ejemplo, para ser didácticos lo comparan con un protector solar, que va evitando el daño que se genera poco a poco. Pero eso les da un conocimiento que hace que tengan y ofrezcan mucha información para quienes se interesan por sus gafas. Por ejemplo, ya han sacado modelos para presbicia. De ahí que funcionen “muchísimo con el boca a oído; el 50% de nuevos clientes llega por recomendaciones”, cuentan orgullosos. “No podemos hacer dos por uno, ni ofertas tan agresivas, pero llegamos cada vez a más gente”, cuenta López.
La fabricación se hace fuera de España, por tecnología y por costes, pero ellos siguen remachando la calidad. “Somos una empresa tan pequeñita que lo hacemos todo con mucho cuidado”, cuentan con humildad los tres jefes, que son a la vez los tres empleados, aunque tienen a una persona de logística y a otra freelance para el I+D. Algo que irá mejorando, esperan, ya que el confinamiento por la pandemia de coronavirus les hizo tener un éxito de ventas en primavera. Pero todo, por el momento, desde ese rinconcito de Carabanchel. “Sí, sí, si podemos, nos quedaremos aquí”, dicen los tres sin duda y al unísono: “Tenemos orgullo de barrio”.
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