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Sin novedad (y sin pacientes) en el Zendal

La Comunidad ultima detalles para que el centro de emergencias empiece a recibir pacientes pero el complejo sigue sin terminar y la plantilla aún no está activada

El centro Enfermera Isabel Zendal el miércoles 9 diciembre, el día en que estaba previsto que empezaran a llegar los primeros pacientes.
El centro Enfermera Isabel Zendal el miércoles 9 diciembre, el día en que estaba previsto que empezaran a llegar los primeros pacientes.Álvaro García
Isabel Valdés

La ruta de las 7.00, vacía. La de las 7.20, vacía. La de las 7.40, vacía. Nieves Alises baja del autobús para esperar los 20 minutos de rigor entre trayectos de la nueva línea que la Comunidad de Madrid ha activado. La cabecera, en Ifema, el final, en la glorieta de Antoñete, a 60 pasos de la entrada principal del centro de emergencias Isabel Zendal. La conductora se frota las manos bajo los guantes y encoge los hombros hasta que el cuello desaparece: “Hice esta ruta el lunes y hoy y he traído a una persona”.

La nueva línea, aún sin número, marcada como “Servicio Especial”, opera de 7.00 a 23.00. Todos los días. “Mucho movimiento no hay”, aclara. A dos minutos para las 8.00, empieza el cuarto trayecto del día para Alises, de vacío.

Al otro lado de los barrotes blancos que vallan el hospital por ese lado, el panorama del guardia de seguridad de la entrada principal es casi el mismo. Una vez que se entra a zona Zendal, desaparecen los nombres, nadie quiere que aparezca el suyo, así que “el guardia de seguridad” lleva aquí un mes. “No todos los días, por suerte, porque esto no lo aguanta nadie. Pero el movimiento que he visto es poco, lunes y martes no ha venido prácticamente nadie”.

Hace un repaso rápido de cuánta gente ha visto estos días: “Cuatro enfermeras, una doctora hace un rato en su primer día, dos chicas del hospital de Alcorcón y otro chico del de Móstoles”. No llegan a los 669 que la Comunidad estimó necesarios para atender las primeras 240 camas. Tenían como voluntarios 106 el miércoles pasado, y el viernes habían hecho la lista, con nombres y apellidos, de los “traslados forzosos” que van a producirse desde los hospitales públicos.

Según la previsión que hizo la consejería, ya deberían estar familiarizándose con el lugar y los pacientes empezar a llegar antes del fin de semana. “Eso se dice, que mañana o el viernes habrá enfermos. Pero vamos, que se dice”, dice él. La que no quiere decir nada es una mujer menuda abrazada a unos cuantos papeles que cruza a toda prisa el paso de cebra y se acerca hasta el guardia para preguntarle por dónde pasa. Esa es la única entrada posible porque el parking, a 100 metros, sería la otra opción, si estuviese terminado. Su correspondiente empleado de seguridad pregunta que “qué coches”: “Aquí no pueden entrar, ahora mismo esto es un parking pero de coches de obra”.

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También el pabellón número 1, el siguiente en ser habilitado en caso de ser necesario, es solo de obra por el momento. Un electricista que trabaja en él calcula que les queda una semana: “Eso a nosotros, hay más empresas”. A la vuelta, un guardia más disuade de asomar la cabeza entre dos casetas de obra y un par de obreros se bajan de una furgoneta: “Asfaltamos tres baches y nos vamos, pero nunca sabes cuándo tienes que volver”.

100 metros más adelante, la silueta del siguiente vigilante. No deja pasar frente a él, pero sí un metro más a la derecha. Según se avanza por los traseros del Zendal aparecen más trabajadores de la construcción, más torillos, más trozos de cosas y más zanjas. Asoma un operario por una que, según los planos, será la entrada de los pacientes.

—Ueeee, ¿vosotros cuándo termináis?, pregunta a voces a otro que enfila hacia otra cuadrilla.

—Digo yo que algún día, contesta ese otro. ¿Y vosotros?

—Digo yo que algún día también.

Son de los que empezaron con el inicio de las obras, en julio. Desde entonces, 1.350 trabajadores de 635 subcontratas han andado o aún andan en esos 80.000 metros cuadrados. Según la Comunidad, “organizados en tres turnos de trabajo que han cubierto las 24 horas y los siete días de la semana”. Según Luis García, delegado de los trabajadores de Dragados de Prevención y Personal y miembro de CC OO, “con turnos de trabajo de siete de la mañana a diez de la noche sí, pero cubierto por la misma persona, y sí, efectivamente, de lunes a domingo. Esto es más esclavitud que siglo XXI”.

Musa, “sin apellidos”, no quiere hablar de eso, dice que “bastante” tiene con terminar de meter los tubos por los que irá la fibra óptica. “Luego vendrán los que metan la fibra. A mí solo me quedan estos metros”, unos 40, hasta el otro lado de la calle.

El hospital Enfermera Isabel Zendal, este miércoles, el día en el que tendrían que haber llegado los primeros enfermos. Álvaro García
El hospital Enfermera Isabel Zendal, este miércoles, el día en el que tendrían que haber llegado los primeros enfermos. Álvaro García

Por la vía que llega hasta la puerta principal, en toda la mañana, se ve pasar a una decena de sanitarios: un grupo de cuatro que no se detienen, la mujer menuda abrazada a los papeles que no quiere decir nada, un chico y una chica que prefieren “no hablar”. Elisabet Tornel, una auxiliar de Enfermería que vive “a tres calles” y le viene bien “echar el currículo”, y dos sanitarios de Anatomía Patológica que se acercan para lo mismo porque quieren “un trabajo a largo plazo y estable”.

También varios miembros de sociedades científicas, de visita, invitados por la Comunidad. “Es un hospital muy novedoso que va a permitir descongestionar al resto”, dice Lidia Trasobares, de la Sección Centro de la Academia de Dermatología. “Una obra tremenda”, califica Fernando Tornero, presidente de la Sociedad Madrileña de Nefrología, “nos da mucha tranquilidad tener esta posibilidad”. Paloma López, cirujana en un hospital público de Madrid, de la Sociedad Centro de Angiología y Cirugía Vascular, asegura que está dotado “maravillosamente”: “He estado trasteando con los aparatos y he pensado ‘qué envidia, esto en mi hospital no lo tengo”.

Un obrero cruza rápido ya llegando al mediodía. Va más tarde de lo que esperaba, como el final de las obras: “Quedan 1.000 repasos, 1.000 cosas que volver a hacer o rematar porque no se hicieron bien. Suelos que se están levantando porque se pegaron con humedad, por ejemplo. 1.000 parches. Y yo me voy que tengo prisa, a ver si arreglamos hoy unos cuantos”.


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Sobre la firma

Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.

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