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¿Y ahora qué? Las urnas convierten el Congreso en un laberinto

La formación del Gobierno se antoja imposible para las derechas y Sánchez necesitaría la abstención de Junts

Noche electoral en la sede del PP en Madrid, con Alberto Núñez Feijóo en el centro de la imagen. Foto: ÁLVARO GARCÍA
Xosé Hermida

El Congreso salido este domingo de las urnas y que se constituirá el próximo 17 de agosto será lo más parecido a un laberinto político. Las dos derechas juntas no alcanzan la mayoría absoluta, y la posibilidad de completarla con otros apoyos se puede descartar completamente por la incompatibilidad de Vox con las formaciones nacionalistas. El bloque que ha sostenido al Gobierno de Pedro Sánchez en estos últimos cuatro años tampoco alcanza los 176 escaños. Para que los socialistas y Sumar reeditasen el Gobierno de coalición necesitarían algún tipo de entendimiento con Junts, la formación de Carles Puigdemont, que en la pasada legislatura, a diferencia de ERC, militó en la oposición frontal al Ejecutivo.

Desde que saltó por los aires el bipartidismo, en 2015, la formación de mayorías parlamentarias ha sido un rompecabezas. Ocho años después, aunque la concentración de voto en las dos principales fuerzas se haya recuperado —entre ambas suman casi 15 puntos más que en las últimas elecciones—, el laberinto del Congreso se ha complicado aún más y resulta muy difícil conjeturar cuál puede ser la salida. Con el reparto actual de fuerzas, la izquierda tendría alguna opción más de conseguir el Gobierno. El de la derecha se antoja imposible, siempre que la fórmula incluya también a Vox. La única posibilidad sería que, para sortear el bloqueo e impedir una nueva repetición electoral como en 2016 y 2019, el PSOE se aviniese a alguna especie de acuerdo de Estado para consentir que el PP hiciese valer su condición de fuerza más votada. A continuación, se analizan algunas de las opciones, de probabilidad variable.

Qué necesita la izquierda para mantener el Gobierno. El independentismo catalán sale seriamente dañado de las urnas. La representación de 23 diputados que reunió hace cuatro años entre ERC, Junts y la CUP se ha reducido drásticamente a 14. ERC pierde seis; la CUP, que tenía dos, desaparece, y Junts es el que mejor aguanta, pero aun así cede uno de los ocho asientos que había conquistado en el Congreso. Pese a este importante retroceso, el independentismo vuelve a ocupar un lugar central ante la política de alianzas. Y esta vez no solo ERC cuenta, sino también un hipotético socio muchísimo más complicado, el partido de Puigdemont.

Los partidos que en los últimos cuatro años han sostenido, con discontinuidades y según los momentos, al Gobierno de coalición suman 172 escaños: PSOE (122), Sumar (31), ERC (7), EH Bildu (6), PNV (5) y BNG (1). Para lograr la investidura se necesita la mayoría absoluta (176) en primera votación o la simple (más síes que noes) en la segunda. Sánchez lo alcanzó hace cuatro años mediante la segunda fórmula, por solo dos votos de diferencia y gracias a la abstención de ERC y EH Bildu. Esta vez requeriría que esas dos formaciones le diesen su voto favorable, lo que no parece descabellado a la luz de cómo evolucionó la legislatura, y de al menos la abstención de Junts. Esto último se antoja ciertamente problemático.

En estos últimos cuatro años, Junts ha militado en la oposición al Gobierno de Sánchez con tanta constancia y contundencia como los partidos de la derecha de ámbito nacional. Junts ha votado en contra en casi todas las cuestiones de relevancia, entre ellas todos los Presupuestos del Estado. Si los acuerdos con ERC y EH Bildu ya costaron lo que costaron a Sánchez, un posible entendimiento con el partido del expresidente de la Generalitat, prófugo de la justicia en Bélgica, volvería a concitar todos los truenos de la derecha. La que fue portavoz de Junts en el Congreso la última legislatura, Míriam Nogueras, anticipó tras conocer los resultados: “No haremos presidente a Sánchez a cambio de nada”.

Imposible para la derecha. PP y Vox reúnen 169 escaños y solo tienen uno seguro que podrían incorporar, el de Unión del Pueblo Navarro. Como hipótesis podría considerarse también la suma del único de Coalición Canaria, que gobierna el archipiélago con el PP, aunque siempre se ha mostrado contrario a acuerdos con la extrema derecha. Pero sin el apoyo del PNV —inverosímil en estos momentos— esa conjunción de fuerzas no sería suficiente para aupar a Alberto Núñez Feijóo.

Los nacionalistas vascos nunca han descartado acuerdos con el PP, como ya los han tenido a lo largo de la historia. Pero también han anunciado por activa y por pasiva que jamás entrarían en ninguna fórmula que tuviese que contar con el concurso de la ultraderecha. Además, no bastaría con una abstención del PNV, sería necesario que diese sus votos afirmativos para que prosperase tal hipótesis. La dura pugna que el partido del lehendakari Iñigo Urkullu mantiene en Euskadi con EH Bildu ante las elecciones autonómicas del próximo año refuerza la impresión de que la negativa del PNV a mezclarse en algo en lo que esté presente Vox es definitiva. El PSOE fue el primer partido este domingo en el País Vasco, mientras que el de Urkullu lograba mantener la primacía nacionalista tras una durísima pugna con la izquierda abertzale. El PNV se impuso por apenas unas décimas, pero perdió un escaño y empató a cinco con EH Bildu, que agregó además otro parlamentario por Navarra.

Un acuerdo con el PSOE. Feijóo lo había pregonado por activa y por pasiva en la campaña electoral, y lo repitió con toda la vehemencia en su discurso en la noche electoral en el balcón de la sede nacional del partido: reclama al PSOE que le despeje el camino al Gobierno haciendo valer su condición de primera fuerza. Tal posibilidad parece también remota, al menos en el momento actual. Sánchez lo ha negado también reiteradamente en la campaña, al entender que el PP le pedía un apoyo a cambio de nada para un proyecto que se presenta expresamente con el propósito de “derogar el sanchismo”. Por otra parte, el PP ya no ha respetado la primacía de la primera fuerza, en este caso los socialistas, en Extremadura y en importantes ciudades como Valladolid o Elche. Claro que si el bloqueo persiste y empieza a tomar cuerpo la posibilidad de una repetición electoral, podría surgir algún giro hoy por hoy imprevisto.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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