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Cataluña, pendiente de un empujón que le cambie el estado de ánimo

Las elecciones del 12-M, cuya campaña arranca en la noche de este jueves, dilucidarán hasta qué punto el ‘procés’ ha quedado atrás o sigue presente en la política autonómica

Dos manifestantes en la Plaza de Espanya de Barcelona para la Diada del 11 de septiembre de 2023.
Dos manifestantes en la Plaza de Espanya de Barcelona para la Diada del 11 de septiembre de 2023.Gianluca Battista
Soledad Gallego-Díaz

Si alguien pregunta en Barcelona cuáles son los nuevos símbolos de la vitalidad cultural de la ciudad, es probable que le señalen la nueva, y preciosa, Llibrería Finestres, abierta por un hijo del empresario Carlos Ferrer Salat, y el bonito paseo ajardinado del Consell de Cent, abierto por la entonces alcaldesa Ada Colau, como parte de un eje verde que nunca llegó a completarse en toda su extensión. Punto. Se diría que Barcelona y Cataluña necesitan un buen empujón. En infraestructuras e inversión, desde luego, pero no solo. También uno que le ayude a recuperar su vigor cultural y le permita un cambio en un estado de ánimo que muchos definen como “cansancio paralizante”.

Los catalanes esperan que el resultado de las elecciones autonómicas del 12 de mayo ayude a mejorar esa situación. Pero “¿con quién despertará ese día más optimista la sociedad catalana: con un nuevo acuerdo independentista y Carles Puigdemont como president de la Generalitat, o con el socialista Salvador Illa al frente de un Gobierno de voluntad socialdemócrata?”, se pregunta Xavier Prats, ex alto funcionario español en la Comisión Europea, retornado a Cataluña y temeroso de que el independentismo cierre en falso debates imprescindibles.

La segunda derivada de las elecciones es cómo influirá este resultado en la estabilidad del Gobierno de Pedro Sánchez. Y quizá la respuesta sea que menos de lo que se cree. Si dan los números ―y los números quedan lejos de ese escenario, según la encuesta de 40dB. para EL PAÍS y la SER―, es posible que el Gobierno Junts-ERC sea inevitable. Pero incluso en este caso eso no pondría en peligro a Sánchez, aunque sí le presionaría aún más. El candidato socialista, Salvador Illa, dice tener un pronóstico “informado” distinto: ERC no prestará apoyo a Junts en ningún caso. No está tan claro qué haría Junts si quedara en la oposición. Sobre todo si se desata una batalla interna por la sucesión de un Puigdemont en retirada.

“Aquí ya hubo un Govern ERC-Junts y colapsó rápido”, recuerda Illa. El candidato socialista explica que en Cataluña no ocurrió lo que ocurrió como consecuencia de la sentencia del Tribunal Constitucional que reinterpretó el Estatuto de Autonomía, que es la explicación que sostienen los herederos de Convergència, sino porque “los independentistas se subieron a una ola de populismo que recorrió toda España y Europa”. El independentismo populista consiguió llegar a la máquina del poder, pero provocó una explosión. Illa cree que la decisión de los socialistas de “interactuar” con los independentistas ha sido correcta y ha dado buenos resultados. El procés ha terminado, los independentistas ya no piden, ni en el plano retórico, un referéndum unilateral, aunque Junts sigue teniendo un problema con su lenguaje, y todos se amoldan más al modelo PNV (se podría decir que incluso EH Bildu, con su gran resultado del pasado domingo, se acercó a ese modelo, rejuveneciéndolo).

Illa cree que si Junts no queda en posición de reclamar una mayoría independentista, como espera, entrará en crisis, mientras que en ERC las cosas seguirán claras: Oriol Junqueras manda. Y Junqueras decidirá lo que le permita estar más cómodo: entrar en un tripartito o apoyar al Gobierno del PSC desde fuera, con un acuerdo de investidura o de legislatura. Illa buscará por encima de todo la estabilidad.

Sea como sea, ninguno de los candidatos, ni el propio Puigdemont, habla por ahora de otra cosa que no sea “gestionar bien el autogobierno”. Los independentistas asumen claramente que en estas elecciones no hay proyecto secesionista a la vista y que se trata, de nuevo, de negociar un buen acuerdo de financiación. Los más moderados dejan abierta la puerta a un nuevo Estatuto de Autonomía. “Todo se puede. Dependería de qué se negociara y cómo. Que no nos hagan perder tiempo”, dice Xavier Trias, antiguo conseller de Jordi Pujol y que hoy concurre en un puesto simbólico en la candidatura de Puigdemont.

El procés, que ha tenido profundamente alarmada a una parte de la sociedad catalana y encantada a otra, se da por enterrado. Algunos llevan el razonamiento hasta el final: no es posible la independencia, afirma, rotundo, el profesor Andreu Mas-Colell, que acompañó el procés en parte de su recorrido. Otros envuelven el mensaje en celofán: no se dan las condiciones, aseguró el pasado domingo Puigdemont. Oriol Junqueras, que participa en la campaña aunque no se puede presentar a las elecciones porque está inhabilitado (incluso tiene prohibido dar clases), reconoce que, sin renunciar al objetivo, no se trata de algo que se pueda alcanzar de la manera que se intentó. (Junqueras apoya la candidatura de Pere Aragonés, pero es muy posible que se vea a sí mismo como el mejor candidato para las siguientes elecciones. Acaba de cumplir 55 años).

Puigdemont juega con una idea ambigua, lo que llama “restitución”, como si fuera Fray Luis de León volviendo a la cátedra de Salamanca: “Decíamos ayer”. El primero que rechaza esa idea es Oriol Junqueras: “No sé qué es eso de la ‘restitución’. En democracia, gana quien gana”, ha dicho. Y Mas-Colell, en un artículo publicado en el diario Ara, escribe: “No hay nadie en el mundo que piense que, tras una declaración de independencia unilateral, la aplicación del 155 y la convocatoria de nuevas elecciones fuese un acto ‘injusto, ilegal e ilícito’, adjetivos que usó Puigdemont”).

Aunque tengan razón los sondeos y finalmente se pueda formar un Gobierno presidido por los socialistas, existe un sector de la sociedad catalana que, si bien ya no haría nada para descomponer el Estado (España), tampoco le tiraría un cable si estuviera en peligro. Son personas que se sienten ofendidas, por ejemplo, por el hecho de que en el protocolo oficial vaya antes el delegado del Gobierno que un conseller, y dicen sentirse “incómodas”. Esa es la expresión que más se repite en ámbitos independentistas de Cataluña. No es fácil describir en qué consiste: respeto total por la lengua catalana y las instituciones propias, desde luego, pero, quizás, también conseguir que Cataluña crezca económicamente por encima de la media del resto de España, recupere su papel predominante en lo económico y se plante con personalidad en ámbitos europeos. En palabras de Trias, “no se trata de ser independientes, se trata de no ser dependientes de Madrid”.

En pleno arranque del procés, quienes se negaron a respaldar la proclamación de independencia empezaron a sufrir el vacío en sus entornos. ¿Alguno de esos amigos independentistas se les ha acercado a pedir perdón? No, responde un periodista catalán que sufrió aquellos ataques como si fuera un traidor. “Quieren hacer esa transición con la mínima autocrítica posible, pero no se puede volver a la vía pragmática sin esa crítica”, explica. “Fueron malos gobiernos y deberían recordar el grito de los segadores de 1640: Visca la terra, mori el mal govern”, reclama, irónico.

Para Alejandro Fernández, el candidato del PP, es, en cierto sentido, como cuando los independentistas vascos reclaman ahora: “Dejemos atrás la historia, olvidémonos de ETA… pero recordemos el bombardeo de Gernika”. No es posible, afirma. “Cataluña no es el País Vasco, por supuesto, pero los independentistas catalanes están consiguiendo trasladar el procés al conjunto de España”, opina Fernández. ¿Él hará su campaña contra Illa o contra Puigdemont? “No quiero hacer una campaña obsesiva contra Illa. Quiero dejar una puerta abierta con él”, responde. ¿Aceptaría un día el PP un Estado federal? “¿Por qué no? Habría que ver qué se proponía exactamente, pero clarificar el tema de las competencias, desde luego”, señala Fernández. El dirigente del PP, que ha tenido problemas con la dirección nacional de su partido por negarse en redondo a aceptar contactos con Junts, quiere dejar algo claro: “No se puede cambiar la forma del Estado en España sin el concurso del Partido Popular. Pase lo que pase en las elecciones. ¿Está claro?”. Como el agua clara.

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