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“Paseo y para casa”: votar con un epidemiólogo al lado

EL PAÍS acompaña al jefe de Medicina Preventiva del Hospital Clínic de Barcelona a su colegio electoral. Celebra el cumplimiento de las medidas, pero pide que la gente evite juntarse

Elecciones Catalanas
Toni Trilla, jefe de Medicina Preventiva del Hospital Clínic, espera en la cola para votar en la Escola Industrial de BarcelonaJUAN BARBOSA
Jessica Mouzo

En rigurosa fila india y midiendo a ojo de buen cubero un metro y medio entre ellos, alrededor de un centenar de personas aguarda a la fresca a las puertas de la Escola d’Art, en el recinto de la Escola Industrial de Barcelona. En la cola, hay tantos paraguas como mascarillas. El tiempo no acompaña este domingo electoral en la capital catalana, ha llovido durante la mañana y amenaza con volver a hacerlo en este mediodía frío y desapacible. A punto de entrar en el edificio, reconvertido en colegio electoral para las elecciones al Parlament de Catalunya, Toni Trilla, jefe de Medicina Preventiva del Hospital Clínic de Barcelona, embadurna sus manos en el gel hidroalcohólico al cruzar el umbral del centro.

Son los terceros comicios en España en tiempos de pandemia —tras las autonómicas gallegas y vascas el pasado julio—, pero Cataluña aún está saliendo de la tercera ola de covid y se ha intensificado el dispositivo sanitario para minimizar riesgos. La primera impresión, valora el epidemiólogo, es muy favorable: “La cola está al aire libre y hemos ido intentando respetar las distancias. Por ahora, todo correcto”.

La fila avanza a buen ritmo hasta la puerta de una sala con cuatro mesas electorales. “Podrían haber marcado un poco más las distancias entre personas en el suelo, que las hemos mantenido motu proprio los ciudadanos, lo que, por otra parte, dice mucho de la gente, que conserva las distancias y es prudente, asegura Trilla. No hay señales en el suelo para separar votantes, solo unas pegatinas en forma de flecha que dibujan el circuito de entrada y salida.

Antes de entrar hay varias mesas con los sobres y las papeletas. “En unas elecciones normales, quizás habríamos chafardeado con estos partidos raros que no sabías que existían y hacen gracia. Hoy no está la cosa para ello”, ríe el médico, y saca del bolsillo su papeleta y el DNI. Trilla echa un vistazo a la sala y fija su mirada en las ventanas. “Están abiertos y esto ya arregla bastante la ventilación”, celebra. La transmisión del virus a través de aerosoles en el aire se ha erigido como una de las vías de contagio más importantes y una adecuada ventilación de los espacios cerrados es clave para eliminar eventuales partículas en el aire. De hecho, es más importante una ventana abierta que guantes en las manos, como llevan los miembros de la mesa en la Escola d’Art. “Lo mejor es irse lavando las manos periódicamente. La persistencia de cualquier cosa en el papel es mínima y la transmisión por fómites [una superficie infectada] es cada vez menos relevante de lo que pensábamos”, explica el epidemiólogo.

El protocolo de la Generalitat para estas elecciones recomendaba franjas de votación —de 9.00 a 12.00 los colectivos de riesgo; a continuación y hasta las 19.00, el resto de la población; y durante la última hora, de 19.00 a 20.00, las personas en cuarentena por covid (contagiados, contactos estrechos y casos sospechosos)—, pero no son de obligatorio cumplimiento. De hecho, pasan de las 12.30 en la Escola d’Art y un anciano en silla de ruedas acaba de votar. “A primera hora llovía más y la gente se habrá esperado. El mal tiempo ha jugado un poco en contra”, arguye Trilla.

Hay un poco de embudo en la sala de votación. La fila parece que avanza a una única mesa y, a pesar de que las demás están vacías, nadie se atreve a salirse de la cola. Trilla pregunta a la presidenta de su punto de votación, ubicado dos meses más allá, si puede votar o ha de esperar toda la cola. Tiene vía libre. En la mesa, tres mujeres, ataviadas con la preceptiva mascarilla FFP2, de más alta eficiencia, y guantes, revisan —sin tocar— el DNI del médico.

Trilla procede a votar. Apenas 30 segundos de contacto próximo con los miembros de su mesa electoral. “Mientras mantengamos la distancia y evitemos aglomeraciones, la gente no tiene mayor riesgo. Tenemos que ser coherentes con lo que decimos: distancia, mascarilla e higiene de manos. Y esto se está haciendo bien. Si las medidas se cumplen bien, son más que suficientes”, insiste el epidemiólogo.

De hecho, algunas medidas que contempla el protocolo de la Generalitat, sostiene Trilla, son innecesarias. Por ejemplo, vestir con un equipo de protección individual (EPI) a los miembros de la mesa durante las franjas horaria en la que están llamadas las personas en cuarentena. “No hace ninguna falta ponerse un EPI. La buena ventilación y la gente moviéndose no justifica que te tengas que proteger de esa manera. Siempre tendrás la idea de que te proteges más, pero estrictamente necesario no es: un positivo que va con mascarilla, tú también, lo vas a tener enfrente 45 segundos. Vienen muchos, sí, pero la exposición es muy corta y no creo que sea un número extraordinario de personas. Además, se da la paradoja de que en esta cola, ahora mismo, puede haber positivos y cuarentenados también y la gente no lleva los EPI puestos”, señala el epidemiólogo.

Asimismo, agrega, tampoco es necesario medir la temperatura a los miembros de la mesa al inicio del día ni someterlos a test de antígenos —estaban llamados a una prueba voluntaria entre el 9 y el 12 de febrero—. Ninguna de las dos medidas es determinante. “Sobre la temperatura, hay entre un 30% y un 40% de gente infectada que no tiene fiebre o gente que tiene fiebre por otra cosa. Y los test lo que te dirían es que tres o cuatro días antes no estás infectado, pero no tiene mayor valor”, explica Trilla. Además, las pruebas de antígenos tienen un alto margen de error en personas asintomáticas.

Cataluña afronta los comicios con una situación epidemiológica poco favorable. Si bien es cierto que la curva de contagios va de bajada —12.000 nuevas infecciones en la última semana, la mitad que los reportados hace 15 días—, la incidencia acumulada sigue siendo muy elevada —384 casos por 100.000 habitantes— y la presión asistencial mantiene en jaque a los hospitales: hay 638 personas con covid en cuidados intensivos, un volumen de pacientes que ha obligado a desprogramar actividad ordinaria de otras patologías para liberar camas. No se puede bajar la guardia, insiste Trilla. “Es importante que la gente no aproveche el hecho de votar para juntarse. Paseo y para casa”, avisa.

En las próximas dos semanas, la curva epidémica cristalizará el impacto o no de los comicios. Aunque será difícil, advierte el epidemiólogo del Clínic, medir la influencia de las votaciones en un eventual repunte de casos. “Esperamos que no haya contagios y, en caso de haberlos, que sean puntuales. A partir de aquí, en 14 días tenemos que mirarlo. Pero también es verdad que en Cataluña las medidas se han relajado un poco y también estamos en plena progresión de la variante británica, que es más contagiosa. Esperemos no tener un repunte muy importante de contagios, pero si lo tuviéramos sería muy difícil saber si se debe a una o varias de estas situaciones. Y todo ello descartando que tengamos un brote que se pueda relacionar directamente con algún colegio”.

Ya pasa de la una de la tarde y la cola para votar en la Escola d’Art es aún más larga que a mediodía. Antes de volver a casa, Trilla, que se encarga de coordinar la vacunación de su hospital, el Clínic, lleva toda la mañana barruntando una idea: “Había pensado que hoy hay cinco millones de catalanes llamados a las urnas. Si tuviéramos cinco millones de vacunas, a lo mejor era buena idea convocar a la gente, tipo colegio electoral, a vacunarse. En una jornada electoral, si aceptara el 80%, sería genial y estaría muy repartido”, sonríe el médico. Por ahora, “es solo una idea”. Desde el inicio de la campaña de vacunación, Cataluña ha inyectado dosis a 240.000 personas, pero, por ahora, solo 167.600 han completado la pauta de inmunización. Las vacunas aún llegan a cuentagotas y el plan de colegios vacunales de Trilla tendrá que esperar.


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Sobre la firma

Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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