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Columna
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La Castilla y León que ya no existe

La imagen de la región que se ha proyectado en la campaña poco ha tenido que ver con la realidad: se ha hablado más de vacas que de coches

Elecciones Castilla Leon 2022
Dos trabajadoras en la planta de Renault en Palencia en una imagen de archivo.
Jordi Amat

Es una de las regiones más relevantes de la industria del automóvil en España, pero la imagen de Castilla y León que se ha proyectado a lo largo de la precampaña y la campaña poco ha tenido que ver con esta realidad. Se ha hablado más de vacas que de coches. O se ha acabado agitando más el macabro fantasma de ETA que el complejo desafío del envejecimiento. Así no hay forma de relegitimar socialmente la política porque el interés partidista desconecta la política de la sociedad.

En un diagnóstico muy sólido sobre la región que Caixabank Research publicó el pasado octubre, aprendo que lo más característico de la población de Castilla y León no es que viva en el campo. Es la región más extensa de España (el 18,6% de la superficie), pero el 57% de sus habitantes (que en total son casi 2.400.000) vive solo en un 3,4% de ese territorio, que se corresponde a 10 áreas urbanas (400.000 habitantes en Valladolid). Más problemático es que durante las dos últimas décadas el 70% de los municipios de la región hayan perdido un tercio de su población, haciendo estructurales amplias zonas de “desierto demográfico”. Desde 1988 se registran en la comunidad más defunciones que nacimientos. En 2020 hubo 13.634 nacimientos, la cifra más baja como mínimo desde 1941. A partir del año 2000 se aceleró el retroceso de la población de entre 15 y 39 años, que en dos décadas ha caído un 24,9%. Nunca como en junio de 2021 había habido un tanto por ciento tan elevado de ciudadanos mayores de 65 años: el 25,90% de los castellanoleoneses. O se da respuesta a los retos derivados del envejecimiento y el despoblamiento o el futuro para los habitantes de la región se irá estrechando.

La retórica electoral, en cambio, ha estado más centrada en los debates que polarizan a escala nacional que en los retos regionales. Y las oportunidades. A pesar de que en Castilla se produce el 22% de la energía renovable de España (un 65% eólica), más fotografías de vacas que de molinos, como si la posibilidad de especializarse en un sector de futuro no fuese una fortaleza con la virtualidad de crear puestos de trabajo en esos “desiertos demográficos”. Tampoco ha formado parte de la campaña el futuro del sector del automóvil. Las cuatro plantas de la región —las dos de Renault (una en Valladolid, otra en Palencia), la del grupo Fiat-Iveco en Valladolid y en Ávila la de Nissan— han llegado a producir el 20% de los coches que se fabrican en España, lo que equivale al 15% de las exportaciones de uno de los principales sectores industriales del país (Cataluña exporta el 22% del total, Valencia el 16%). Y no es seguro que ese sistema, reforzado por empresas auxiliares, pueda integrarse en el nuevo proceso que termina con el coche eléctrico.

Para no pensar en ello, ETA y dignidad. Como si la comunidad autónoma hubiese sido decorada durante un mes para que fuera el escenario de cartón piedra donde dirimir las batallas culturales que dicta la agenda nacionalista fijada por el bloque de poder de Madrid, hemos visto líderes estatales dando ruedas de prensa en verdes prados, granjas o cooperativas vinícolas, proyectando una imagen de Castilla que como mínimo es parcial, que casi ya no existe. Las referencias constantes al campo y a la ganadería han tenido más que ver con el mito rancio que construyó el 98 que con el presente. Lo proclamó Pablo Casado en el mitin de cierre de campaña. “Castilla y León es la cuna de la nación española. Lo es desde hace cinco siglos y lo va a seguir siendo”. Y, desencadenado, siguió con este discurso. “Aquí está la cuna de la hispanidad, sin complejos, sin leyendas negras, sin pedir perdón, con orgullo de ser españoles”. ¡Vaya retroceso! ¡Qué manera de vaciar al moderantismo de su capacidad tan necesaria para comprender la realidad y mejorarla! ¡Cómo va parasitando el trumpismo de Vox el discurso conservador!

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Sobre la firma

Jordi Amat
Filólogo y escritor. Ha estudiado la reconstrucción de la cultura democrática catalana y española. Sus últimos libros son la novela 'El hijo del chófer' y la biografía 'Vencer el miedo. Vida de Gabriel Ferrater' (Tusquets). Ejerce la crítica literaria en 'Babelia' y coordina 'Quadern', el suplemento cultural de la edición catalana de EL PAÍS.

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