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Castilla y León afronta el 13-F en clave nacional con el PP en vilo

Los populares asumen que dependerán de Vox para seguir gobernando en la Junta

El presidente del PP, Pablo Casado (segundo a la izquierda) unto al candidato a la presidencia de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco; la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso; y el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, este viernes en el mitin de cierre de la campaña en Valladolid.Foto: NACHO GALLEGO (EFE) | Vídeo: EPV
Elsa García de Blas

Hay una máxima en política: cuidado con los adelantos electorales, que los carga el diablo. Desde luego hay ejemplos exitosos, pero también fracasos sonados, como el de Susana Díaz, que perdió la Junta de Andalucía después de 36 años ininterrumpidos de gobiernos socialistas en el adelanto de 2018, o el del expresident Artur Mas, que pinchó en el anticipo de 2012 en el que buscaba una mayoría absoluta y perdió 12 escaños. El popular Alfonso Fernández Mañueco contiene este sábado el aliento ante las elecciones de este domingo en Castilla y León, que convocó anticipadamente para gobernar libre de las ataduras de su socio de Ciudadanos y que van camino de alumbrar, a juzgar por la mayoría de encuestas, el primer Gobierno de coalición del PP con la extrema derecha. La onda expansiva de Castilla y León, en unas elecciones de marcado acento nacional, amenaza las perspectivas de Pablo Casado, que había vislumbrado el 13 de febrero como uno de los hitos en los que se apoyaría para impulsar su carrera hacia La Moncloa.

La política nacional está pendiente de las elecciones en una comunidad tan extensa como poco poblada —viven 2,4 millones de habitantes— pero que puede resultar decisiva y truncar el ciclo alcista en el que se había instalado el PP. La campaña termina en un escenario de máxima incertidumbre, acentuada por el hecho de que nunca antes se habían celebrado elecciones en Castilla y León en solitario. Nadie se atreve a pronosticar qué puede pasar el domingo. La derecha parte con la ventaja de la inercia de 35 años de gobiernos del PP y de que se trata de una comunidad muy envejecida —uno de cada tres habitantes tiene más de 60 años— e históricamente conservadora. En las elecciones de la Segunda República, en 1933, la CEDA ya arrasaba en Castilla y León (entonces Castilla La Vieja y León). A pesar de todo ello, a 48 horas de la apertura de las urnas el PP ya no descarta el abismo.

Los populares han asumido que el del domingo no se dará el resultado que habían pensado. El objetivo ahora es la supervivencia. “En una situación normal, la suma de PP y Vox sería lo lógico... pero estamos acercándonos al precipicio. No se prevé un vuelco, pero tampoco se descarta ya”, admite un veterano dirigente de Castilla y León. En sus sondeos internos y diarios, el PP ha ido cayendo cada día de esta semana, mientras el PSOE y Vox crecían. Los socialistas se han ido acercando peligrosamente al PP y ahora apenas les separan muy pocos puntos en intención de voto, según esas encuestas.

El PSOE ha recobrado el ánimo a medida que el PP lo perdía y también tiene cartas en la manga. Ganó las elecciones de 2019 (con el 34,84% de los votos y 35 escaños, por el 31,53% y 29 escaños del PP) y se beneficia de la fractura del voto de la derecha —Vox le mete un buen mordisco al PP, al que también rasca algo Cs— y se come a Unidas Podemos, que permanece muy a la baja. En el otro lado, también sufre el desgaste de las candidaturas de la España Vaciada y localistas, que van al alza. La clave estará en la participación, que el PP necesita que sea alta, pues eso significaría que habrá logrado movilizar a los suyos. “Por debajo del 60%, nos vamos a un gobierno de coalición con Vox”, apuntan en el entorno de Mañueco.

Las perspectivas del PP se han dado la vuelta. Las campañas importan, insisten los que suman trienios en los partidos, y la del PP ha ido acumulando errores, aunque muy condicionada por el debate político nacional, que ha dominado la discusión en Castilla y León. Los problemas de la comunidad, como la despoblación, el paro o la corrupción, apenas han centrado los mítines de los candidatos.

El consenso entre las filas populares es que el principal error fue elevar demasiado las expectativas. La dirección insistía al comienzo en que rozarían la mayoría absoluta, situada en 41 procuradores. Después, el azar hizo el resto. “Todo se ha puesto en contra. Desde lo de la carne, nada nos ha ido bien”, lamentan en el PP.

La campaña empezó con Mañueco subido a la ola de la polémica en torno a las macrogranjas, pero esta terminó agotándose. El primer revés importante fue la irrupción de José María Aznar cuestionando el liderazgo de Pablo Casado. Tras sus declaraciones, los populares notaron el primer bajón en las encuestas internas. La bomba llegó poco después, a 10 días de las urnas, en la votación de la reforma laboral. Un error imprevisto del diputado del PP Alberto Casero permitió al Gobierno sacar la reforma, aunque la tenía perdida, y desmoralizó a los conservadores. Los letrados del Congreso dieron este viernes la puntilla a la estrategia de Casado y rechazaron las alegaciones del PP, que pretendía anular la votación. El PP irá al Tribunal Constitucional, pero en el partido nadie duda del tremendo daño que les ha infligido el episodio.

La consecuencia es que, contra todo pronóstico, las elecciones están abiertas en un feudo histórico de la derecha. Los partidos echaron el resto en el cierre con mítines multitudinarios en Valladolid en los que llamaron a una gran movilización en las urnas.

Todos saben que la lectura de las elecciones será en clave nacional, tanto que el candidato del PP tuvo que dejar claro en el último debate electoral que se presenta él y no el líder. “Me la juego yo, no Pablo Casado”, se revolvió Mañueco. Pero el jefe de la oposición no es ajeno a que está en el punto de mira. El marco lo definió el secretario general a mediados de enero. “Estas no son unas elecciones autonómicas más”, advirtió Teodoro García Egea. “El PP se juega consolidar el cambio de tendencia”, avisó. Ese cambio de ciclo es el que precisamente necesita conjurar Pedro Sánchez resistiendo en Castilla y León.

El problema para el PP es tener que arrojarse a los brazos de Vox. “La cuestión aquí es cómo gobernamos”, reconocían este viernes en Valladolid fuentes de la dirección, confiadas en retener la Junta. Un pacto de gobierno con Vox podría poner en riesgo la victoria de Juanma Moreno Bonilla en las elecciones de Andalucía, las siguientes en el calendario, al movilizar a la izquierda ante el escenario de un Gobierno con la extrema derecha. El factor interno es la otra clave. Un mal resultado demostraría que Isabel Díaz Ayuso era la excepción, y no la regla. Mañueco se examina, porque gobierna y adelantó las elecciones, pero Casado se la juega.

“Ganar no es gobernar”, avisa Sánchez

PP, PSOE, Unidas Podemos, Vox y Ciudadanos cerraron este viernes la campaña en Valladolid con mítines multitudinarios. El PP reunió a unos 3.000 simpatizantes, según el partido, lo mismo que Vox; el PSOE, a 1.500; UP compareció ante unos 600 y Cs, ante 250.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, alentó la posibilidad de un vuelco en las urnas. “Ganar no significa gobernar”, avisó el socialista. “Hay que concentrar el voto en el PSOE”, instó Sánchez.

En el mitin de PP, Pablo Casado negó la posibilidad de que los populares pierdan las elecciones. “Ya está bien de fake news, Mañueco va a ganar y va a gobernar. ¡Cuánta manipulación!”, se quejó.

El líder de Vox, Santiago Abascal, emplazó a los populares a que “le digan al pueblo con quién van a pactar: con los socialistas o con Vox”. Mientras, desde Unidas Podemos se cargó contra el PP. “El PP no cree en la democracia, no son demócratas”, sostuvo la ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra. “Tenéis que votar a un partido que no os haga sentir bochorno”, instó Inés Arrimadas, de Cs. Con información de José Marcos, Miguel González, Paula Chouza y Virginia Martínez.

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Sobre la firma

Elsa García de Blas
Periodista política. Cubre la información del PP después de haber seguido los pasos de tres partidos (el PSOE, Unidas Podemos y Cs). La mayor parte de su carrera la ha desarrollado en EL PAÍS y la SER. Es licenciada en Derecho y en Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid y máster en periodismo de EL PAÍS. Colabora como analista en TVE.

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