El sueño de Juanma Moreno
Moreno Bonilla acertó al esconder la marca de su partido mientras el PSOE queda ahora en una situación complicada
Los andaluces no han cambiado el guion que la demoscopia ha venido adelantando durante toda la campaña. Al Partido Popular le han salido muy bien las cosas al elegir adelantar las elecciones. Una mayoría absoluta es un sueño, el mejor resultado al que podría aspirar en apenas tres años con una acción de gobierno de baja intensidad.
El PP se ha convertido en el nuevo voto útil para los andaluces y andaluzas. Lograr colocar a Moreno Bonilla como hombre de centro moderado le ha hecho ensanchar su base electoral por el centro izquierda. No solo ha fagocitado por completo a su entregado socio de gobierno, Ciudadanos, sino que también ha pescado en los caladeros tradicionales de votos del partido socialista, las agrociudades que te acercan a las mayorías absolutas en Andalucía.
Acertó en esconder la marca de su partido. Ha sido lo mejor para facilitar que toda la agenda institucional desplegada en torno a la figura de un candidato institucional y que amplificara la marca Juanma. Los andaluces están acostumbrados a votar en clave presidencial a Susana, Pepe… hacerlo por Juanma ha sido casi una rutina para el electorado.
Y cierto, la gestión de la pandemia no les ha hecho mella, la escasa oposición tampoco, se diría que su deficiente gestión sanitaria ha sido salvada a golpe de meme o que su vaca talismán ha logrado hacer olvidar las decenas de reivindicaciones que los sindicatos y las organizaciones sociales han llevado ante la puerta del Palacio de San Telmo casi todas las semanas.
Para el PSOE, quedar por debajo de la barrera del millón de votos en unas elecciones autonómicas lo pone en una situación interna complicada, aunque lo ocurrido en Andalucía puede no ser punto de referencia en ningún caso para el resto de citas electorales, por mucho que los analistas de Despeñaperros para arriba lo crean. A la vista de los resultados, parece que el “orgullo socialista” llegó demasiado tarde.
Estas elecciones también han servido para certificar la defunción de Ciudadanos, al menos como marca, aunque está por ver si su capital humano transita hacia los brazos, abiertos o no, del Partido Popular.
Las izquierdas de Por Andalucía y Adelante Andalucía han intentado lo imposible: que el voto obrero, el voto diverso, el feminista, el andalucista le diera un vuelco a las encuestas, pero ni la gracia del carnaval de Cádiz, también invitado a estas elecciones, ha conseguido convertir en deseo en realidad.
La participación también ha concurrido a estas elecciones, una de las más bajas de la historia, un partido político nuevo que también se ha presentado y lo hará cada vez más a los ciclos electorales. El grado de desafección hacia la política, la escasa cantera de los partidos políticos y ese ventilador antidemocrático, siempre en funcionamiento, está demostrando que o nos ponemos en serio para recuperar el prestigio de la política o pronto terminaremos por tener que hacer del derecho al voto una obligación.
Pero a pesar de la embriaguez del éxito, el PP debería reflexionar cómo quiere seguir escribiendo la historia de Andalucía: si quiere pasar como un caballo de Troya contra la democracia y los valores de progreso que son los que forjan la identidad como nación moderna, o si quieren seguir uniendo su destino a una ultraderecha de valores fascistas y reaccionarios.
Traicionar a Andalucía siempre se ha pagado. A simple vista, podemos parecer un pueblo indolente y que eternamente sestea; existe un orgullo andaluz que ya está latente en las nuevas generaciones, ese que sale de las tripas y que no ha concurrido a estas elecciones entre memes o falsas verdeiblancas, pero sin ser un poder andaluz reconocible políticamente. Sin duda, Vox ya no será clave en la nueva legislatura y habrá que ver si el andalucismo que propone el PP es sincero.
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