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El Maresme, una comarca con cada vez más ricos y con los servicios públicos tensionados

Cuatro de las 20 ciudades con más renta per cápita de España están en este pequeño territorio, que acumula problemas en transporte público, educación y sanidad

Josep Catà Figuls

La historia del Maresme, la pequeña comarca alargada que cubre la costa al norte de Barcelona antes de que se convierta en la Costa Brava, siempre ha basculado entre dos almas: tranquilidad y actividad, ocio y negocio. Ya era así para los romanos, que instalaron ahí sus villas para gozar de la calma, pero que también supieron explotar el territorio con sus viñas. Del Maresme salieron con ímpetu los repobladores de Mallorca —entre ellos, la familia de Ramon Llull— y al Maresme fueron a descansar los que habían ido a hacer las Américas. Ya en tiempos modernos, esta dualidad se veía en el hecho de que los pueblos de montaña de esta comarca fueron los primeros destinos de veraneo para la burguesía barcelonesa, y a la vez este territorio, con sus fábricas textiles, tenía una fuerte actividad industrial, lo que motivó la construcción de la primera línea de tren de España, Barcelona-Mataró, en 1848.

Hoy, cuando la misma línea de tren es una de las que acumula más incidencias de la red de Rodalies y tarda prácticamente el mismo tiempo que hace 177 años en llegar a su destino, el Maresme sigue siendo, y cada vez más, el lugar que personas con cierto nivel de renta escogen para vivir, pero la actividad industrial es ahora anecdótica. Así se explican los contrastes del Maresme: una comarca con 472.572 habitantes, que ha crecido más de un 8% en una década, y donde conviven las ciudades con más renta per cápita de España, que tienen cada vez más riqueza, y poblaciones con menos recursos y con servicios públicos tensionados.

Desde hace muchos años, entre las ciudades con más renta per cápita hay varias del Maresme que repiten. Los últimos datos de la Estadística de Declarantes de IRPF por Municipios, de la Agencia Tributaria, lo corroboran: entre las 20 ciudades más ricas hay cuatro de esta comarca, y entre las 60 ciudades más ricas hay nueve. Alella (la sexta de toda España) es la que tiene mayor renta per cápita: 62.304 euros por habitante. Figuran en esta lista también Cabrils (la 12ª, con 58.951 euros), Cabrera de Mar (la 18ª, con 53.476 euros), Tiana y Teià (la 20ª y la 23ª, con más de 52.000 euros cada una), Premià de Dalt y Sant Andreu de Llavaneres (26ª y 27ª, con casi 50.000 euros), Vilassar de Mar (la 40ª, con casi 46.000 euros) y Caldes d’Estrac (54ª, con más de 43.000 euros por habitante). Todas estas poblaciones están por encima de Barcelona, que se encuentra en la posición 57 de las ciudades más ricas de España, y para encontrar a la capital del Maresme, Mataró, hay que bajar a la posición 484, que con 31.326 euros por habitante tiene la mitad de renta per cápita que Alella.

Más allá de que en lo alto de la lista siempre están estas poblaciones ricas, es interesante ver la evolución: no solo son las ciudades más ricas, sino que cada vez lo son más. Alella, por ejemplo, ha incrementado su renta per cápita un 41% desde el año 2013, Tiana lo ha hecho un 36%, y Vilassar de Mar un 39%, por nombrar algunas. Mataró ha visto incrementar su renta per cápita un 32%, pero con una población de 131.000 habitantes, ahí conviven muchas realidades diferentes y su densidad es mucho mayor (5.800 habitantes por kilómetro cuadrado, frente a los 1.064 de Alella, que tiene una población de 10.200 personas).

Un ejemplo de ello es el barrio de Rocafonda, conocido ahora por ser el lugar de origen del futbolista Lamine Yamal. El barrio es uno de los que acumulan más problemas estructurales, pese a haber sido ideado en su momento como un ensanche de Mataró para albergar a familias trabajadoras de la época más industrial. “En Mataró las urgencias del hospital siempre tienen un poco de colapso, y en las escuelas la cosa está justa, porque ha incrementado mucho la población, especialmente inmigrante, y hay pocos recursos para su acogida”, explica Xavi, nacido en esta ciudad aunque vive en Barcelona, quien también comenta la percepción de inseguridad que tienen algunos vecinos.

Hay el Alt Maresme y el Baix Maresme, con realidades muy distintas. La parte sur, hasta Argentona, siempre ha sido un sitio más rico, sobre todo los pueblos que tienen monte. La norte, más densa y con otro tipo de turismo, ha sido siempre más pobre. “En las décadas de los sesenta y setenta se empezaron a construir las urbanizaciones para gente de Barcelona y alrededores en el Baix Maresme. Estas segundas residencias se han convertido en primeras. Pero la renta de estos pueblos se genera fuera, aunque están empadronados aquí”, explica Carles Rocabert, alcalde de Cabrera y miembro del Consejo Comarcal del Maresme durante la década de los 2000.

En Vilassar de Mar, una de las ciudades que más ha atraído a nuevos habitantes en los últimos años, los cambios son evidentes, especialmente en el mercado de la vivienda. “Esta es una zona muy bien valorada para la gente que quiere un cambio de vida aunque siga trabajando en Barcelona”, explica David Llopis, gerente de la inmobiliaria Maresme Llar, con 20 años de actividad en la zona. “El flujo es constante, la gente vende lo que tiene en Barcelona y con lo que reciben se compran algo aquí. También hay gente que viene de otras partes de España e internacionales, pero estos son menos, y sobre todo era cuando había la golden visa [el permiso de residencia por la compra de una vivienda de más de 500.000 euros, que fue suprimido en abril de este año]”, señala. Los precios, tanto de alquiler como de compra, se han disparado en las últimas décadas, lo que explica que solo en Vilassar de Mar, con una población de 25.000 habitantes, haya 30 inmobiliarias. En esta localidad, un piso de 80 metros cuadrados ya no baja de los 350.000 euros.

Hay varios factores que explican el fenómeno, y que están detrás del boom experimentado especialmente en los últimos años: el clima y la tranquilidad es el primero; luego, la pandemia llevó a muchos vecinos de Barcelona a querer más espacio, y el teletrabajo permitió mantener el nivel de vida viviendo fuera de la ciudad; la crisis de la vivienda en la capital catalana ha expulsado a los vecinos en busca de alternativas; el tren, aun con sus deficiencias, es un eje de conectividad; la autopista sitúa a Barcelona a media hora en coche, y además es gratuita desde que se suprimieron los peajes en 2021, lo que ha conllevado un aumento del tránsito y el uso masificado de la carretera N-II, que discurre al lado de la vía del tren, paralelas las dos a la playa.

La pacificación de esta vía es una de las medidas que reclaman todos los alcaldes, pero para algunos es uno de los tantos problemas que genera el incremento de población. Rafa Navarro, alcalde de Premià de Mar y presidente del Consejo Comarcal, explica que las ciudades más ricas son las que tienen menos densidad de población, las que están en el sur del Maresme y tienen zonas de monte con urbanizaciones de casas con mucho espacio. En el norte del Maresme, donde la actividad está más ligada al turismo de masas —y, por lo tanto, con trabajadores con menos renta— y donde hay más densidad de población, la situación es distinta.

“Los servicios públicos están tensionados, solo hay que ver la línea de tren R1. Pero también el transporte público por carretera está colapsado. La gentrificación de Barcelona está gentrificando ahora al Maresme, y ya tenemos fenómenos como los pisos turísticos ilegales o los alquileres de temporada fraudulentos”, explica. Navarro lamenta que el Consejo Comarcal tiene que asumir cada vez más servicios, y que sufre infrafinanciación por parte de la Generalitat. Pone dos ejemplos más de servicios tensionados. Uno es la falta de plazas en guarderías públicas: en Premià de Mar la lista de espera es de 150 personas y están construyendo una nueva. Otro es el sistema sanitario: por la reorganización de la atención primaria, los habitantes del Maresme tienen que ir más a menudo al CUAP de Mataró o a su hospital, y los centros de atención primaria de los pueblos se han quedado sin especialidades ni tantos recursos. “Se está dando un fenómeno nuevo”, dice Navarro: “La gente se está trasladando a los pueblos del norte del Maresme, o de otras comarcas más asequibles. La gentrificación está llegando”.

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Sobre la firma

Josep Catà Figuls
Es redactor de Economía en EL PAÍS. Cubre información sobre empresas, relaciones laborales y desigualdades. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona. Licenciado en Filología por la Universidad de Barcelona y Máster de Periodismo UAM - El País.
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