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Rocafonda, el barrio del 304 que hace Lamine Yamal, es ahora orgullo y reivindicación de los jóvenes

La estrella de la selección empodera al humilde barrio de Mataró, que le ha visto crecer, al celebrar sus goles con los dígitos de su código postal

Vecinos del barrio de Rocafonda posan en la cancha donde jugaba Lamine Yamal.
Vecinos del barrio de Rocafonda posan en la cancha donde jugaba Lamine Yamal.Gianluca Battista
Irene Guevara

“¿Por qué estás aquí?”, pregunta un niño a los periodistas, que hacen fotografías en Rocafonda, un humilde barrio en Mataró (Barcelona). “¿Por qué crees?”, contesta uno de ellos. “Por Lamine”, resuelve, sonriente, antes de marcharse con su madre. No hacía mucho que había recibido un obsequio especial: una chaqueta del Barcelona. Fue la abuela de Lamine Yamal, vecina, quien se la regaló. Rocafonda, el barrio que vio crecer al joven futbolista —cumplirá 17 años este sábado—, estrella de La Masia del Barça y ahora la gran promesa de La Roja, era un barrio olvidado, apartado y estigmatizado.

Pero Lamine lo ha llevado a otra dimensión al reivindicarlo orgulloso, al igual que la mayoría de sus vecinos, al celebrar sus goles haciendo el 304 con las manos, los últimos tres dígitos del código postal del castigado Rocafonda (08304). Pintado en las paredes y muros, los niños sonríen cuando hablan del 304. Y los más mayores fruncen el ceño cuando se les pregunta por la situación del barrio: en sus ojos cargan con el peso del estigma. Pero ahora se sienten bien representados. Y con Lamine, estiman el reflejo de un esperanzador futuro.

“Es un referente para los niños pequeños. Mucha gente aquí aspira a ser como él. El 304 simboliza el barrio, representa a todos. Que él lo ha haga nos da a conocer a todo el mundo”, confiesa Jose Palacios, un joven que ha visto jugar a Lamine en las calles. Habla desde la plaza Joan XXIII, donde el precoz futbolista residía en el primer piso de uno de los bloques junto a su padre, su abuela y su tío, ahora de vacaciones en Marruecos. En una de las cuatro calles de la plaza está sentado Mustafa Elhamid, que regenta desde hace 16 años un local dedicado al transporte y almacenaje, y que destaca la mezcla de nacionalidades y desmiente los estigmas. “Lamine es un orgullo para España, no solo para el barrio”, sentencia.

Vecinos del barrio de Rocafonda juegan al fútbol en una cancha donde jugaba Lamine Yamal.
Vecinos del barrio de Rocafonda juegan al fútbol en una cancha donde jugaba Lamine Yamal. Gianluca Battista

Antes, la plaza era un descampado. Ahora, un parque infantil donde están prohibidas las pelotas. “Este es un barrio normal”, asegura una mujer sentada en un banco. Habla en árabe y, sonriente, traduce las opiniones de su compañera. “Es un barrio humilde, con muchas culturas. Se dicen cosas malas, pero cuando vives aquí, sabes lo que hay. Que salga un gran futbolista como él es un gran orgullo para nosotros. Ha pasado de estar jugando en las calles a hacerlo con los mejores del mundo”, añade Palacios.

Un barrio creado en los 60 para acoger a la población procedente del sur de España y que en los 90 se disparó con la llegada de extranjeros, la mayoría de África. Locales de productos de primera necesidad, fruterías, peluquerías, bazares con todo tipo de productos regentados, en su mayoría, por inmigrantes, llenan los rincones. En las calles, camisetas de todo tipo: PSG, Marruecos, Barça, Manchester City, Real Madrid. Estos días, sobre todo, de España, con el nombre de Lamine. En los balcones, banderas españolas. Y en las tiendas y bazares, también. Según el Instituto Nacional de Estadística, casi la mitad de la población de Rocafonda está en riesgo de pobreza. Edificios sin ascensor, visiblemente deteriorados. Pero Rocafonda va más allá: es una comunidad, y en cada esquina, hay fútbol. Los vecinos aseguran que, desde que se disparó el fenómeno Lamine, cada vez hay más niños jugando.

A unos cientos de metros de la plaza donde se crio Lamine está la pista de cemento de fútbol donde el joven marcó sus primeros goles. La convocatoria es clara: a las seis de la tarde empiezan las pachangas. Conforme van llegando, los chicos dan la mano a todo aquel presente. Es difícil encontrar algún joven con el que Lamine no haya jugado en las calles, o lo haya visto regatear. Y absolutamente todos conocen su nombre. “El factor Lamine ha sido muy bueno. Ahora están más motivados, tienen más ilusión. Antes dejaban el fútbol para estar en el parque”, explica Sergio Martínez (de 31 años), entrenador de uno de los equipos del barrio. A su lado, y rodeado cada vez de más jóvenes que llegan pelota en mano, Cristian Blasco (35 años), que compartió momentos con el padre de Lamine, y que destaca la figura del joven: “Los niños lo ven como un ídolo. Ves que la juventud tiene sueños”.

Imagen del Bar Cristóbal, un lugar frecuentado por la familia de Lamine Yamal.
Imagen del Bar Cristóbal, un lugar frecuentado por la familia de Lamine Yamal.Gianluca Battista

En la pista —como reflejo del barrio— se juntan todas las edades y se cuidan entre mayores y jóvenes. “A veces se sacan muchas cosas de contexto. Es un barrio más tranquilo de lo que se dice. Hay gente buena y mala, como en todas partes, pero nada excesivo”, recalca Martínez. Blasco está de acuerdo: “Es un barrio de gente trabajadora. A los chavales da gusto verlos”. Uno de ellos es Mohamed Yassir (de 15 años), vestido con la camiseta del Barça. “Que Lamine haga la pose del 304 hace que el barrio se sienta importante, y ahora todo el mundo habla bien de él”, confiesa Yassir.

Y tras los partidos, o antes, la parada es obligatoria en El Cordobés, lugar habitual de Lamine desde pequeño, y aún más de su padre, que a veces echa broncas por videollamada a su hijo sentado en el bar. En la pared se alza como un trofeo la primera camiseta profesional del joven, y Juan Carlos Serrano Muñoz, propietario del local desde hace 30 años, atiende orgulloso a curiosos y periodistas. “Yo le dejaba dinero al padre para que su hijo no se colase en el tren”, recuerda. “Es un barrio con mucho mestizaje y muchas nacionalidades. Aquí convivimos perfectamente, con sus más y sus menos, como en todos los barrios. Pero que ahora salga por noticias buenas es un orgullo”, sentencia Serrano Muñoz.

El martes por la noche, las calles gritaron, eufóricas, el gol de Lamine en la selección. “Ahora toca disfrutar de él. En el barrio todos estamos muy orgulloso y felices por su familia”, destaca Martínez. Lamine ha puesto Rocafonda en el mapa. Para ellos es más que un futbolista: es un símbolo de progreso, de futuro y de esperanza. Antes todos querían ser como Messi. Ahora, en Rocafonda, como Lamine.

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