Las maniobras de Junqueras para volver al liderazgo de ERC ponen en jaque los acuerdos con los socialistas
Tras dejar la presidencia del partido, el republicano quiere recuperar el control y alega que no ha tenido culpa en la sucesión de escándalos y malos resultados
Entre la decena de libros que tiene publicados Oriol Junqueras hay uno que lleva por título Contra l’adversitat, donde recupera una cita del poeta griego Homero: “Ante las adversidades no hay que lamentarse, sino aportar soluciones”. Esquerra Republicana vive apabullada por una sucesión de crisis internas que han estallado en cadena para destartalar el partido, justo cuando ha perdido el control de la Generalitat. Junqueras dimitió, pero pretende volver. Trata de reivindicarse como un fontanero idóneo para reparar la avería que ha gripado la maquinaria republicana.
Tiene 55 años y ha pasado los últimos 13 dirigiendo los destinos de Esquerra en forma de tándem junto a Marta Rovira, pero se siente ajeno a los males que ha sufrido la formación en su particular semestre aciago. Una pretendida inocencia que también le sirve para tomar distancia con respecto a los compromisos políticos cerrados por la actual dirección. Su posible vuelta a la sala de control de ERC pone en jaque los acuerdos con los socialistas, que posibilitaron la investidura de Salvador Illa (PSC) en Cataluña y que apuntalan la mayoría parlamentaria del Gobierno de Pedro Sánchez.
El pasado 29 de julio, la ejecutiva de Esquerra Republicana compareció en público en Barcelona para anunciar que se había alcanzado un preacuerdo con el PSC para facilitarle la presidencia a Salvador Illa a cambio de un “avance en la soberanía fiscal” de Cataluña a través de una reforma del modelo de financiación que otorga “la llave de la caja a la Generalitat”. El pacto, negociado por Marta Rovira, convalida “una reivindicación histórica”, según se ha repetido desde la dirección de ERC. El expresident Pere Aragonès incluso lo ha catalogado como “el mayor salto adelante en soberanía desde el año 1977”.
Junqueras, que dimitió de su cargo de presidente de ERC un mes antes del acuerdo, se limitó a valorarlo con un comentario en las redes sociales: “Todo el respeto por el trabajo hecho por el equipo negociador liderado por Marta Rovira”, dijo, al tiempo que decía entender “las dudas” que podía generar en las filas del partido independentista sellar acuerdos y “su cumplimiento por parte del PSC y el PSOE”. Junqueras ya advirtió entonces de que si lo pactado no se cumple es menester “retirar explícitamente” el apoyo a los socialistas. Conoce bien el palpitar de la militancia de ERC, unos 8.500 afiliados, y tiene memorizado el resultado de la votación interna que debía validar el pacto con el PSC: ganó el sí, pero con un 45% de votos en contra.
En 2017, cuando Junqueras era vicepresidente de la Generalitat y conseller de Economía, Salvador Illa, entonces secretario de Organización del PSC, le acusó de ser el principal responsable de la fuga de empresas de Cataluña y le señaló públicamente por haber provocado “el mayor daño a la economía catalana”.
“Este pacto se lo ha encontrado hecho”, manifiestan fuentes cercanas a Junqueras, en relación al acuerdo de ERC con el PSC. “No ha participado en la toma de decisiones”, abundan las mismas voces. Ese argumento lleva implícita una carga explosiva, toda vez que Junqueras pueda querer imprimir un rumbo propio al partido, cuando tome el volante. Un zarandeo que lo mismo resuena en la Generalitat que tiene capacidad para alterar la relación de ERC con el Gobierno de Sánchez. Y más aún si se atiende a que Esquerra no quiere quedar relegada en la carrera que mantiene con Junts per Catalunya por dirimir quién representa mejor al independentismo. Esa pugna entre Junts y ERC es una extensión de la hostilidad entre Junqueras y Carles Puigdemont, antiguos socios en el Govern y ahora rivales acérrimos. Junts confirmó este sábado que celebrará a finales de octubre en Calella (Barcelona) su congreso político para redefinir la estrategia del partido y para elegir sobre quién recae el liderazgo de la formación, una vez que el pacto de PSC y ERC ha cerrado a Puigdemont el camino de la presidencia de la Generalitat y ha hecho añicos la unidad del independentismo.
El sector más cercano a Rovira niega que Junqueras haya sido nunca un cargo testimonial: “Mientras fue el presidente de Esquerra no dio margen para decidir ninguna estrategia de partido. Y tal vez eso sea lo normal, porque al final la decisión la tiene que tomar quien es el máximo responsable, pero el resultado de su toma de decisiones nos ha llevado hasta donde estamos ahora. Y Oriol [Junqueras] y su entorno representan cualquier cosa menos renovación”.
Los críticos de Junqueras mantienen que la única intención del expresidente es tratar de boicotear los intentos por armar una candidatura que sea capaz de plantear oposición en la pugna por el control del partido. Una vez que Rovira ha confirmado la renuncia a la secretaría general, sus fieles tratan de dar con una figura que pueda servir de contrapeso a Junqueras. La exvicepresidenta del Govern Laura Vilagrà o la diputada en el Congreso Teresa Jordà son nombres que cuentan con posibilidades de liderar una lista. “Pensaron que la candidatura de Junqueras sería débil, y ahora resulta que no es él quien tiene problemas para encontrar a gente que quiera dar la cara”, manifiestan desde el entorno del expresidente que quiere volver a mandar.
A Junqueras, la excusa de que era un presidente relegado le ha servido para defender que nunca supo nada de la campaña interna para asociar a los hermanos Maragall con el alzhéimer. El conocido como escándalo de los carteles ha conmocionado al partido y ha acabado con la carrera de Sergi Sabrià, responsable de la comunicación de Pere Aragonès y hombre de la confianza del expresident. Pero Junqueras ha logrado resistir sin apenas rasguños. Sus colaboradores también señalan que, igual que se le marginó a la hora de tomar controvertidas estrategias de partido, no se le tuvo en cuenta cuando Aragonès resolvió anticipar las elecciones. Una decisión que ofeció un dudoso beneficio a ERC: perdió el Govern y pasó de 33 diputados a 20.
La historia acostumbra a ser cíclica y Junqueras, historiador de formación, sabe que una despedida puede ser solo el preludio de un recibimiento. Cuando anunció que renunciaba a la presidencia de ERC, se guardó un as en la manga: “Siento la necesidad de salir a la calle para saber qué quiere la gente”, dijo. Una manifestación que no gustó a Rovira, defensora de buscar “nuevos liderazgos”. Junqueras ha logrado que un centenar de consejeros nacionales de ERC, un tercio del total, avalen su propuesta para adelantar el congreso que está convocado para el 30 de noviembre.
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