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La negociación de la investidura aviva la disputa por el poder en Esquerra

Una amnistía que habilite a Junqueras pondrá en la cuerda floja a Aragonès como candidato republicano a la Generalitat

Pere Aragonès (a la izquierda) y Oriol Junqueras, en un acto electoral en Barcelona, el 21 de julio.
Pere Aragonès (a la izquierda) y Oriol Junqueras, en un acto electoral en Barcelona, el 21 de julio.MASSIMILIANO MINOCRI
Camilo S. Baquero

Esquerra Republicana defiende la amnistía a los encausados por el procés desde primera hora, pero, si llegara a buen puerto, el triunfo será agridulce. El partido liderado por Oriol Junqueras sigue noqueado tras los dos fiascos electorales de este año, y ahí se inscribe el afán y cierta torpeza en su intento por hacerse sitio en una negociación de investidura a la que llegaba tras perder casi la mitad de sus diputados, igualando los siete escaños de Junts. Los republicanos insisten en reivindicar el camino recorrido en la mesa de diálogo y los indultos, pero no son pocos los que en privado aceptan que el tanto por la amnistía se lo anotarán los de Junts, con Carles Puigdemont a la cabeza.

El sinsabor, sin embargo, será más complejo. Con la amnistía, ERC logrará salvar una generación de cuadros del partido y se acerca a su postulado de “poder negociar en igualdad de condiciones” con el Gobierno. Pero también abre la caja de Pandora del futuro político de Junqueras. Sin la pena de inhabilitación, el líder de ERC tiene vía libre para ser candidato en cualquier contienda electoral y en el horizonte hay tanto unas europeas como unas catalanas. No sería la primera vez que su estrategia chocara con la de Pere Aragonès, que se enfrenta ahora a la prueba de fuego de revalidar la presidencia de la Generalitat en unos comicios que, como máximo, se han de celebrar en febrero de 2025 y que las encuestas no prevén fáciles.

Oficiosamente, en ERC confían en que las urnas premiarán la gestión que consideran responsable y que logros como la gratuidad en las guarderías o el récord histórico de agentes de los Mossos, maestros y profesionales de la sanidad juegan a favor de revalidar el Ejecutivo de Aragonès. Además, creen que es muy pronto para pensar en candidatos, además de insistir en que el cierre de filas con el jefe del Govern es total.

“¿Quién es el candidato de ERC a las autonómicas?”, se pregunta un exdirigente de ERC. “¿Y el de Junts?”, continúa. El soliloquio viene a cuenta porque no solo Junqueras podría ser candidato con la amnistía. Puigdemont, si regresa de Bruselas, tendría la misma posibilidad para serlo por Junts, con el agravante de que allí ningún plan b cuaja tras la caída en desgracia de Laura Borràs, condenada por falsedad y prevaricación. “La verdadera lucha es por el poder aquí, eso no se puede olvidar nunca”, agrega el veterano militante republicano para remarcar la tentación de convertir las elecciones catalanas en la reválida de las de 2017, que se convocaron bajo el 155. En ese escenario, la línea oficial de que Aragonès es la apuesta electoral se tambalea.

El futuro político de los condenados en el juicio al procés siempre ha estado en el centro del debate, tanto de los indultos como de la amnistía. La inhabilitación sí se mantuvo tras la medida de gracia, pero ahora, desde las filas de ambos partidos, son tajantes al afirmar que no aceptarán que se cercenen los derechos de sus líderes. Otra cosa es que tanto Junqueras como Puigdemont, estrategias de partido y pulsiones personales aparte, finalmente decidan dar el paso.

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De momento, sin embargo, nadie ha renunciado categóricamente a nada, y esa indeterminación es sangrante en ERC. Es conocida la historia de cómo Aragonès, sin llegar a los 40 años, se hizo con las riendas del partido. Un día de enero de 2018, en el locutorio de la cárcel de Estremera, Junqueras le ungió. “Si le pasa alguna cosa a ella, te toca a ti”, le dijo en referencia a la secretaria general del partido, Marta Rovira, que dos meses después huyó a Suiza para evitar un juicio en España.

El ahora president, protegido entonces por la autoridad moral de Junqueras, aceptó el encargo sin que las bases chistaran, capitaneó la nave y logró llevar al partido a sus cuotas más altas de poder en Cataluña y en el Congreso. El camino no ha estado libre de obstáculos para intentar consolidar su liderazgo. Pero ahora que llega la oportunidad de mostrar luz propia, planea la amenaza de que el mismo dedo que le nombró argumente que, como el político mejor valorado según el CIS catalán, es la mejor carta para unas elecciones clave para los republicanos.

Repetición

Suponiendo que no haya repetición electoral en enero, antes de que se agote la legislatura catalana en 2025 llegarán las elecciones europeas del próximo año. Pese a que no suelen ser una contienda que levante entusiasmo, su resultado será mirado con lupa para constatar la consolidación o no de la tendencia abstencionista de los independentistas tras las municipales de mayo, y la magnitud del respaldo a la manera en que se ha negociado la investidura.

Seguramente será en ese momento cuando se comience a tener claro el voltaje de la contienda interna en el independentismo. De momento, Puigdemont no ha tenido realmente que enfrentarse a dar cuentas por la estrategia de Junts, pero, ante los fracasos de los dos últimos comicios, Junqueras sí ha visto por primera vez cómo emergen voces que critican la estrategia del partido.

La pérdida de la exclusividad de la relación el PSOE tras las pasadas elecciones generales ha sido un golpe duro de encajar para los republicanos. Y está siendo también una prueba de fuego para la bicefalia en ERC, que ya en el pasado había dado la imagen de roces y choques constantes. Junqueras, por ejemplo, se lanzó a vetar al PSC en la negociación de los Presupuestos de la Generalitat del año pasado, dejando en aprietos a un Aragonès que veía cómo se ponía en riesgo la continuidad del Gobierno monocolor, con solo 33 diputados —de los 135 del Parlament—, como quedó tras el divorcio con Junts.

La llamada de Sánchez a Junqueras el miércoles ayudó a aliviar la tensión de las últimas semanas, pero, al mismo tiempo, terminó por erosionar el ya desdibujado papel de Gabriel Rufián, en el Congreso en general y en la ronda de contactos con Sánchez en particular. Cierta escenificación de aterrizaje de Junqueras en las negociaciones pareciera chocar con la apuesta de Aragonès para que el Govern asuma cierto liderazgo. Y, aunque el president usara el referéndum como el mecanismo para sacudir la negociación, su ojo está puesto en poderse anotar el traspaso de Rodalies (el Cercanías catalán) y las mejoras en la financiación. “Aragonès sabe que cuanto más se refuerce el Govern, más opciones tendrá”, dice una voz de la dirección.

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Sobre la firma

Camilo S. Baquero
Reportero de la sección de Nacional, con la política catalana en el punto de mira. Antes de aterrizar en Barcelona había trabajado en diario El Tiempo (Bogotá). Estudió Comunicación Social - Periodismo en la Universidad de Antioquia y es exalumno de la Escuela UAM-EL PAÍS.

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