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Las ocupaciones de vivienda, el chabolismo del siglo XXI

Un estudio señala que el origen de los dos fenómenos es el mismo, la falta de pisos, y equipara las circunstancias y el perfil de sus protagonistas

Vivienda Cataluña
Desahucio de una familia en el barrio de Ciutat Meridiana de Barcelona, en enero pasado. Habían ocupado una vivienda después de que les echaran de otro piso al no poder pagar el alquiler.CRISTÓBAL CASTRO
Clara Blanchar

La ocupación de viviendas en la actualidad es la nueva versión del barraquismo. Lo afirma un informe que ha publicado el Observatorio de Derechos Económicos Sociales y Culturales (DESC) de Barcelona y que analiza y equipara las causas, el perfil y la realidad de los protagonistas de los dos fenómenos. El trabajo señala que las sociedades han resuelto de distintas formas la necesidad de techo y que la población “mal alojada” es una constante, con variantes, en cada territorio o momento histórico. Técnicamente es “vivienda precaria, informal o insegura”, un alojamiento que “no es digno ni adecuado, por motivos legales, constructivos, de seguridad, o estabilidad”. Lo eran las chabolas y lo es la ocupación por parte de familias, afirman los autores estableciendo paralelismos: cómo llegan sus protagonistas a las dos realidades, la condición de migrantes de buena parte de ellos, la presencia de intermediarios, el malestar y los problemas de salud que genera la inseguridad habitacional, o la criminalización de los dos colectivos. Y en origen, señalan, está la falta de vivienda digna y de un parque público. El trabajo recoge y compara testimonios, actuales y antiguos, de Barcelona y Cataluña, en situaciones que son extrapolables a otros puntos de España.

Uno de los autores del informe, Guillem Domingo, investigador y técnico de vivienda del Observatorio, argumenta cómo llegaron a establecer el paralelismo. “Tras el estallido de la burbuja del ladrillo en 2008, la lucha por la vivienda y contra los desahucios llegó en 2015 a cuotas de sensibilización muy altas, la sociedad identificó el problema, sus responsables y las soluciones”, relata. Entre 2007 y 2022 hubo casi 700.000 procesos de ejecución hipotecaria, recuerda el trabajo. “Pero tras desahucios, pérdidas de empleo o situaciones de irregularidad administrativa, una parte de aquellas familias siguen en situaciones ultraprecarias que les llevan a ocupar; una situación sobre la que se ha construido un nuevo enemigo público que se desdibuja y no tiene cara, no es una mujer o una mujer con menores a cargo”, lamenta Domingo. Y añade que el fenómeno se afronta “con falsas soluciones, como cambiar el código penal para desalojar más rápido, pero el problema no desaparece”. “Ante la criminalización y los falsos discursos sobre los ocupas”, defiende, “vale la pena hacer el paralelismo para tener memoria y saber de dónde venimos”. “Nuestras ciudades, Barcelona, Madrid, Valencia o Bilbao se han construido en parte como consecuencia de crisis de vivienda bestiales, con barrios de autoconstrucción periféricos”, recuerda.

El informe sitúa las causas de las ocupaciones en la crisis del ladrillo y los desahucios; la bolsa de casas vacías que dejaron; la financiarización del mercado inmobiliario, con hipotecas o paquetes de vivienda que han sido comprados sucesivamente; y la falta de un parque público. Y advierte de la falta de cifras oficiales, más allá de datos parciales y desfasados del Institut Cerdà (el 0,45% del parque estaría ocupado, 2017) o el Foessa, vinculado a Cáritas (el 0,2% de los hogares principales, 2019). “Contabilizarlo mostraría las vergüenzas de las políticas de vivienda. Si hay listas de espera en las mesas de emergencia de vivienda o el registro de solicitantes de pisos públicos, es porque la administración no ofrece soluciones”, insiste el investigador. “Si hubiera vivienda para realojar a las familias desahuciadas, no comprarían las llaves de un piso ocupado”, concluye.

Testimonios que tienen mucho en común

Las voces recogidas de personas que han ocupado recientemente en asambleas de entidades como la PAH (la Plataforma de Afectados por la Hipoteca), y los testimonios de antiguos chabolistas de Barcelona compilados en bibliografía o documentales tienen mucho en común. Familias que apalabran viviendas en las que resulta que viven otras familias, una por habitación. Migrantes que, décadas atrás, tenían varios trabajos, pero mal remunerados y no podrían pagarse un piso; o migrantes actuales que están en situación irregular y no pueden trabajar legalmente, o tienen contratos de media jornada y nadie les alquila un piso. La falta de suministros como agua o luz en los dos casos. O la decisión de familias con hijos de pagar comida antes que vivienda. Testimonios que repiten que qué más quisieran que poder entrar legalmente en un piso y no ser el vecino ocupa; o los que ponen en valor la mano de obra que los barraquistas supusieron para las ciudades y las duras condiciones en las que vivieron. También aparece el estigma de quien vivía en una chabola o ahora ocupando y no lo cuenta en el trabajo o cuando le visita el médico.

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“¿Quiénes ocupan hoy y quienes vivían en los poblados de barracas en el pasado? Personas con necesidades. Porque no pueden por temas de documentación, por temas de dinero… si te ves en esta situación no es porque quieras”, responde uno de los testimonios recabados.

Edificio de obra nueva ocupado desde hace años en el distrito de Horta-Guinardó de Barcelona.
Edificio de obra nueva ocupado desde hace años en el distrito de Horta-Guinardó de Barcelona.Gianluca Battista

La criminalización de ocupas y chabolistas es otro tema que aborda el informe, con voces actuales y antiguas, sobre el estigma de vivir en estas situaciones a la hora de ir al médico o a buscar empleo. “La gente se piensa que eres un caradura”, afirma una mujer citada en el informe que vive en un piso ocupado propiedad de Blackstone. El informe señala que el grueso de las ocupaciones y desahucios se producen en pisos propiedad de fondos de inversión. “Vivir en las barracas significaba que te marginaran, como si estuviéramos por capricho, porque éramos maleantes”, narraba una pareja en el documental Barraques, l’altra ciutat.

“¿Cómo puede ser que estemos en las mismas?”

Custodia Moreno, activista vecinal del barrio del Carmel de Barcelona, que vivió en una barraca cuando llegó con su familia desde Granada en 1947, se “enciende” al ver que “estamos en las mismas, claro que hay paralelismos”. “¿Cómo puede ser?”, exclama y lamenta que tampoco las barracas han desaparecido de las ciudades y su extrarradio. Señala el asentamiento del barrio de Vallcarca o la favela de Montcada, al lado de Barcelona. Sobre la causa, también apunta a la misma entonces y ahora: “La falta de vivienda”. “Habría que hacer un pacto de Estado y vivienda a porrillo, de alquiler”. Sobre el perfil migrante de los barraquistas y muchos ocupas, entiende que ahora es peor, “por la falta de regularización”. “Entonces éramos parias y teníamos falta de libertad [durante el Franquismo]; pero trabajo había, mal pagado, pero había. ¿Cómo es posible que ahora lleves diez o 15 años aquí y no tengas papeles?”, se indigna. También cita los problemas de salud que genera “una situación tan irregular como vivir en una barraca o un piso ocupado, no puedes hacer ningún tipo de plan de vida”. Y reconoce que entonces como ahora, “o eres muy íntegro o caes en la picaresca”. El informe del Observatori DESC analiza también la presencia de intermediarios en los poblados chabolistas o en los pisos ocupados. En las barracas había quien vendía certificados de empadronamiento; en los pisos ocupados hay quien vende las llaves de los pisos. En ambos momentos históricos se realquilan habitaciones.

Desde la PAH, una de sus fundadoras y portavoz, Lucía Delgado afirma que la ocupación “es volver al pasado: criminalizar a las personas sin recursos que buscaban un techo, en aquél momento lo levantaban con sus manos y ahora se ocupa vivienda vacía de los bancos”. En los dos casos se ataca a las familias “en vez de ir a las causas” y señala que a los chabolistas, en el pasado, “se les dio solución, con vivienda social, pese a las carencias que tenía”, y que la solución ahora “es tener vivienda pública a partir de los pisos vacíos de bancos y fondos buitre”.

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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