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El difícil equilibrio de Salvador Illa

El líder del PSC se arriesga a que se desdibuje su rol de jefe de la oposición en Cataluña tras darle aire a Aragonès con los Presupuestos

El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, y el primer secretario del PSC, Salvador Illa, en la firma del acuerdo para aprobar los presupuestos de la Generalitat para el 2023.
El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, y el primer secretario del PSC, Salvador Illa, en la firma del acuerdo para aprobar los presupuestos de la Generalitat para el 2023.Albert Garcia
Marc Rovira

Salvador Illa está habituado a bregar con esfuerzos de largo recorrido. Disciplinado corredor de fondo, culminó el último Maratón de Valencia en 3 horas 49 minutos, da pocas muestras públicas de dejarse arrastrar por las prisas. El reciente pacto de presupuestos que cerró personalmente con Pere Aragonès para que el PSC preste oxígeno al gobierno de Esquerra Republicana siembra de dudas el papel de oposición que pueden jugar los socialistas de ahora en adelante en Cataluña. Pero en el radar de Illa la meta figura detrás un puñado de hojas de calendario.”Nuestra manera de hacer las cosas no va a cambiar, no estamos aquí para apuntalar un gobierno que colapsa, pero somos gente responsable y entendemos que estos Presupuestos son necesarios para Cataluña” razona el propio Illa. “No hay ninguna duda de que el PSC ejercerá su papel de oposición, pero al final, lo más relevante del pacto de presupuestos es que se han fulminado los bloques que había en Cataluña y se abre la puerta a poder cerrar pactos electorales que eran impensables hace solo unos meses”, manifiesta un colaborador del primer secretario del PSC.

El Govern mantiene que el compromiso alcanzado para dar luz verde a los presupuestos no implica “un pacto de legislatura”, pero el empujón presupuestario de los socialistas allana el camino para que el president Aragonès pueda plantearse llegar hasta el fin del mandato, el primer trimestre de 2025. Y es en ese escenario donde Illa tiene fijado su pico de forma para tratar de asaltar la presidencia de la Generalitat y romper un ciclo de más de una década de presidentes independentistas. Tras relevar sorpresivamente a Miquel Iceta como cabeza de cartel, el 14-F del 2021 Illa ya se convirtió en el primer socialista que ganaba unas elecciones al Parlament desde el año 2003, cuando Pasqual Maragall se impuso en votos pero no en escaños. Hace dos años, el PSC y Esquerra fueron las fuerzas más votadas y empataron a 33 diputados. Darle ahora aliento al rival político más directo chirría con el perfil que había querido marcar el PSC, que incluso llegó a nombrar un Govern Alternatiu, invistiendo a Illa en el papel de presidente a la sombra, con sus consejeros y todo.

“Se hará una oposición con el estilo Illa, exigente pero con la mano tendida”, indican desde el PSC. Esta semana, en el Parlament se visualizó un pacto de no agresión entre los socialistas y el Govern. Illa mandó a sus diputados retirar una moción acerca de las embajadas catalanas en el exterior. El texto de los socialistas instaba al Govern a no abrir nuevas oficinas en el extranjero, pero fue retirado ante las escasas posibilidades de que saliese adelante. Eso evitó dejar en evidencia un desacuerdo entre ERC y el PSC en un tema que, sobre el papel, fue materia de negociación para el acuerdo de los Presupuestos. También esta semana, Esquerra decidió apoyar una nueva ley, avalada por Junts y el PSC, que permitirá a los Ayuntamientos actuar ante ocupaciones de pisos de grandes propietarios que generan problemas de convivencia vecinal.

El jefe socialista asegura que será firme en “fiscalizar” al Ejecutivo de Aragonès, pero defiende que la acción de su partido tiene que guiarse por la senda de la responsabilidad. “Aprobar el presupuesto no supone rescatar al gobierno”, matiza Illa, que se declara poco amigo “del acoso y derribo”. Dice estar poco preocupado por el coste electoral que pueda tener su gesto hacia el PSC, y se aferra a un razonamiento pragmático: “En la política se está para ser útil y en este caso los ciudadanos de Cataluña no tiene porque pagar los efectos de que el Govern esté en minoría”.

Pese a la declaración de intenciones, el acercamiento de ERC y PSC no fue una operación fácil. Los desplantes, primero, del presidente de Esquerra Oriol Junqueras rechazando el respaldo socialista entorpecieron las conversaciones. Y cuando quedó patente que Esquerra solo podía contar con los votos del PSC porque Junts se apartaba de cualquier acuerdo con los exsocios, Illa puso sobre la mesa una lista de condiciones en materia de infraestructuras que resultaban espinosas para el Govern. Diseñar un plan para aumentar el tráfico del aeropuerto de Barcelona El Prat, impulsar el cinturón orbital de Barcelona en la B40, obra conocida como Cuarto Cinturón, o desencallar la construcción del megacomplejo turístico con casinos Hard Rock en Tarragona eran puntos irrenunciables para los negociadores socialistas. Ahí radica uno de los riesgos que afronta Illa. Basar su oposición en los incumplimientos del Govern dejará en evidencia la esterilidad de las negociaciones hechas por el PSC para dar luz verde a las cuentas de la Generalitat. “En el pacto de Presupuestos se acordó una comisión de seguimiento que se reunirá trimestralmente y que se puede convocar de forma extraordinaria a petición de una de las partes”, alegan desde el PSC. “Quien no cumpla con lo pactado, que se atienda a las consecuencias”, indican las mismas fuentes.

Antes de ser presidente, Aragonès ocupó la consejería de Economía y siempre ha sido consciente de la conveniencia de aprobar las cuentas con premura. ERC maniobró para presionar al PSC, pactando primero con En Comú Podem y, luego, buscando un acuerdo transversal con sindicatos, patronal y agentes sociales donde se ponía de relieve la urgencia de desbloquear los Presupuestos. “Presión de verdad es tener que afrontar 700 muertos al día”, respondió alguna vez Illa a su entorno, en referencia a la perspectiva que le dio tener que lidiar con una pandemia siendo Ministro de Sanidad.


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