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De personaje de ‘Mad Men’ a héroe de Julio Verne: el publicista que dio la vuelta al mundo a bordo del velero ‘Thor’

David Ruiz recoge las memorias de cuatro años de viaje en solitario en ‘Irse’, un libro cuya escritura le ha supuesto un “aterrizaje suave” en su vuelta a la vida cotidiana

David Ruiz, en el interior de su velero.
David Ruiz, en el interior de su velero.Carles Ribas
Gonzalo Moncloa Allison

David Ruiz (62 años) descubrió que el mundo había cambiado cuando en mayo de 2020 entró con su velero a un puerto egipcio casi desierto y vio por primera vez a personas con mascarillas, guantes de látex y mangueras de fumigación. El planeta llevaba semanas confinado por la pandemia. Ruiz, que entonces contaba casi cuatro años navegando en solitario alrededor del mundo, se estaba quedando sin provisiones. “Fue un shock, Mad Max se hacía realidad”, sugiere el publicista en alusión a la famosa película apocalíptica, mientras sostiene la conversación en el ático de Poblenou (Barcelona) que le sirve de casa y estudio. Poco antes había intentado fondear en Eritrea, en el cuerno de África, pero los militares lo echaron del país. Ocurrió lo mismo en Sudán. En aquel puerto egipcio las autoridades le dieron 15 minutos para abastecerse de alimentos y combustible, aunque le prohibieron permanecer en tierra. Hasta que encontró la isla de sus sueños.

Antes de llegar a este punto, cabe decir que Ruiz se mantenía fiel a las palabras que lo impulsaron a zarpar de Barcelona el 9 de noviembre de 2016. Eran unas frases del escritor norteamericano Mark Twain que el publicista tenía colgadas en el galardonado estudio de diseño que había fundado más de dos décadas atrás, y que cerró para emprender el viaje. “Dentro de 20 años estarás más decepcionado por las cosas que no hiciste que por las que hiciste. Así que suelta amarras, navega lejos de puertos seguros, coge los vientos alisios. Explora. Sueña. Descubre”. El peligro era una opción; pero él decidió seguir el mensaje al pie de la letra.

David Ruiz a bordo de su velero Thor.
David Ruiz a bordo de su velero Thor.Carles Ribas

Durante los primeros meses, recorrió zonas del Atlántico más “turísticas” y “seguras”, recuerda Ruiz, que con la vuelta al mundo en solitario buscaba superar los cinco viajes anteriores que ya había realizado por ese océano (tres de ellos sin compañía) a bordo del Thor, el velero que nombró en honor al explorador noruego Thor Heyerdahl, conocido por viajar desde las costas del Perú hasta la Polinesia en la balsa Kon-Tiki.

Los sustos no tardaron en llegar. Ya había cruzado el Canal de Panamá cuando a mediados de 2017, a un día y medio de distancia de las costas del Pacífico colombiano, vio con los prismáticos cómo se acercaba una lancha sin cabina con tres individuos dentro. Uno de ellos esgrimía un cuchillo. A Ruiz le habían recomendado que llevara algún tipo de arma para protegerse; también había leído la historia de un navegante francés que, tras una experiencia con piratas, dijo llevar consigo material para preparar cócteles molotov. Ruiz había tomado nota de ello: tenía un cajón con botellas de cristal, trapos, gasolina y aceite para fabricar; además, había comprado un tirachinas profesional y un cuchillo, que también ondeó con la intención de disuadirlos; pero no lo logró.

Cuando la embarcación se acercó a 10 metros, le gritaron que su velero llevaba enganchado un bidón. Efectivamente, lo vio. “No sabía qué hacer”, recuerda, “me habían dicho que esta era una de las tácticas para atracarte”. Las tres personas se identificaron como pescadores. Dijeron que partían de un buque nodriza, y el bidón era para marcar la zona de pesca. Era verdad. Más tarde se reirían, pero Ruiz se llevó un susto que lo hizo entender que “el viaje real había comenzado”. El temor de tener que enfrentarse a piratas volvería en el futuro.

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Ruiz se sentía como uno de los héroes “de Julio Verne”. Y aunque su profesión hasta entonces lo había perfilado como un personaje de Mad Men (“Una serie maravillosa, una joya”), fueron las historias de navegantes solitarios, aquellas que incendiaron su imaginación adolescente, las que desde siempre gestaron su aventura. El Thor se mantenía al galope de los vientos alisios, de este a oeste; y como Phileas Fogg, el protagonista de Julio Verne en La vuelta al mundo en 80 días, a Ruiz pronto lo asediaron nuevas adversidades.

Cuando llevaba media vuelta al mundo, más o menos a finales de 2019, el navegante tuvo una crisis en el Estrecho de Torres, entre Australia y Papua Nueva Guinea. Unas semanas antes había sometido al Thor a una serie de reparaciones, lo que le permitió a Ruiz disfrutar de la compañía de su hija, que –como su otro hijo– venían a visitarlo cuando podían allí donde él estuviera. El largo proceso de reparaciones (unas seis semanas), sin embargo, dejó al navegante “con la moral muy baja”. La ruptura del piloto automático en el mencionado Estrecho propició una crisis generalizada.

Ruiz llevaba al timón unas 50 horas sin descansar. Se equivocó: entró por donde no debía. Entonces empezó a salir humo del motor. Las corrientes lo atraparon, y parecía que se iba contra las rocas de la isla de Horn cuando alcanzó a soltar el ancla a 100 metros de un arrecife. Logró fondear; pero tuvo que pasar un mes solo. En su diario de viaje registra momentos de “pánico”: escribe que no se reconoce en el espejo; le traiciona la voz cuando habla. Cuando levó el ancla un mes después y retomó el viaje, las piernas le temblaban. Dudó en si continuar, pero la meditación, la lectura y el autocontrol que ensayó durante esas semanas, y que ya no lo abandonarían, lo mantuvieron firme. “A partir de este momento empecé a disfrutarlo todo”, reflexiona, “la adversidad dejó de tener connotaciones negativas. Me esforzaba por hacer las cosas aceptando que podía superarlas o no. Solo me quedaba divertirme”.

Una isla de ensueño

La historia se suspendió en mayo de 2020. Entonces, Ruiz y otros navegantes encontraron Soma Bay, una isla egipcia para turismo de lujo que, debido a la pandemia, estaba desierta. Fueron tres meses “de maravilla”. Bucearon, hicieron fiestas, conoció a gente muy particular (alguna ex primera dama, algún embajador)… “historias que pueden dar para un libro solo de esos meses”, sugiere. Cuando abrieron la frontera en Turquía, Ruiz volvió al Thor y afrontó las últimas semanas de su aventura. Todavía le quedaban algunos obstáculos, como que en Grecia las autoridades lo amenazaran con llevarlo preso si permanecía en su territorio; aunque finalmente alcanzó Sicilia (Italia) y le permitieron entrar en la Unión Europea.

Al llegar a su estudio, solo un barquito de papel con la palabra Thor pintada con tinta negra, camuflado en una estantería llena de libros, parece revelar el viaje de cuatro años que llevó a su dueño a cruzar tres océanos. Ha pasado poco más de año y medio desde que el navegante volvió a Barcelona, en septiembre de 2020. La escritura de Irse (Editorial Elba), el libro que recoge las memorias del viaje, historias con poblaciones alejadas, su “amistad” con cocodrilos, navegar con la cabalgata de las valquirias de Richard Wagner a todo volumen, como en la película Apocalypse Now, entre otras, le ha supuesto un “aterrizaje suave” en la vida cotidiana. También un retorno “feliz” a su antiguo trabajo de publicista, que ha retomado sin perder el aire de serenidad que le ha dejado el viaje.

“Cuando llegué, me encontré con otra frase de Mark Twain”, apunta tras casi dos horas de conversación. ¿Qué decía? “El hombre que vive plenamente está preparado para morir en cualquier momento”. Todavía tiene “muchos planes”, sonríe. Pero también siente que ha vivido todo lo que había querido vivir.

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