El diálogo de dos emblemas arquitectónicos que miran al mar
En Sídney, la ampliación de la Galería Nacional de Arte proyectada por Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawa (SAANA) se inaugurará a principios de diciembre. El ayuntamiento equipara este acontecimiento cultural al ocurrido hace medio siglo, cuando se concluyó la Ópera de Jorn Utzon. ¿Qué tienen en común ambos edificios?
Cuando el danés Jorn Utzon soñó, vivió –durante años– y decidió que jamás regresaría a Sídney –donde levantó la Ópera de la ciudad–, la Galería Nacional de New South Wales ya existía. Era un edificio clásico porque su autor, Walter Liberty Bernan –que por entonces trabajaba como arquitecto municipal–, recibió exactamente ese encargo: “La construcción de un edificio lo más clásico posible”. Y se basó en la Galería Nacional de Edimburgo para, en 1902, inaugurar su nuevo templo para el arte. El resultado fue un inmueble pertrechado por una columnata más propio de Grecia con una colección marcadamente occidental.
El próximo 3 de diciembre Kazuyo Sejima, Ryue Nishizawa y su equipo inaugurarán una ampliación –que supera la extensión del edificio original que está siendo rehabilitado por los arquitectos australianos Tonkin Zulaikha Greer–. Entonces, comenzará un diálogo entre los dos monumentos australianos que miran el mar: la mítica ópera y la renovada Galería Nacional de Arte.
Ya no existen ubicaciones como la de la Ópera de Sídney. Uno podría pensar que el danés Jorn Utzon tuvo suerte. Que llegó con todo por hacer y pudo colocar su edificio en el mejor lugar y, así, construir la imagen de la ciudad australiana. Se estaría engañando. Utzon marcó la ciudad. Pero también se dejó en ella la vida. Dedicó tres décadas a batallas –no todas arquitectónicas– después de ganar un concurso y no consiguió hacer el proyecto todo lo bien que hubiera querido. Jamás regresó para verlo concluido. Pero la ópera sobrevivió a ese drama personal. Se convirtió en el monumento más carismático de la ciudad.
No lejos de esa obra, un poco más hacia el interior, frente al puerto de la ciudad, ahora son Sejima y Nishizawa los que amplían el skyline urbano. Y lo hacen desapareciendo. ¿Cómo se construye un icono discreto? El nuevo edificio que marcará la ciudad no compite con el bosque de rascacielos que tiene detrás, se pone a sus pies. Se convierte en un zócalo blanco, pero evanescente, penetrado por la luz, la vegetación y la ciudadanía.
Es difícil marcar una metrópoli. En el siglo XXI son muchas las urbes que parecen haberlo admitido todo. La competencia es extrema. Sin embargo, la serenidad de Sanaa convierte este zócalo blanco en una intervención que amplía y relaja lo existente. Por eso, aunque claramente distinta del proyecto de Utzon, los edificios tienen mucho en común. En primer lugar la ambición de reubicar Sídney en el mapa de los hitos arquitectónicos. En segundo lugar las vistas al mar. Son también blancos, públicos, cajas erigidas sobre pedestales y conectadas dedicadas, así mismo, a la cultura. Pero ahí terminan las semejanzas.
Con el proyecto de Sanaa los perímetros están disueltos. Las dos grandes cajas están conectadas por un jardín. Es la indefinición de su perímetro, y no la definición de su forma, lo que lo convierte en un reclamo urbano. También lo que habla de inclusión. La ampliación viene motivada, en gran parte, por la voluntad de incluir el arte aborigen y el arte proveniente de las islas del Estrecho de Torres en las colecciones nacionales. También quiere invitar a entrar en el edificio incluso a los ciudadanos no particularmente interesados por el arte.
El estudio Architectus firma con el equipo de Sejima y Nishizawa un proyecto que amplía el edificio histórico con luz, ligereza, atención topográfica y vegetación. La paisajista de Seattle Kathryn Gustafson (de Gustafson Guthrie y Nicol) y los arquitectos australianos McGregor Coxal se encargarán de ese nuevo paisaje urbano. El objetivo es más cívico que arquitectónico, se trata de disolver la arquitectura para integrar la vida urbana y la cultural.
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