¿Es el fin de los rascacielos? Así son las casas con las que sueñan los ricos en 2021
El estudio italiano Pininfarina, responsable de la carrocería de leyendas como el Ferrari Testarossa o el Rolls-Royce Camargue, reinventa el lujo residencial en Liora, un edificio biofílico en la playa de Estepona. Hablamos con Giovanni de Niederhäusern, su responsable
Una de las críticas más recurrentes a la gran arquitectura de las últimas décadas es que, en muchos casos, aspira a levantar edificios monumentales sin tener en cuenta su uso final. Parece una veleidad de principiante, pero España está llena de construcciones a medio acabar que dan fe de que, cuando no se tiene en cuenta la función, lo que queda es un cascarón fotogénico y vacío. Sin embargo, los tiempos cambian y el pensamiento arquitectónico también, tal y como asevera el arquitecto Giovanni de Niederhäusern. “Nuestros proyectos siempre giran desde el inicio alrededor del usuario final”, explica. “Hay que cambiar el punto de vista. En lugar de centrarse en los elementos técnicos, nosotros nos centramos en la calidad tal y como es percibida por el usuario final”.
De Niederhäusern nos atiende al otro lado de la pantalla del ordenador desde su oficina en la sede de Pininfarina, donde ejerce como vicepresidente senior de arquitectura. La firma italiana es toda una institución del diseño global, pero la mayoría de las personas no asocian su nombre a la arquitectura, sino a algo mucho más ligero y veloz: los automóviles. Fundada en 1930 como taller de carrocerías y todavía hoy dirigida por los descendientes de Battista “Pinin” Farina, Pininfarina evoca algunos de vehículos más decisivos del siglo XX, desde el Fiat 124 hasta el Rolls-Royce Camargue, desde asombrosos prototipos de exposición que nunca llegaron a fabricarse hasta leyendas como el Ferrari Testarossa. “El objetivo de esta casa nunca ha sido hacer solo coches bonitos, sino inventar nuevas formas de concebir el coche. Pininfarina fue el primer diseñador que imaginó el coche como un objeto fluido, casi una obra de arte con carácter propio. Fue revolucionario”.
Hoy Pininfarina es una firma global que cotiza en la bolsa italiana y que cuenta con departamentos dedicados al diseño industrial, de interiores y arquitectura. Esta versatilidad no responde solo a un efecto arrastre de la marca o a una serie de tics estéticos, sino a la evolución del sector. En 2021, diseñar una vivienda es más parecido a diseñar un coche que a construir una casa del siglo pasado. “El coche fue el primer objeto complejo”, explica Niederhäusern a propósito de una unión entre tecnología y habitabilidad que explica desde el salpicadero de un deportivo hasta la app de domótica que permite encender el aire acondicionado o bajar las persianas del dormitorio aunque no estemos en casa. Alude, por ejemplo, al modo en que se han difuminado los límites entre la construcción tradicional y la fabricación industrial. Hoy buena parte de los elementos necesarios para poner en pie un edificio y hacerlo habitable salen de fábricas, no de la albañilería de siempre.
Liora, uno de los proyectos más recientes del estudio, se está construyendo actualmente en la playa de Estepona junto a la promotora española Excem Real State. Cerca del mar, distribuido en pocas plantas que apenas elevan su perfil sobre los alrededores, circundado por 20.000 metros cuadrados de vegetación autóctona que crea un microclima en torno al edificio y se funde con el entorno, este proyecto residencial de lujo –incluye 37 unidades residenciales– demuestra que la exclusividad hoy no solo está en las urbanizaciones basadas en recintos vallados e inexpugnables. “No queríamos plantar una megaestructura, sino buscar algo más sutil, más suave”, apunta. “El bienestar es algo tangible e intangible. Por ejemplo, depende del aire, de la luz, de los materiales y la contaminación. La estética también influye. No se trata solo de crear formas fluidas que recuerden a la naturaleza, sino de integrar esa naturaleza en la vivienda. Nos gusta hablar de biofilia, que es un concepto que se centra en maximizar la buena percepción del ambiente”.
Un buen ejemplo es el empleo que se ha dado a una zona tan aparentemente utilitaria e inhóspita como el aparcamiento ubicado entre la finca y la playa de Estepona. “En lugar de incluir grandes jardines privados, hemos transformado la zona de aparcamiento en un paseo marítimo”, apunta el arquitecto. “Una especie de jardín tropical accesible para los vecinos de los alrededores, y no solo para los habitantes del edificio. Para nosotros es importante devolver algo a la comunidad local. Compensar nuestro impacto”.
Este modelo de sostenibilidad llega en un momento en que algunos de los postulados de la arquitectura residencial de lujo siguen generando controversia. Baste ver la polémica relacionada con la torre proyectada en la bahía de Málaga. O las plataformas para salvar el litoral español, ya castigado por décadas de urbanismo descontrolado. Aquí, el planteamiento es otro. “El lujo del futuro no consistirá solo en materiales caros, o en exclusividad, sino en algo más suave, más sutil”, explica de Niederhäusern. “De hecho, dejaremos de utilizar la palabra lujo”.
El proceso de transformación se ha acelerado a lo largo de un año que ha puesto en solfa muchas convicciones sobre el futuro de las ciudades. “Con la pandemia han cambiado muchas cosas. Y algunas nunca volverán a ser como antes. Una de ellas es la percepción del espacio. Permanecer encerrados en casa durante meses nos ha demostrado que nuestras casas no estaban a la altura de lo que necesitábamos. Por ejemplo, el 60% de los italianos se han planteado cambiar de casa tras la pandemia”, apunta el arquitecto. Esas nuevas necesidades no solo se refieren a la disponibilidad de zonas al aire libre, naturaleza o entornos saludables, que es con lo que sueñan los urbanitas que llevan meses contemplando su patio de luces, sino también a nuestra forma de utilizar nuestras casas. “La arquitectura tiene que aprender a ser resiliente, porque hacemos cosas distintas en el mismo espacio. Vemos una película en el salón, pero también hacemos ejercicio”.
Giovanni de Niederhäusern menciona, por ejemplo, la necesidad de que las casas no sean solo un puñado de metros cuadrados acondicionados para vivir, sino unidades residenciales con acceso a servicios comunes, siguiendo el modelo residencial que adopta hoy parte de la hostelería de lujo o algunas promotoras urbanísticas: viviendas en propiedad y alquiler, pero con las facilidades y los servicios de un hotel. “Todo eso ya estaba en Liora antes de la pandemia, pero estamos estudiando cómo reforzar todo lo que tiene que ver con la salud”, apunta el Vicepresidente senior de arquitectura de Pininfarina. En las maquetas difundidas por el estudio, Liora tiene el aspecto de un dispositivo high tech rodeado de naturaleza pero sin alzar la voz –ni la altura– más de lo necesario. ¿Es el fin de los rascacielos? “No estoy en contra de la arquitectura vertical, porque es muy eficiente y ayuda a comunicar la importancia de una cierta autoridad”, responde de Niederhäusern. “Pero el valor simbólico de la arquitectura cada vez está más asociado a sus valores. Da igual que te muevas vertical u horizontalmente. Lo importante es el motivo por el que se hace eso”.
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