El problema de la educación en Cataluña
El Departamento anunció un plan para revertir el presunto retroceso del catalán en las aulas, pero no actúa para recuperar el interés de los alumnos por la escuela ni para desarrollar metodologías activas que aseguren su participación y su implicación
El pasado otoño la Generalitat dio a conocer los datos de un estudio elaborado por el Consell Superior d’Avaluació del Sistema Educatiu (CSASE), según los cuales el uso del catalán en las aulas de 4º de ESO habría experimentado una bajada drástica en los últimos años. Entre los 3.205 alumnos encuestados, por ejemplo, solo 2 de cada 10 decían utilizar “siempre o casi siempre” el catalán en las actividades de grupo, cuando en 2006 lo habían dicho 7 de cada 10. Y dentro del aula, solo el 40% asegura que se dirige “siempre o casi siempre” al profesorado en catalán, mientras que hace 15 años eran casi el 60%.
Nada más conocerse los datos, el Departamento de Educación de la Generalitat se puso en marcha. El 4 de noviembre, el consejero Josep González-Cambray montó una aparatosa rueda de prensa, con la participación de la consejera de Cultura y altos cargos de sus respectivos departamentos, para anunciar el lanzamiento de un ambicioso plan en 200 centros educativos de todo el país (de primaria y de secundaria, públicos y concertados) para revertir el presunto retroceso en el uso del catalán en las aulas.
La Generalitat dio a conocer el pasado mes de abril los datos de otro estudio del CSASE basado en la misma muestra de 3.205 alumnos de 4º de ESO. Si el estudio antes citado se centraba en los aspectos sociolingüísticos, este segundo estudio complementario pone el foco en el resto de las variables de contexto del alumnado. ¿Qué piensan los alumnos de 4º de ESO del sistema educativo del cual forman parte? A decir verdad, los resultados obtenidos no son especialmente halagüeños.
Cuando se les pregunta a los alumnos en qué medida les gusta ir al colegio, la suma de “nada” y “un poco” se dispara casi al 60%. Los que responden que les gusta “mucho” constituyen un exiguo 9%. Con estas cifras no sorprende que más del 57% de alumnos se distraiga en clase y que el 40% no participe en las actividades. En este contexto, el profesorado no parece ser tampoco de mucha ayuda: casi la mitad de los alumnos encuestados manifiestan estar en desacuerdo con la afirmación “el profesorado plantea preguntas que motivan a los alumnos a participar activamente”.
El revuelo causado por los datos sociolingüísticos revelados en otoño no ha tenido su réplica con estos preocupantes datos de contexto. Nadie ha lanzado ningún plan para recuperar el interés de los alumnos por la escuela ni para desarrollar metodologías activas que aseguren su participación y su implicación en el proceso educativo. En lugar de estar trabajando en esta línea, el Departamento de Educación y los sindicatos del sector se encuentran enzarzados en algo que ya supera el rifirrafe para alcanzar la categoría de guerra abierta, precipitada por la razonable decisión de iniciar el curso escolar el día 5 de septiembre como tienen previsto hacerlo otras comunidades autónomas. La educación en Cataluña tiene un problema, y este problema no se llama 25%.
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