La pobreza extrema metropolitana estalla junto al Besòs
La muerte de una pareja en un poblado de barracas de Montcada y el desalojo de la nave ocupada de Badalona ilustran la vulnerabilidad de la zona
La pobreza extrema de Barcelona y su entorno, en especial en el eje Besòs, ha aflorado con crudeza en las últimas semanas. Incluso en forma de muertes debidas a las condiciones de vida de unas realidades sobre las que ni siquiera hay estadísticas, pero que no paran de crecer.
El repertorio de situaciones de extrema vulnerabilidad comienza hace un mes y medio en la plaza de Tetuan, en pleno Eixample de la capital catalana, con la muerte de una pareja y sus dos hijos en un incendio en la antigua oficina bancaria donde vivían. Continúa antes de Nochevieja, en el edificio municipal de pisos sociales del barrio del Raval, donde una sobrecarga en el cuadro eléctrico ha dejado a los vecinos sin luz durante dos meses y ha revelado el abandono del edificio, donde viven ancianos, familias que han ocupado y pisos vacíos o donde se vende droga.
El siguiente episodio fue el domingo pasado, cuando una pareja murió intoxicada al tratar de calentarse en una barraca junto al río Besòs, en Montcada i Reixac. La acababan de estrenar en un enorme asentamiento que ha crecido sobre antiguos huertos. Y este jueves se ha ejecutado el desalojo de una de las naves de Badalona donde malvivían un centenar de migrantes. Sin poder acceder al mercado laboral por situación legal irregular, algunos llevan casi 20 años de nave en nave.
El año pasado, un estudio del Instituto de Estudios Regionales y Metropolitanos (IERMB) sobre vulnerabilidad urbana situaba precisamente la franja del Besòs como la zona más castigada y con mayor pobreza concentrada y enquistada del área de Barcelona. A continuación, citaba puntos diseminados de la franja del Llobregat y el barrio del Raval.
El trabajo, con todo, no estudia las realidades citadas: ocupaciones de locales y naves vacías o campamentos de barracas. Porque no hay cifras, lo cual también es sintomático. “No hay datos, pero es un fenómeno creciente en Europa y tiene que ver con las dificultades de acceso a la vivienda”, indica Sergio Porcel, uno de los autores del estudio y responsable del área de cohesión social del instituto.
La ciudad de Barcelona tiene capacidad para invertir en sus barrios más vulnerables, pero la realidad de las naves y los poblados de chabolas desborda a los otros municipios a lado y lado del Besòs. En 2016, con el impulso de la alcaldesa Ada Colau, y con los alcaldes de la zona, se anunció que “había llegado la hora del Besòs”. En 2017 se presentó una Agenda Besòs, una hoja de ruta sin calendario ni presupuesto. Y nunca más se supo.
El chabolismo no es nuevo junto al río, pero los asentamientos crecen en tamaño y número. En Montcada i Reixac hay tres grandes (a los dos lados del río y en el Turó, delante de la cementera, que suman 400 barracas). Luego hay otros más pequeños diseminados: La Bòbila, La Torre, la Riera Seca...
El mayor, donde murió la pareja el domingo, se extiende entre la carretera de La Roca y el río y tiene calles y chabolas numeradas, sectorializadas informalmente por la procedencia de los habitantes. Además de habitáculos (que se compran y venden y en las que vive un número desconocido de menores), hay talleres informales de reciclaje de chatarra o palés. Y en medio, una laguna de gran valor ecológico con tubos que captan agua para el poblado. Hay gente que tiene luz (pinchada, generadores, molinos) y otros no.
Desde la entidad ecologista La Màquia llevan muchos años haciendo pública la situación del enclave, incluso organizando visitas con políticos, otras entidades y prensa, “para revelar la situación de degradación del entorno y las condiciones de las personas que lo ocupan”, explica Sergi A. “Son nuestros refugiados, los dejamos a la intemperie, en manos de mafias y entre dos espacios naturales”, lamenta el activista. Sobre la presencia de menores, negada hasta hace pocos años por el Ayuntamiento, critica que “les permite eludir responsabilidades, pero al mismo tiempo les protege”. Los poblados al lado del río, además, están en zona inundable, confirma la Agencia Catalana del Agua (ACA).
También hay asentamientos fuera de Montcada. Entre los huertos de la Ponderosa y Santa Coloma hay otro grande, y es término municipal de Barcelona. La capital también tiene incluso en el centro: en la misma plaza de Glòries desde hace meses se ha levantado uno con una veintena de barracas a la vista de todo el mundo, delante del centro comercial, en un solar vallado.
En el puerto del Fòrum, otro de tiendas de campaña crece detrás del puerto, ya en Sant Adrià, muy cerca del río. Y más arriba, entre La Llagosta y Santa Perpètua, hay otros dos asentamientos de grandes caravanas que oscilan en tamaño a lo largo del año. Casi ninguno de ellos se ve en toda su dimensión desde las autopistas.
”Son los invisibles y llegan del entorno, centrifugados, somos el patio trasero de Barcelona”, expone José Luis Conejero, veterano de la asociación de vecinos del barrio de Can Sant Joan de Montcada y también de la Coordinadora del Baix Besòs, formada por entidades hartas de que nada se mueva.
Conejero relata que, inicialmente, la “favela”, como llaman al asentamiento de la carretera de La Roca, eran huertos de migrantes procedentes de toda España, y con las sucesivas crisis se han convertido en viviendas. “Allí, el día que haya un incendio serio, no quiero ni pensarlo”, señala al poblado desde el mirador de Les Cultures.
La colina es un buen enclave para apreciar cómo autopistas y vías de tren trocean Montcada i Reixac de mala manera y crean vacíos idóneos para instalar chabolas. La ciudad, de 35.500 habitantes, se esparce entre las vías de alta capacidad que van hacia el Vallès, la nacional, la C-17 que sube hacia Vic y Ripoll, y la autopista de Girona. Las vías de tren son tantas que el municipio tiene cinco estaciones. Y en medio, además de barrios, la cementera LafargeHolcim.
Falta de recursos
La alcaldesa de Montcada, Laura Campos (En Comú Podem), lamenta que “tantas veces se haya dicho que es hora del Besòs, pero nadie pone el dinero”. “Las administraciones han abocado inversiones en el lado del Llobregat, donde hay las infraestructuras económicas de país, como la feria o el aeropuerto, y han abandonado el norte del Área Metropolitana”. “No hay duda de que el territorio necesita ayuda, lo confirman todos los indicadores, y los municipios solos no podemos”, añade. Sobre los poblados de Montcada, asegura: “No tiramos pelotas fuera, no rehuimos la responsabilidad”. “La tenemos, estos asentamientos han crecido con la connivencia de las administraciones, pero ahora supera nuestros recursos y medios”, lamenta.
Campos explica que desde hace un tiempo el Ayuntamiento estaba trabajando con el Consorcio del Besòs: en un estudio sobre cuánto costaría derribar y reciclar las barracas (tres millones de euros) y encargando una diagnosis urbanística y social sobre un espacio “hermético y muy fluctuante”. La situación, dice, también desborda a los propietarios de los terrenos, que son privados.
La gerente del Consorcio, Carme Ribas, apunta que para poner fin a los asentamientos “es necesario dar una solución residencial a sus habitantes y definir y agilizar nuevos usos del suelo para evitar nuevas implantaciones”. Y añade que también es preciso “la implicación de administraciones supramunicipales, tanto por la inversión que requiere, como por la dificultad de gestionarlo, por la falta de vivienda pública”. El objetivo final es que estos terrenos se integren en el parque fluvial, que ahora acaba en Santa Coloma de Gramenet.
Una vulnerabilidad concentrada y que se perpetúa
El estudio sobre vulnerabilidad urbana en Barcelona y su área metropolitana realizado por el del Instituto de Estudios Regionales y Metropolitanos (IERMB) es demoledor al mostrar cómo esta situación se concentra de forma tan intensa en el área del Besòs y en cómo se perpetúa en el tiempo. Barcelona, Sant Adrià, Badalona, Santa Coloma, Montcada y Ripollet concentran el 74% de ámbitos muy vulnerables. Y analizando datos desde 1991 se observa como la situación se perpetúa en el tiempo.
El director del área de Cohesión Urbana del IERMB, Sergio Porcel, señala que la mejora de las situaciones de vulnerabilidad “solo se producen cuando hay nuevas promociones de vivienda y cambios de composición social”. A favor de “políticas estructurales y no coyunturales”, dice que “es muy difícil sacar estos barrios de la zona baja de la estructura jerárquica de vulnerabilidad, sería necesaria una estrategia amplia con garantías de renta y vivienda social”.
Desde la asociación de vecinos de Can Sant Joan, José Luis Conejero insiste en la idea: “La vulnerabilidad se retroalimenta: quien puede sale de estos barrios y quien llega viene en busca de vivienda más barata, de manera que la vulnerabilidad aumenta”. Antonio Alcántara, también de la asociación vecinal, añade: “Un índice de vulnerabilidad tan alto, tan concentrado y de tan larga duración, es pobreza y es una injusticia”.
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