La República se asomó al balcón
Una exposición resume en 64 imágenes los tres agitados días que acompañaron a la proclamación del 14 de abril en Cataluña, de la que se cumplen 90 años
Balcones. Banderas y bandas tricolores. Y gente (bastantes niños) con caras de júbilo. Ese hilo cose la iconografía de la reacción popular durante los tres días que duró la República Catalana, la que Francesc Macià proclamó el 14 de abril de 1931 desde el aún Palau de la Diputación. Venía el futuro presidente de la Generalitat de pronunciar algo parecido desde balcón de enfrente, el del Ayuntamiento de Barcelona, donde apenas media hora antes Lluís Companys, autodesignado alcalde, ya había dicho: “Ciutadans: els representants del poble acabem de proclamar la República a Catalunya”. Ahí, ambos lo habían hecho bajo una gran bandera tricolor, que un funcionario municipal fue a buscar prestada precipitadamente del cercano Centre Republicà de la plaza de Sant Just porque en el Consistorio, claro, no hallaron ni una.
Los tres colores republicanos brotaron por toda Cataluña, sin embargo, como por arte de magia. Debió de pasar en todas partes lo mismo que la escritora Teresa Pàmies detectó en su Balaguer natal y recogió en Crònica de la vetlla: “Se confeccionaron banderas a correcuita”. La cita queda recogida en Tres días de abril, 90 años de la proclamación de la República, miniexposición de formato casi escolar, pero de gran riqueza semiótica y gráfica, en el Palau Robert de Barcelona, donde estará hasta el 5 de mayo, como conmemoración de esas nueve décadas.
Las 64 instantáneas de 31 archivos de Cataluña que conforman la muestra, organizada por el Memorial Democràtic y comisariada por el historiador Oriol Dueñas, proporciona una mirada iconográfica en muchos casos inédita. Que el escenario dominante sean los balcones es pura consecuencia histórica: Macià, que va a remolque de la osadía de Companys, ordena, mientras hace un tentempié con sus allegados, el rápido control de las comunicaciones, entre otros usos, para enviar mensajes a todos los alcaldes pidiéndoles que le ayudasen, “empezando por proclamar la República en vuestra ciudad”.
Dicho y hecho. En el balcón del ayuntamiento de Sabadell les da tiempo hasta a colgar una pancarta: “Visca la República”. Hay bastante gente. No así en Ripoll, que ante las Casas Consistoriales se congregan unas pocas decenas de personas. Muchos son niños y preadolescentes, denominador común en las imágenes de Esparreguera (están en el balcón) o en Sallent. Luego están las banderas gigantescas, como la que se ondea en Tremp, señal a la que se irá añadiendo todo el catálogo republicano imaginable que uno pueda ponerse encima: lazos, trapos tricolores, bandas, túnicas, gorros frigios… complementos que proliferan al día siguiente, 15 de abril. En Ponts (Lleida), una joven viste con la senyera y el gorro frigio, mientras su pareja luce el traje tradicional catalán, espardenyes de lazo incluidas. Unos sonrientes marineros de uniforme con banderolas por encima también invaden las calles de Barcelona. Más discretas, pero igual de tricoloreadas, van las chicas de la plaza de Catalunya que ha captado Josep Maria Sagarra, uno de los grandes fotorreporteros que inmortalizaron esos días junto a Brangulí, Merletti (la famosa de Macià con medio cuerpo fuera del balcón en la plaza de Sant Jaume), Gabriel Casas… o a los fotógrafos más anónimos de todos los rincones de Cataluña. Es cuando ve esas chicas “vestidas de República y con túnicas y gorros frigios bajando por la Rambla” que Maria Aurèlia Capmany se da cuenta, escribe, de la importancia del momento.
La banda sonora la componen “colles cantando La Marsellesa y La Internacional… Se oían gritos de ‘Visca Macià!’, ‘Visca la República Catalana!’ y también ‘Mori Cambó!”, registra Aurora Bertrana en sus Memòries fins 1935. Recoge también que al parecer (las cosas se oían por la calle o por la radio y, al día siguiente, lo ratificaban los periódicos) uno de los momentos decisivos habría sido cuando Companys irrumpió en el Ayuntamiento y exigió la vara para iniciar el traspaso de poderes, no sin tensión. Con ella se le ve en una de las instantáneas en el balcón tras la proclama. A las horas, la cedería para ser el nuevo gobernador civil.
Alfonso XIII, por los suelos
Un retrato del rey Alfonso XIII en el suelo de una calle de Valls, ante la mirada de unos alguaciles y un pregonero con tambor, tomada el mismo 14 de abril por Pere Català Pic, puede resumir el momento estrictamente político, de una carga simbólica pareja a la de los militares (oficial con sable en ristre) que en la plaza del Vi de Girona saludan a la República, como hacen miembros de la Caballería en Reus. Y es que no fue hasta pasada la una y media de la madrugada del 15 de abril que, bajo el balcón del Palau de la Generalitat, un capitán, junto a dos secciones de artillería, leyó la orden de proclamación de la República y la aceptación de Macià como presidente. La iniciativa republicana catalana no dejaba de ser un salto al vacío; jurídicamente, una rebelión. De ahí las sutiles referencias de aquél siempre en sus primeros discursos a estar preparados “a defender” el nuevo régimen.
Las negociaciones con los representantes del Gobierno, el 16 de abril, dejaron la proclama catalana en Generalitat. Macià volvió a un balcón para comunicar el “sacrificio”, si bien ese día solo había dos centenares de personas escuchándole. La República Catalana se acababa a los tres días.
“Ante la magnitud emocional de este momento cívico de nuestra vida, falla la pluma, falla la palabra…”, reconoce durante esas jornadas en Mirador uno de los rutilantes periodistas del momento, Josep Maria Planes. La esperanza en una nueva etapa de la Historia y de la vida la compendia la niña pequeña, vestida de República y tocada con gorro frigio, encima del hombro derecho de su padre en Reus. Miran a cámara, o a un futuro que, pasados aquellos tres días de abril, no fue más allá de cinco años.
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