El gran confinamiento de Quim Torra
El líder catalán intenta marcar territorio con la crisis, incluso a costa de alejar a consejeros y asesores
La casa dels Canonges, la residencia oficial del presidente de la Generalitat anexa al Palau, es el sitio escogido por Quim Torra para dirigir la gestión de la crisis del coronavirus. Allí decidió recluirse poco antes de dar positivo en el virus el pasado 16 de marzo y, una vez curado, mantuvo allí su centro de mando. Las fotografías que le muestran en sus múltiples videoconferencias con los agentes sociales, entidades del tercer sector o el mundo del deporte corresponden a ese recinto, decorado con tapices del siglo XVI. Se trata de imágenes que transmiten cierta soledad, no solo atribuible al distanciamiento social derivado de la pandemia. A las diferencias con Esquerra, remarcadas por la respuesta a la Covid-19, ahora también se suma el escepticismo de varios colaboradores y consejeros de Junts per Catalunya que, aunque siguen siendo leales, se han ido alejado. Torra va cada vez más por libre.
El president sigue hablando con sus consellers y preside las reuniones semanales del Govern, aunque las de coordinación que se realizaban los lunes, por ejemplo, se han visto trastocadas por las del Procicat, el comité de la Generalitat que se encarga de hace el seguimiento de la crisis sanitaria. Pese a esa imagen de unidad, en varias ocasiones, Torra ha optado por actuar unilateralmente e imponer su parecer, sorprendiendo a los suyos y a los republicanos. El caso más paradigmático es el encargo al infectólogo Oriol Mitjà para que dibujara las líneas maestras del plan de desconfinamiento de Cataluña. En ERC, partido que gestiona el departamento de Salud, no ponen en duda la valía profesional de Mitjà, pero aún lamentan que Torra decidiera imponerlo frente al equipo de Salud Pública por su discurso ultra crítico con el Gobierno central.
“Lealtad” es la palabra más repetida por varios asesores consultados por este diario cuando se les pregunta sobre la relación con el president. Algo que no implica que se compartan y se defiendan todas las decisiones que toma. La opción de Torra de marcar perfil propio en algunos aspectos ha implicado entrar en contradicciones internas, que esta vez sí han trascendido al público y lastran cualquier intento de visibilizar cohesión. Y añaden ruido a la crisis de fondo en la que viven ambos socios del Govern, que están a la espera de unas elecciones anticipadas que ya nadie garantiza. Y “lealtad” es lo que los republicanos creen que le faltó a Torra cuando no dudó en criticar su gestión de las residencias de ancianos —Asuntos Sociales también está liderada por ERC— y ambos bandos quisieron anotarse el tanto del cambio en la tutela de los centros.
El peso de la comunicación estos días ha recaído en la portavoz, Meritxell Budó, y en los titulares de Interior, Miquel Buch, y de Salud, Alba Vergés. Torra aparece cuando se busca marcar distancias serias con la estrategia del Ejecutivo de PSOE y Unidas Podemos y en esos momentos también ha mostrado que va por libre. El anuncio de entregar mascarillas a todos los catalanes a través de las farmacias —que buscaba adelantarse a un anuncio similar que haría el Gobierno, aunque solo para los trabajadores que usan el transporte público— se hizo sin tener la logística clara. Budó tuvo que explicar la medida más a fondo y, horas después, rectificar.
Algo similar sucedió con el llamado pasaporte inmunitario, que era una de las propuestas de Mitjà y a la que Torra, como apuesta personal, le quiso dar mucho vuelo. No solo ERC marcó distancia, sino que el propio Buch expresó las suyas. En una entrevista a Ràdio Barcelona, el titular de Interior dejó claro los recelos sobre esta herramienta para agilizar la vuelta al trabajo de gran parte de la población. “Hay muchas propuestas y esa es una de ellas. Tenemos que buscar cómo acomodamos las recomendaciones de los epidemiólogos a la realidad social”, subrayó.
El plan de desconfinamiento aprobado por el Govern no incluye el pasaporte inmunológico como una iniciativa a poner en marcha, tal como dejó caer inicialmente Torra. La OMS, el pasado sábado, advirtió en un informe de la falta de evidencia científica sobre el riesgo de reinfecciones por la Covid-19 y, por tanto, expresaba sus dudas sobre la utilidad de esas herramientas. Ese mismo día, Torra insistía. “No es que se deje de lado. Se ha optado por ver qué pasa, cómo se resuelve internacionalmente, y entonces tomaremos una decisión”, defendió.
Un nuevo relato para el presidente vicario
La crisis de la pandemia ha remarcado una tendencia que desde hace meses se vive en el Palau de la Generalitat. El presidente catalán está parapetado en un núcleo muy reducido de fieles, entre los que están su asesor de cabecera, el experiodista del digital Vilaweb Pere Cardús; su jefa de prensa Anna Figuera; y su jefe de gabinete, Joan Ramon Casals, el exalcalde del municipio barcelonés de Molins de Rei.
A ese grupo habría que sumarle algunos de los diputados independientes de Junts per Catalunya, siempre velando por enfatizar el relato de la crisis creado por el entorno del president. Un papel fundamental en esa estrategia lo sigue Laura Borràs, la jefa de filas en Madrid. Torra ha dejado de ser el vicario de Carles Puigdemont, como el mismo se definió, para dar la imagen de que es quien lleva las riendas.
Una relevadora entrevista del exconsejero de Sanidad y eurodiputado Toni Comín, huido de la justicia española, al digital Naciò Digital da pistas sobre cómo el entorno de Puigdemont, también en Bélgica, quiere proyectar a Torra. Preguntado sobre cómo valora la gestión del president, Comín respondió: “Es una de las grandes sorpresas de esta etapa. Se le había acusado de que estaba muy alejado de la gestión y que solamente estaba en la lógica de continuar el proceso iniciado con el referéndum del 1 de octubre, como si no estuviera pendiente de las carpetas ordinarias de las consejerías”. Para el exconsejero, Torra “ha cambiado su imagen rotundamente”. “Hemos descubierto un presidente con dos cosas que nadie nunca habría dicho: focalizado en la gestión y que ha estado capaz de ganarle un pulso al Estado”. Comín deja caer que la labor de su sucesora en Salud, Alba Vergès, es justa. “Hay que ser indulgentes”, dijo.
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