La pelea bipartidista acapara el Día de la Constitución
Los rituales llamamientos al diálogo caen en saco roto mientras se recrudecen los ataques entre Sánchez y Feijóo


Llegó el presidente del Gobierno y sentenció: “España vive uno de los mejores momentos de su historia democrática”. Pocos minutos antes, en ese mismo micrófono instalado este sábado en el patio del Congreso, el líder de la oposición proclamaba: “Nunca un Gobierno había degradado tanto las instituciones”. Y antes aún, la presidenta regional de Madrid subía el nivel de la alerta: “Se está troceando esta nación de siglos”. Dos realidades paralelas, dos universos irreconocibles entre sí, como si Pedro Sánchez, Alberto Núñez Feijóo e Isabel Díaz Ayuso no vivieran en el mismo país. La pompa institucional para celebrar en el Congreso el Día de la Constitución volvió a quedar opacada por la bronca bipartidista. Se repite cada año desde que Sánchez llegó el Gobierno, pero subiendo un peldaño más que el anterior en la escalada de enfrentamientos.
La tradicional celebración del 6 de diciembre reunió como siempre a las principales autoridades del Estado, salvo el Rey, y a más representación política de la izquierda que de la derecha. Vox se da golpes de pecho alardeando de fe constitucionalista, mientras boicotea este tipo de actos institucionales, al igual que las formaciones soberanistas, esos a los que el partido de Santiago Abascal tacha de “enemigos de España”. Así que el flanco derecho de la Cámara compareció solo a través del PP, con Feijóo y cinco de sus presidentes autonómicos a la cabeza. Por la izquierda, en cambio, además del PSOE, acudieron todos los ministros de Sumar y un representante de Podemos, el diputado Javier Sánchez Serna.
Una singular liturgia se va consolidando año a año. Resuenan las evocaciones al espíritu de diálogo que hizo posible la Ley Fundamental hace 47 años, junto a llamamientos a mantenerlo vivo. En su discurso institucional, la presidenta de las Cortes, la socialista Francina Armengol, invocó los escasos asuntos que se han aprobado recientemente con un acuerdo amplio ―la reforma constitucional para reemplazar el término “disminuidos” por personas con discapacidad, la renovación del pacto contra la violencia de género y la ley par atender a los enfermos de ELA― para introducir la inevitable apelación: “Debemos dar más ejemplos como estos a la ciudadanía a la que representamos. Ser un paradigma del diálogo, ser un espacio de acuerdo del que la sociedad se sienta orgullosa. Ese es el valor de la democracia”. Palabras destinadas a perderse tanto como los pasos que dan nombre al salón del Congreso donde fueron pronunciadas.
La conmemoración sirvió de estreno para un invitado nuevo: el flamante presidente de la Comunidad Valenciana. Juanfran Pérez Llorca fue el primero en comparecer ante el micrófono que se instala en el patio a fin de que los líderes políticos hagan unas breves declaraciones,previas al acto solemne. El sustituto de Carlos Mazón llegaba con el típico mensaje conciliador: “La gente está cansada de crispación, de peleas, de falta de entendimiento…”. Puede que la gente esté cansada de todo eso. Quien no lo está de ningún modo es Isabel Díaz Ayuso.
Provista de una prolija chuleta de notas, la presidenta madrileña tomó el relevo en el micrófono y a los pocos segundos ya restallaba la ametralladora. Estamos viviendo algunos de “los peores episodios de nuestra historia”, previno. Bajo el mandato de Sánchez, el proceso de ruptura de España “va sin frenos”. Ayuso reiteró su negativa a que se recuerde que la actual sede del Ejecutivo madrileño fue durante el franquismo el principal centro de torturas. Y sin esperar a que nadie le preguntase, decidió hacer allí en el Congreso, en medio de tan solemne jornada, lo que no había hecho hasta ahora en su propia Asamblea regional: ofrecer largas explicaciones sobre el escándalo del hospital de Torrejón, donde los directivos de la empresa que lo explota ordenaron recortes a los pacientes para maximizar sus beneficios.
Durante varios minutos, Ayuso se dedicó básicamente a reducir el caso a un episodio de “rencillas entre directivos” y a atacar a este periódico por destapar el escándalo. Mientras la presidenta madrileña se extendía en su proclama exculpatoria ―jalonada, claro está, de nuevos estacazos al sanchismo―, el líder de su partido tenía que aguardar turno junto al resto de sus barones regionales.
Feijóo no tardó mucho en desenfundar. “Este es el Gobierno que más ha atacado la Constitución”, sentenció. El líder del PP se presentó ya como el próximo presidente, el que devolverá la convivencia a España. Cuando se cumplan 50 años de la Carta Magna, en 2028, estará al frente, predijo, un “Gobierno constitucionalista” que reemplazará la actual deriva “decadente y disolvente” por una política “restituyente del texto constitucional”.
Sánchez tampoco estaba por la labor de proporcionar un día de tregua. Ironizó sobre los “profetas del desastre”, que avisan de que “España se hunde” y se está convirtiendo en una dictadura. “Esos mismos que dicen eso son los herederos de la dictadura o los que pactan con los nostálgicos de la dictadura”, enfatizó. No citó a Ayuso, aunque tampoco hizo falta. Quedó muy claro a quién se refería cuando acusó a los presidentes regionales del PP de poner en peligro el Estado del bienestar e invocó el artículo 43 de la Constitución, que consagra la “protección del derecho a la salud”.
Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda y cabeza visible de Sumar en el Gobierno, nombró otro artículo de la Constitución, el 47, que reconoce el derecho a la vivienda. Una manera de reiterar que su formación va a seguir presionando al PSOE para intervenir en el mercado ante la escalada de precios. Díaz también evocó la Transición desde otra perspectiva: para destacar el papel del movimiento obrero en la lucha por la democracia. La vicepresidenta llamó a un “replanteamiento sereno de la Constitución” con vistas a “desarrollar el Estado social”.
Fuera de las cotidianas peleas domésticas, el presidente respondió con contundencia a las amenazas contra Europa de la Administración Trump. “Europa no se va a dejar tutelar por nadie ni va a ser un vasallo de ningún poder”, enfatizó Sánchez. El discurso de Armengol fue otro canto al europeísmo ante la proximidad, el 1 de enero, del 40º aniversario del ingreso de España en la UE. Para subrayarlo, el acto incluyó la lectura de artículos de la Constitución por parte de jóvenes de varios países europeos que estudian en Madrid. La presidenta habló además de los problemas de la vivienda, de la violencia contra las mujeres, del racismo o de la crisis climática. Y subrayó una tarea: “Defender los principios democráticos ante los discursos que ven en la pérdida de libertades una ventaja y un atractivo”. Sobre la Constitución misma, pidió “adecuarla a la diversa realidad territorial de nuestro país”.
Concluido el acto, con las salas y pasillos próximos al hemiciclo completamente atestados, la concurrencia se entregó al vino, los pinchos y la charla. Pocas interacciones se vieron entre izquierda y derecha. Sánchez y Feijóo formaron los clásicos corrillos con periodistas a apenas tres metros de distancia uno del otro. Ni se saludaron. Otra cosa que se está convirtiendo en tradición.
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