Las mafias de Suecia ajustan sus cuentas a balazos en la Costa del Sol
Las guerras entre bandas de narcotraficantes del país nórdico están en el origen de numerosos tiroteos, bombas y asesinatos ocurridos en el entorno de Marbella en los últimos años

Mediodía. El sol de otoño eleva la temperatura por encima de los 25 grados. Hay turistas en chanclas camino de la playa y otros con ropa de marca se dirigen hacia Puerto Banús. Algunos prefieren sentarse a tomar algo en una terraza. La estampa relajada del pasado viernes en la zona de Nueva Andalucía, en Marbella (Málaga, 159.000 habitantes), es calcada a la de una semana anterior. A excepción, eso sí, de dos personas que fueron entonces captadas por una cámara de seguridad. A un lado, Hamza Karimi, rapero sueco de 23 años que habla por teléfono. Al otro, un compatriota que, como se ve en el vídeo, se le acerca con parsimonia para dispararle varias veces antes de huir. El primero murió en el hospital. El segundo fue detenido pocos minutos después por la Policía Nacional. Un día más en la Costa del Sol.
La víctima era conocida por las autoridades de Suecia porque formaba parte del ecosistema de bandas de delincuentes en Estocolmo, según fuentes policiales de aquel país. El presunto sicario es de Gotemburgo, aunque no tenía antecedentes ni relación con clanes del narcotráfico. Por ahora se desconocen los motivos por los que mató. Tras su arresto —el arma se halló en su coche— se negó a declarar antes de ser enviado a prisión provisional por el Tribunal de Instancia número 3 de Marbella. Que ambos sean suecos no es casualidad. “Y a estas alturas, tampoco nos sorprendió nada”, señala el fiscal antidroga de Marbella, Carlos Tejada Bañales. Su sensación es la misma que los policías que luchan contra el crimen organizado en el litoral malagueño, acostumbrados ya a los miembros de bandas nórdicas. En los últimos años han protagonizado una decena de incidentes que incluyen bombas, tiroteos y, al menos, tres fallecidos, además de un centenar de detenciones. El trasfondo es el tráfico de drogas. Y las balas vuelan por múltiples causas: robos de mercancía, impagos, errores en alguna transacción, venganzas, egos o, simplemente, por quedarse con más cuota de negocio. “Encima han perdido el respeto: ya matan a plena luz del día, sin importar que los vean”, advierte el fiscal Tejada Bañales.
La ola de violencia que sacude Suecia desde 2012 está detrás del incremento de criminales en el sur de España. El eco de los enfrentamientos entre las bandas —como Foxtrot, Rumba, Tadese o Gualara— resuena a miles de kilómetros. Los agentes que trabajan allí creen que la situación irá a más. “Va a ser un problema de seguridad en la Costa del Sol”, afirman fuentes policiales suecas, que también opinan que “es cuestión de tiempo” que terceras personas sin relación con el narcotráfico sean heridas o asesinadas (algo que, por ahora, solo ha ocurrido una vez en los últimos años).
El ‘clan de los suecos’
El Nordic noir en la Costa del Sol arranca en la primavera de 2018. El 12 de mayo, David Ávila, alias Maradona, salía de la comunión de su hijo en San Pedro Alcántara cuando un motorista se le acercó, le cosió a balas y huyó. Fue la presentación en sociedad del llamado ‘clan de los suecos’, cuyos miembros asesinaron en verano a otra persona en Estepona —ambos crímenes fueron confesados en el juicio, años más tarde— y en otoño explotaron dos bombas en Benahavís, por las que fueron condenados. La banda estaba liderada por Amir Mekky, que entonces tenía 21 años. Su brutalidad aún resuena entre los policías que participaron en la investigación que sirvió para detenerlo en Dubái en junio de 2020. En el grupo también estaba su hermano mayor, Fakry Mekky, y los hermanos Karim y Ahmed Abdul Karim, todos con pasaporte sueco y ya fuera de España. “Fue la primera vez que veíamos esos niveles de violencia. Nos marcó”, cuenta uno de los agentes que les siguió la pista. La situación —unida a otros homicidios en la zona en apenas unos meses— impulsó además la creación en 2019 de un grupo policial dentro de la Unidad de Delincuencia y Crimen Organizado (Udyco) y dedicado exclusivamente a resolver ajustes de cuentas. Ese mismo año, un hombre —también llegado desde el país nórdico, como sus asesinos— murió de varios disparos tras ser torturado en un chalet de la urbanización Puebla Tranquila en Mijas.
Los investigadores se muestran sorprendidos por la juventud, frialdad y niveles de violencia de los narcos escandinavos que han ido llegando posteriormente. “Ya sean el líder de la organización, sus lugartenientes o los ejecutores. Muchos son veinteañeros o incluso menores de edad que han convertido lo extraordinario en ordinario”, cuenta un policía. Muchos de los cabecillas llegan a Marbella para hacer negocios relacionados con el narcotráfico o incluso a vivir, porque se sienten más seguros. No siempre lo están. Otros solo llegan con el encargo de matarlos.
Muchos de ellos crecen en barrios desfavorecidos de grandes ciudades, entre pandillas donde la violencia es el único ascensor social. “Pero cada vez más, los sicarios reclutados hoy en día no forman realmente parte de esas bandas: son contratados solo para un asesinato, algo así como un trabajo temporal. Es lo que la policía llama crimen como servicio. Y lo comparan con modelos como Uber”, aclara Manne Gerell, profesor asociado del Departamento de Criminología de la Universidad de Malmö, quien apunta que esos jóvenes proceden cada vez menos de familias de origen extranjero y su tipología es más diversa. Incluidos “los tradicionales adolescentes suecos de clase media, rubios y de ojos claros”, añade el escritor y comunicador Diamant Salihu.
“En un mundo cada vez más internacional, parece lógico que ciertos fenómenos nacionales o regionales acaben afectando no solo a los países vecinos, sino también a otros Estados miembros de la Unión Europea como España”, subraya Erik Fågelsbo, fiscal sueco y representante nórdico en Eurojust, la agencia para la cooperación judicial de Europa. Y buen ejemplo es lo que ocurrió en octubre de 2021, cuando varios jóvenes —“sin escrúpulos y muy violentos”, según fuentes policiales— de la banda Tadese intentaron secuestrar en Marbella a un rival del clan de los Goulara. Le asaltaron en plena calle, pero no consiguieron hacerle entrar en la furgoneta en la que pretendían encerrarlo. Como respuesta, al día siguiente, fueron tiroteados a la salida de un club de alterne en Fuengirola. La operación acabó con la detención de siete personas por parte de la Policía Nacional. Ese año, junto a la Guardia Civil, otra investigación sirvió para dar un golpe al narcotráfico sueco con la detención de 71 personas en la Costa del Sol, entre ellas Chiab Lamouri —uno de los delincuentes más peligrosos de Suecia— y Lars Gunnar Broberg y Joakim Peter Broberg, respectivamente marido —ya fallecido— e hijastro de la alcaldesa de Marbella, Ángeles Muñoz. La fiscalía pide para él 18 años de prisión.
Menores de edad
El año pasado se repitieron los ingredientes. En febrero, tres personas de nacionalidad sueca intentaron asesinar a dos compatriotas —solo consiguieron herir a uno— en Marbella. Fueron detenidas en marzo, mes en el que también se atrapó a un chaval de 17 años que llegó desde Gotemburgo con el único objetivo de matar al miembro de una banda motera. Era la primera vez que la policía española se encontraba con un sicario menor de edad. Y la operación sirvió para desmantelar a una organización —padre, madre e hijo, de 14 años, todos suecos— asentada en Alicante y liderada por el adolescente, que se dedicaba a reclutar a través de canales como Telegram o Signal a jóvenes para cometer asesinatos. Juzgado en su país, el chico fue condenado a dos años de internamiento en un centro de menores. “Los menores son elegidos porque son fáciles de influir y más difíciles de rastrear en aplicaciones encriptadas”, remacha el periodista escandinavo Joakim Palmqvist. Este julio los agentes detuvieron a otro menor de 16 años que también había viajado a la Costa del Sol para asesinar, junto con otro joven de 19. Ambos eran suecos, como las otras cuatro personas detenidas en la misma operación y que supuestamente les facilitaron la logística y las armas, que quedaron en libertad provisional.
El último incidente fue el del viernes 3 de octubre, esclarecido gracias a la intervención de las patrullas ciudadanas de la Policía Nacional, que cerraron con rapidez todas las salidas de la autovía y atraparon al homicida a la altura de la urbanización Elviria, al este de Marbella. “Tienen mucha experiencia ya y lo hacen bien, como el resto de grupos que trabajan en la zona. Gracias a toda esa ingente labor, de momento hemos conseguido parar la ola de violencia”, cuenta otro especialista policial. “Aquí no existe, ni de lejos, la situación que viven en Suecia y los países cercanos”, añaden, y celebran, otras fuentes policiales. Éstas recuerdan que la experiencia de equipos como el Grupo de Respuesta Especial Contra el Crimen Organizado (Greco) y las unidades de Udyco Costa del Sol han servido como parapeto al crimen organizado. Barrera a la que, como explican desde Europol, se ha sumado este año el proyecto Grimm, un operativo internacional que busca aumentar la cooperación policial entre países y donde están incluidos policías de Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Francia, Alemania, Islandia, Países Bajos, Noruega, Suecia y Reino Unido, además de España. Gracias a ello la situación aún no se ha descontrolado, aseguran. Nadie pone la mano en el fuego, eso sí, a que no lo haga más adelante.
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