Sicarios adolescentes en la Costa del Sol: disparan armas de guerra sin edad aún para conducir
La detención de un belga de 17 años por matar a un hombre en Fuengirola y de otros dos menores suecos por intento de asesinato alarma a la Policía


Tras escaparse de un centro de menores en Bélgica en otoño del año pasado, fue contratado por una organización criminal de Países Bajos. Desde allí voló el 7 de diciembre de 2024 a Málaga. Aterrizó cerca de la medianoche y fue recogido en coche por dos miembros de la banda de narcos. Le llevaron a un hotel para entregarle un fusil de guerra y después lo trasladaron hasta Fuengirola. Cerca del paseo marítimo, en la calle Asturias, le mostraron el club de cannabis del que, antes o después, saldría un hombre al que debía matar. Encapuchado, esperó con paciencia. De madrugada, apenas dos horas después de llegar a España, apretó el gatillo a sangre fría y huyó en bicicleta, luego a pie y finalmente en taxi.
Esta secuencia de película está protagonizada por un chaval de 17 años, belga y con una única misión para su viaje hasta la Costa del Sol: cometer un asesinato con la Mocro Maffia de trasfondo. Ya detenido, es el primer caso en España con un sicario menor de edad como principal acusado. Es una situación que se repite desde hace años en los países del norte de Europa, pero nunca antes había ocurrido en territorio español. “Es una ola que nos llega poco a poco. Y un auténtico problema”, subraya uno de los policías que dirigió la investigación. “Es algo que nos ha sorprendido a todos”, reconoce el fiscal Antidroga de Marbella, Carlos Tejada.
La utilización de chavales en el crimen organizado ha desbordado Suecia. Sicarios de 13, 14 o 15 años son ya habituales en las guerras nórdicas del narcotráfico. No tienen edad para sacarse el carné de conducir o comprar bebidas alcohólicas, pero ya disparan armas, lanzan granadas y ponen bombas. “Cada vez más jóvenes sin antecedentes penales son reclutados para llevar a cabo ataques violentos”, advertían este verano desde Europol. “Así es como luce el crimen organizado en 2025”, resumió entonces Andy Kraag, director del Centro Europeo de Crimen Grave y Organizado de la agencia policial europea, donde describen que este servicio está formado por “una cadena de montaje” que va desde quien paga por matar hasta quienes reclutan a los adolescentes, los que les facilitan la logística y, claro, el que ejecuta. Los agentes especializados en crimen organizado llevaban tiempo advirtiendo que más pronto que tarde estos niños llegarían también en la Costa del Sol. Y en poco más de un año han arrestado a tres. A dos de ellos, de nacionalidad sueca, los atraparon poco antes de cometer sus asesinatos, con todo ya preparado. Con el tercero, belga, no hubo opción para evitar la muerte, aunque una compleja investigación consiguió identificarlo a él y quienes le ayudaron con rapidez: la persona que lo contrató, las que se encargaron de la logística —organizar sus viajes, pagar los billetes, alquilar la bicicleta para la huida, llevar el fusil hasta Fuengirola desde París, comprar el whisky para celebrar— y quienes le mostraron el lugar donde debía liquidar a la víctima. Todas están ya en prisión.

El primer caso con un adolescente dispuesto a matar ocurrió en Benalmádena en primavera de 2024. El chico tenía también 17 años y había viajado desde Suecia con el único objetivo de disparar. Pasó varios días en la Costa del Sol en diferentes hoteles hasta que le hicieron entrega de un patinete. Con él pasó cuatro días vigilando una urbanización en la que, según la policía, vivía su objetivo: un miembro de una banda motera. Fue detenido justo antes de que sus compinches le entregaran un fusil de asalto para el crimen. “En su alojamiento tenía cintas, guantes, ropa, todo preparadísimo para el delito. Pero lo pillamos antes”, explica un policía que participó en aquella investigación. Ese trabajo tuvo una consecuencia muy relevante: permitió desmantelar una organización dedicada a reclutar menores para cometer asesinatos. Estaba dirigida por un chaval de 15 años recién cumplidos, sueco y afincado en Alicante. Para captar a otros adolescentes, utilizaba Telegram y Signal bajo alias como Donald Trump, The Recruiter o Ms. Evelina. “Era el puto amo”, señala el policía. “Pedía asesinos como quien pide una pizza”, añade sorprendido por el nivel de violencia entre menores de edad. “Un niño de estos por 20.000 euros te mata a una persona”, exponen fuentes policiales. A otros, eso sí, los estafan y nunca llegan a pagarles. O, si fallan, les extorsionan para que devuelvan el dinero con intereses.
Penas bajas por su edad
El chaval arrestado en Alicante fue juzgado este verano en su país, Suecia. La fiscalía le acusaba de intento de extorsión, intento de asesinato en Estocolmo, Malmö y Torrevieja, además de responsable de reclutar, guiar y entrenar a jóvenes para cometer crímenes. Según la sentencia, a la que ha tenido acceso EL PAÍS, el tribunal consideró que apoyó, dio consejos y respaldó al autor de un tiroteo, por lo que fue condenado como cómplice de intento de asesinato y por posesión de armas. La condena superaba los 20 años de prisión, pero dada su edad —15 años— todo quedó en dos años en un centro de internamiento para menores. “Las penas son muy pequeñas, por eso usan a los menores para este tipo de trabajos”, relata el periodista sueco Diamant Salihu, quien ha publicado dos libros y una serie televisiva sobre la violencia entre bandas en su país. Cree que el uso de menores para cometer crímenes ha crecido porque son más baratos que un profesional. Y, cuando tienen éxito, les animan para seguir haciéndolo hasta que los pillan. “Entonces las bandas se desentienden de ellos”, destaca. Muchos están criados familias vulnerables de origen extranjero, pero otros son “adolescentes suecos tradicionales” de pelo rubio y ojos claros. Solo en 2024 hasta 30 jóvenes del país —muchos menores de edad— viajaron a Dinamarca a atacar a rivales. Y esta semana un niño de 13 años fue enviado a Oslo (Noruega) para lanzar una granada de mano. Había recibido 3.000 euros por el trabajo.
Es un modelo barato y sencillo, con multitud de jóvenes que levantan la mano ávidos de dinero rápido. Por eso se exporta y los chicos salen a otros países a asesinar. “España es un lugar donde irán llegando más casos, puesto que muchos responsables del narcotráfico viven en la Costa del Sol, porque allí lo tienen todo”, añade Salihu. “Las organizaciones criminales más potentes dirigen sus negocios desde Marbella. Ello tiene como consecuencia que los problemas de allí los tengamos también aquí”, reconoce el fiscal antidroga en la localidad malagueña, Carlos Tejada. “Hay temor a que nos salpique cada vez más, porque ya estamos viendo a los primeros y pueden venir más”, admite un experto policía en la zona. “Así que tenemos que estar bien preparados”, avisa el agente.
Otro compañero insiste el buen trabajo policial que, por ejemplo, el pasado julio permitió detener a otro menor sueco de 16 años junto a un chaval de 19 cuando llevaban cinco días en España. Les habían dado un patinete y tenían armas en su piso turístico listas para disparar. O el que permitió identificar en apenas cuatro días al asesino de Fuengirola, a quien le había encargado el trabajo en Países Bajos, y a las personas que le habían facilitado toda la logística. “Hicimos una inmensidad de gestiones en un trabajo de casi 24 horas al día”, destacan los agentes, que saben que aunque la presencia de sicarios menores es todavía algo exótico, esta no será la última investigación relacionada con ellos. “La ola está, de momento, contenida. Veremos en el futuro”, concluyen.
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