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La no tan sorprendente escasez del embalse del Ebro en Cantabria

Los consecutivos meses cálidos, las lluvias deficitarias y el uso para regadío lo dejan en un 46% de capacidad

Embalse Ebro Cantabria
Unos animales pastan en laderas descubiertas por la escasez de agua en el embalse del Ebro en Reinosa.Juan Navarro
Juan Navarro

El fácil acceso a información actualizada casi al instante genera pequeñas obsesiones como revisar compulsivamente el estado de los embalses. El cambio climático, las sequías cíclicas o las amenazas de restricciones se enfrentan en el argumentario a las borrascas de diversa nomenclatura, a las danas y a las quejas de la hostelería cuando llueve en cualquier fiesta, o no, de guardar. Las abundantes precipitaciones de la última Semana Santa aliviaron pantanos agonizantes como los andaluces, dieron aire a los mediterráneos y catalanes y llenaron los del noroeste.

El norte mira desahogado las estrecheces del sur y del este, pero hay un asterisco, según los portales fiscalizadores de presas. El pantano del río Ebro, en Cantabria, choca contra la tendencia septentrional a la abundancia: apenas llena el 46% de su capacidad frente al 70% de media de los últimos cinco años. La escasez bebe del carácter interanual del pantano, estratégico para garantizar regadíos en la castigada cuenca del Ebro, y las no tan abundantes lluvias cántabras.

Una excursión física para ratificar la información virtual ratifica que ese enorme pantano ha pasado por épocas mejores. El recién parido Ebro tiene en la zona una extensión de 6.253 hectáreas, con varios pequeños municipios en las orillas y con una capacidad total de 541 hectómetros cúbicos, de los cuales actualmente apenas hay cubiertos unos 250, un 46% de su volumen, según la medición de este miércoles.

El aciago 2023, de pobreza hídrica, se quedó en un 40%. Aquel fue el peor en 20 años, seguido del actual, en el que el volumen de agua es casi la mitad que el promedio en dos décadas: un lustroso 82%, 442,6 hectómetros cúbicos. La explicación radica en un concepto: embalse hiperanual. Fuentes de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) explican que ese término significa la capacidad de almacenar agua en las temporadas húmedas y administrarla en contextos complicados, con el regadío como principal uso.

Las escasas precipitaciones de los últimos meses en Aragón, la gran demandante para sus cosechas, o Cataluña, ha elevado la presión sobre este pantano. “En los años hidrológicos secos de 2021-2022 y 2022-2023 ha utilizado sus reservas para garantizar sus usos y ahora le está costando recuperarse”, afirman estas fuentes, que añaden a Navarra y La Rioja como usuarios de este caudal y los canales de Lodosa y el Imperial. A ello se unen “minitrasvases” para la cuenca del Cantábrico “para garantizar el abastecimiento de la región.

El análisis sobre el estado de las presas traza finas líneas entre la sequía y la escasez, que no son lo mismo. Difícil calibrarlo para el visitante profano en la playa de Arija o en el puente de Horna, lugares desde donde contemplar la capacidad de esta reserva hídrica. La presencia de caballos o vacas pastando tranquilamente en esas laderas habitualmente tapadas corrobora que el lugar ha tenido momentos mejores, al igual que lo expresa la vegetación y esas franjas horizontales naturales que marcan las diversas alturas del nivel del agua, con muchas de ellas actualmente a la vista.

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“El embalse del Ebro ha estado en situación de sequía prolongada durante buena parte de este año hidrológico 2023-2024, aunque ahora ya no lo está”, precisan los portavoces de la CHE, en parte gracias a las últimas lluvias y nieves, aunque no tan abundantes como en inviernos pasados. La región acumula 15 meses consecutivos considerados “cálidos y secos”, misma calificación que la vigente primavera, mala señal para el embalse.

Las últimas heladas de finales de abril, con temperaturas bajas, escarchas y copos en cotas altas, no revierten esa situación. Bien lo saben a unos kilómetros, en la estación de esquí Alto Campoo, sin apenas actividad este invierno, muchos días cerrada o con escasas pistas disponibles gracias a la ayuda clave de los cañones de nieve artificial. El escenario de calor para la época beneficia asimismo a los pirómanos, habitualmente ganaderos según las sospechas de los servicios de extinción, que queman el monte con el fin de ganar superficie para sus vacas.

“La cabecera del Ebro, donde se encuentra el embalse del Ebro, ha mejorado, pero no de forma suficiente como para mejorar los niveles que registraba el informe de sequía y escasez de marzo, continuando esta unidad territorial en situación de alerta por escasez”, resumen las fuentes de la confederación hidrográfica. Arcadio Blasco, delegado territorial cántabro de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), indica que “hasta el 31 de marzo, ecuador del año hidrológico, está siendo seco, con un déficit del 12% respecto al promedio”.

Las previsiones de Aemet para la primavera completa apuntan a que será “más cálida de lo normal”, en la tendencia de los últimos años, si bien las estimaciones aún no vaticinan con solvencia el patrón de precipitaciones previsible. Blasco rechaza posicionarse firmemente, a falta de ratificación exacta, sobre el progresivo aumento de las temperaturas, pero sí admite que este fenómeno sucede y que marzo, salvo por los temporales de Semana Santa, iba camino de ser “seco”.

Esos calores inusuales, con jornadas con termómetros de playa en pleno marzo o abril, acarrean menos nieve en las cordilleras, algo evidente nuevamente al circular por las zonas montañosas. Los frecuentes días consecutivos por encima de las temperaturas medias impiden que se afiance la nieve en los montes y que este manto blanco sirva como recurso veraniego en los meses secos, donde asimismo aumenta la demanda en Santander o las localidades aledañas a causa del turismo o las segundas viviendas.

Luis Martínez, responsable de la empresa de deporte aventura H2UR, percibe un “cambio en el clima” que salpica a su actividad económica en el entorno de la presa. “No se han dado nunca estas situaciones, estamos a verlas venir, no sabemos qué va a pasar”, asegura este cántabro tras más de 30 años ofreciendo rutas en canoa o descensos en rafting por el Ebro.

Para Martínez y compañías similares, la clave radica en el caudal veraniego, ya que si tiene fuerza atrae a miles de visitantes con ganas de adrenalina. “El año pasado salvamos los muebles, este tenemos incertidumbre porque vivimos de lo que nieva en invierno y llena el pantano en verano”, explica el empresario, consciente de las circunstancias climáticas venideras: “O adaptarse o cerrar, las cosas vienen como vienen”.

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Sobre la firma

Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, en comunicación corporativa, buscándose la vida y pisando calle. Graduado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS.
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