Con el despliegue de toda la pompa institucional, los tres poderes del Estado se congregaron este martes en el Congreso de los Diputados para ratificar la voluntad de permanencia de la Monarquía. Ante más de dos tercios del arco parlamentario, los máximos responsables del Ejecutivo, del Judicial y de los tres Ejércitos, Leonor de Borbón y Ortiz juró “guardar y hacer guardar la Constitución” así como fidelidad a su padre, Felipe VI. El mismo día que cumplía 18 años, la princesa de Asturias pasó el trámite que a partir de hora le permitirá heredar la Corona inmediatamente ante cualquier eventualidad del actual Monarca. Leonor de Borbón, que puede ser la primera reina de España en más de siglo y medio, fue saludada por la presidenta del Congreso, la socialista Francina Armengol, como una “digna representante de este país moderno y abierto al mundo”.
Toda la liturgia y el boato que acompañan a la Monarquía se pusieron en escena para conferir solemnidad histórica a un trámite previsto por la Constitución y que la democracia solo había visto en una ocasión, hace 37 años, cuando el Rey actual alcanzó, como ahora su primogénita, la mayoría de edad. Los viejos Rolls Royce para transportar hasta la Carrera de San Jerónimo a la Familia Real, el desfile marcial de los Ejércitos y la Guardia Civil bajando hacia la sede de la soberanía nacional, el gigantesco baldaquino desplegado en la puerta de los Leones del Congreso, un hemiciclo especialmente remodelado para la ocasión, una tribuna de invitados donde comparecían, entre otros, los cuatro expresidentes del Gobierno vivos... La Monarquía necesita de vez en cuando mostrar su parafernalia y su ritual, ya sea en una coronación, en una boda o en un acto como este que simboliza su continuidad en la heredera de la línea sucesoria de los Borbones.
Tanto como las presencias en la jornada dejaron una huella muy marcada las ausencias. Tres ministros del socio minoritario del Gobierno, Irene Montero, Ione Belarra y Alberto Garzón, plantaron el acto, así como los nacionalistas catalanes, vascos y gallegos, aliados indispensables de la coalición gubernamental, al completo. Hace 37 años sí estaban todos, una demostración de que la Monarquía ya no cuenta con el abrumador respaldo que tenía hasta el cambio de siglo. La otra prueba de ello fue que tampoco estaba el principal responsable de esa desafección, Juan Carlos I, instalado en Abu Dabi desde que los escándalos zarandearon su figura. Para que su ausencia fuese menos notoria, la Casa Real decidió excluir del acto del Congreso a la reina Sofía.
Los que sí estaban todavía constituyen una clara mayoría política, el 83% del Congreso, nutrido en este caso por el PSOE y el conjunto de las formaciones de la derecha. Todos se pusieron en pie para ovacionar la entrada de la Familia Real en el hemiciclo. Hasta en la tribuna de invitados, donde está prohibido aplaudir, se hizo esta vez una excepción. Allí se afanaron en las palmas desde las autoridades hasta un grupo de jóvenes de la misma edad que la Princesa, convidados especiales de la ceremonia, e incluso algunos periodistas veteranos de los años de la Transición.
Algunos juristas habían apuntado que la fórmula tradicional de acatamiento de la Constitución por parte de la Corona, usando el verbo jurar, encierra una connotación religiosa cuando el Estado se declara aconfesional. Pero la Princesa se atuvo a la frase clásica y juró. Fue su única intervención en un acto que, pese a todas las galas que lo envolvieron, tenía un contenido muy sencillo. Primero intervino el letrado mayor del Congreso, Carlos Gutiérrez, para leer el acuerdo del Consejo de Ministros por el que se convocaba el juramento de la heredera, una vez alcanzada su mayoría de edad. Y tras las palabras de Leonor de Borbón le dio la réplica, en el único discurso de la ceremonia, la presidenta de la Cámara.
Republicana confesa, Armengol se atuvo estrictamente a su papel institucional. Comenzó destacando que el juramento supone por parte de la Corona una “expresión pública de respaldo” a la Constitución, de la que precisamente este martes se cumplen 45 años de su aprobación por las Cortes. La presidenta recordó cómo era la España de 1986, cuando acababa de entrar en la UE, y se entregó a una pormenorizada alabanza del país de hoy. “Un país con peso en el mundo, referente en Europa”, sostuvo, “un país cohesionado, respetuoso, consciente y orgulloso de su diversidad”, “un país cuya sociedad es un ejemplo de tolerancia y solidaridad”, insistió.
Armengol trasladó esos elogios a la figura de la protagonista del acto. “La princesa Leonor es digna representante de este país moderno y abierto al mundo”, señaló. “Una mujer joven, cercana al sentir mayoritario de su generación”. Apeló a cuestiones como la emergencia climática o la lucha contra la violencia de género para citar palabras de un discurso anterior de la propia heredera, que se había referido al papel de los jóvenes para construir “un mundo más justo y sostenible”.
La presidenta deslizó frases en las otras tres lenguas ya oficiales en el Congreso, citando a poetas en catalán, gallego y euskera, entre varias alusiones a la “diversidad de España”. Y tampoco faltó la referencia a la condición femenina de la que puede ser la futura reina para reivindicar que uno de los grandes retos del presente es conseguir “la igualdad real entre hombres y mujeres”.
Armengol acabó parafraseando al presidente del Congreso en 1986, el también socialista Gregorio Peces Barba, para pronunciar, como hizo aquel, vivas a la Constitución, al Rey y a España. El hemiciclo prorrumpió en un largo y estruendoso aplauso, del que no todos participaron con la misma energía. En la derecha, los rostros desbordaban entusiasmo. En la izquierda, los miembros de Sumar en el Gobierno en funciones, la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, y el ministro de Universidades, Joan Subirats, batían tímidamente las palmas.
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Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.