La última gran piedra en el camino del Gobierno de coalición
El Ejecutivo se ve reforzado por la economía y la agenda exterior, pero preocupa que la crisis Sumar-Podemos acabe con todo
En público no lo admiten con facilidad, pero en privado la mayoría de los miembros del Gobierno asume que el final de 2022 y el arranque de 2023 fueron momentos políticos muy malos para el Ejecutivo. De los peores en los casi cinco años que lleva Pedro Sánchez en La Moncloa.
La polémica reforma de la malversación dominó el final de año pasado y la de la ley del solo sí es sí, el arranque de este. Sin embargo, terminado el duro invierno político, el Ejecutivo transmite en primavera una sensación completamente diferente. El Gobierno acumula en las últimas semanas hitos positivos, especialmente en los datos económicos, que han cambiado el ambiente por completo.
Ahora, en La Moncloa están convencidos de que es el PP quien acumula problemas por los errores de su líder, Alberto Núñez Feijóo. Sobre todo porque los datos económicos fundamentales, con una Semana Santa que está volviendo a niveles de ocupación prepandemia, han desmontado el elemento principal con el que los populares contaban para volver a La Moncloa, como en 2011: el colapso económico.
“La oposición apostó al apocalipsis y ahora que no ha llegado están desconcertados”, resumía Pedro Sánchez el miércoles en una conversación informal con los periodistas, de vuelta de un viaje a Chipre, Malta e Italia.
Todos los gobiernos tienden a un optimismo exagerado sobre sí mismos, pero hay algunos datos objetivos que alientan este cambio de ambiente que llega en un momento clave, cuando ya todo huele a campaña electoral para el 28 de mayo, que se acelerará después del descanso de Semana Santa. La inflación, que lleva un año y medio devorando los salarios y, con ellos, la propia credibilidad económica del Gobierno, se ha frenado en marzo hasta quedarse en el 3,3%.
El precio de los alimentos, el que más daño hace a las familias trabajadoras, y el que más desgasta al Ejecutivo, aún está lejos de controlarse. Pero el Gobierno aún tiene margen de actuación. La Moncloa y el equipo económico están discutiendo internamente el próximo paquete de medidas contra los efectos de la guerra de Ucrania, que debería aprobarse en junio, cuando decae el plan actual, y podría empezar a conocerse en mayo, en pleno periodo electoral. Y en todas las discusiones está un plan de choque contra el aumento del precio de los alimentos que podría incluir un bono para la clase media. Cualquier tipo de ayuda que compense el demoledor efecto de una cesta de la compra disparada, unas hipotecas variables con aumentos de hasta el 40% y unos salarios con subidas muy por debajo de la inflación del año pasado. En los convenios pactados están subiendo de media un 2,8%, según el Ministerio de Trabajo.
Pero la cifra más relevante, la que alienta el optimismo del Ejecutivo, es la del empleo. El ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, mano derecha de Sánchez, exhibía el sábado un dato que el Gobierno repetirá como un mantra toda la campaña: “Hay alegría, hay optimismo, hay una España que mira al futuro. Esta Semana Santa está siendo extraordinaria. Hemos creado 300.000 empleos en el primer trimestre del año. Y enfrente tenemos una oposición refunfuñando porque a España le va bien. Que se armen de paciencia, porque en 2023 les va a ir mejor a los españoles”.
300.000 no es una cifra cualquiera. Tiene muchas reminiscencias. En el primer trimestre de 2012, el primero del Gobierno de Mariano Rajoy, se destruyeron justo 300.000 empleos. Exactamente los mismos que se han creado ahora. Y en el último año del PSOE en el Gobierno, 2011, también se habían destruido 256.000 empleos en ese primer trimestre, que solía ser fatídico. La destrucción de empleo en los últimos años de José Luis Rodríguez Zapatero fue constante; una bomba que, sumada a los ajustes forzados por Bruselas, devoró la credibilidad del PSOE y derivó en el peor resultado de su historia y una aplastante mayoría absoluta de Rajoy a finales de 2011. Antes, el PSOE ya había sufrido una debacle en las autonómicas.
Este asunto del empleo es decisivo políticamente. El PP quiere repetir el esquema de 2011, con un primer golpe en las autonómicas y un remate final en las generales. Pero el Gobierno está absolutamente convencido de que, digan lo que digan ahora las encuestas, el PP no podrá dar el vuelco electoral si Sánchez puede exhibir una gestión económica positiva. Su campaña será la gestión. Por eso el presidente parece tan decidido a mantener a toda costa la coalición. Porque romperla se asociaría con un fracaso del Gobierno. Daría la razón a la oposición.
Preocupación
Y por eso hay tanta preocupación en el Ejecutivo con la enorme tensión entre Sumar y Podemos. Sánchez y su equipo tienen un plan bastante claro y lo están ejecutando en lo que depende de ellos y de Yolanda Díaz, con quien cada vez es más evidente la sintonía. Consiste en cerrar todos los hitos de gestión posibles —acaban de hacerlo con la reforma de las pensiones y ahora retomarán las negociaciones para la ley de vivienda— para llegar a las elecciones autonómicas con todo cerrado y un paquete completo de reformas para reivindicar.
Pero ese plan, que pasa por poner el acento en la gestión, los datos económicos o el perfil internacional de Sánchez, que ha multiplicado su agenda estas semanas, se va al traste con cada guerra interna en Unidas Podemos, que rápidamente se hace con el foco. Hay varios ministros muy preocupados con el escenario de una ruptura definitiva que llevara a Podemos a presentarse en solitario a las generales.
Todo el trabajo de estos meses podría quedar en nada si la división del bloque de izquierdas en tres opciones lleva a perder unos escaños imprescindibles para completar una mayoría. Por eso el presidente, en el viaje de vuelta de Roma, desmintió a los periodistas lo que insinúa Pablo Iglesias: que el PSOE está intentando convencer a Yolanda Díaz de que está mejor con Podemos fuera que dentro de Sumar. Solo animó a que “encajen todas las piezas del puzle”.
Sánchez no se va a meter en ese avispero, es un problema que tiene que resolver Díaz, insisten en el entorno del presidente. Pero todos los ministros, no solo los de Unidas Podemos, están muy pendientes de esta cuestión, porque creen que es la única piedra que puede impedir la recuperación del Gobierno en la que confían para los próximos meses, al mismo ritmo que mejora la economía. El problema fundamental es que la solución depende de Díaz, pero también de un factor externo que se ha demostrado incontrolable tanto para el PSOE como para la vicepresidenta segunda: Podemos.
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