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Pablo Casado toma nota del desapego de su sociedad civil

El presidente del PP se distancia de la patronal y la Iglesia y ahonda en su discurso duro ante la posibilidad de gobernar con Vox

Pablo Casado y Antonio Garamendi en la entrega de premios de periodismo Mariano de Cavia, Luca de Tena y Mingote, el pasado junio. En vídeo, Casado pide a Sánchez que dimita y convoque elecciones por los indultos, en la última sesión del Congreso.Vídeo: JAVIER LIZON / EFE / epv
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Las encuestas internas del PP de esta misma semana les han confirmado que su estrategia actual es la buena, que el liderazgo de Pablo Casado está bien considerado y consolidado, que han devorado ya al electorado y más de 30 escaños de Cs y que, como la legislatura la dan por finiquitada, ya solo hay que insistir “en el mantra de que Pedro Sánchez está políticamente muerto”. La posibilidad de llegar a gobernar con Vox, a escala nacional, no está fuera del escenario.

Esta es la conclusión optimista y coincidente de media docena de dirigentes nacionales del equipo del líder popular. Casado, tras una semana clave para lo que quede de curso político y después de los polémicos indultos a los líderes separatistas, ha roto amarras con una parte fundamental de la sociedad civil que tradicionalmente ha respaldado al PP —la Iglesia y la patronal— y se ha desmarcado en público de ella, influido por el sector más duro del PP.

“Son días para apuntar, para tener en la cabeza y no olvidar”, avisó el viernes el expresidente José María Aznar. Lo hizo en uno de sus cursos de liderazgo, en el que como estrella invitada estaba la madrileña Isabel Díaz Ayuso y no Casado. Allí tomó nota de las posiciones que considera demasiado favorables al diálogo y la distensión en Cataluña del Círculo de Economía, el presidente de la patronal CEOE, los empresarios catalanes y lo que denominó “la Conferencia Episcopal tarraconense”, en alusión a los 10 obispos de Cataluña que se han decantado por facilitar la concordia.

El día anterior, Ayuso había lanzado ya su advertencia al conminar a que sean los empresarios catalanes favorables a los indultos los que sufraguen los costes de este proceso y se olviden del resto de España, “porque Madrid no está para fiestas”. Ayuso llevará esta propuesta a la reunión con Pedro Sánchez el 9 de julio.

Casado es consciente de todas esas presiones internas, de las externas con respecto a Vox y también de la peculiar situación de la CEOE y su presidente, Antonio Garamendi. El dirigente de la patronal le ha explicado ya varias veces a Casado, en público y en privado, el contexto de su intervención en la que dio la “bienvenida” a los indultos si ayudaban a “normalizar” la recuperación de los negocios, el empleo y la economía en Cataluña. Es su obsesión. Garamendi acudió a las jornadas del Círculo en Barcelona y en esos dos días escuchó muchas confidencias de empresarios relevantes, directivos del Ibex y de la patronal Foment del Treball, y se imbuyó de ese clima, sin reparar en la cantidad de asociados de la CEOE en el resto de España que mantienen posturas más intransigentes. Tampoco imaginó los ataques descarnados de algunos medios de comunicación. Pidió perdón, rectificó y matizó su inicial buena disposición. Volvió a conversar con Casado, que aparentemente le comprendió. Pero el líder del PP se descolgó el lunes, ante sus grupos parlamentarios, con un discurso aún más despectivo hacia esa sociedad civil que el que propinó a Sánchez tras escuchar su monólogo en el Liceo.

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Algunas frases muy dañinas de Casado se dirigieron inequívocamente contra los empresarios: “No hay grandeza alguna en los extraños compañeros de cama que Sánchez ha logrado para su causa, solo expresan su debilidad económica y moral”, dijo.

Y despreció a los asistentes al Liceo como “una supuesta sociedad civil rota y débil entregada a un Gobierno con dinero pero sin principios”. Casado dejó una sentencia que sonó a recado: “Ningún lobby en búsqueda de fondos europeos ni ningún cabildeo cortesano logrará apartarnos de nuestro camino, porque estamos seguros de que es el mejor para los españoles y sabemos que van a compartirlo mayoritariamente con nosotros muy pronto. Nuestros únicos accionistas son los españoles, solo a ellos nos debemos, no a ningún editorial ni consejo de administración. Los que se fueron de Cataluña para mantener su cuenta de resultados frente al independentismo no pueden pretender ahora que nos vayamos de Cataluña para la cuenta de resultados de Sánchez con el independentismo”.

Ese demarraje de Casado tiene una explicación. En su entorno denuncian con gran malestar que “algunos empresarios relevantes que acuden a su despacho en Génova 13 para denostar el proceso independentista y hasta para pedir ayuda con algunas medidas, en función de puro lobby, en cuanto pueden se descuelgan en un escenario para respaldar la convivencia de Sánchez”. Casado y su equipo les desprecian como auténticos traidores. No se sienten nada atados a esos sectores y auguran que cuando el líder popular llegue a La Moncloa cambiarán de bando rápidamente.

Fuentes de la CEOE transmiten que Garamendi y Casado se llevan muy bien y hablan a menudo sin problemas. El presidente de la patronal tiene como mano derecha a la exministra popular Fátima Báñez. Sostienen que el líder del PP ha comprendido las justificaciones de Garamendi, pero también dejan caer que en este último año con la pandemia el dirigente popular y su partido han perdido peso y trascendencia desde la oposición y que en cambio la CEOE sí ha sido un interlocutor permanente y privilegiado del Gobierno, con el que han llegado a numerosos acuerdos. Se apunta ahí implícitamente al argumento de los celos y a la dificultad de aparecer que sufre la oposición en este contexto.

La tensión con la Iglesia y la Conferencia Episcopal es más compleja. No son solo los obispos catalanes, como intentó despejar el problema al principio la cúpula popular. Esta semana se reunió la comisión permanente de la Conferencia y su portavoz, Luis Argüello, no solo respaldó a sus compañeros en Cataluña sino también el diálogo, siempre con respeto a la justicia y la división de poderes. Y agregó que la crisis en Cataluña “no se puede resolver solo desde el sentimiento”.

El PP actual de Casado es un partido liberal conservador, que en su ejecutiva tiene algunos miembros socialmente muy progresistas en temas como el aborto, la libertad sexual o la eutanasia, pero en el que los dirigentes más influidos por la Iglesia católica y hasta por el Opus ostentan gran poder. El propio Casado y alguna de sus colaboradoras más cercanas han derivado en los últimos tiempos por situaciones personales hacia posiciones más conservadoras en lo religioso, y su número dos, Teodoro García Egea, no oculta sus buenas conexiones en Murcia con el Opus. La resistencia de Casado a todas esas influencias ha sido destemplada. Afirma que la política se hace solo desde el Parlamento con los escaños que salen de las urnas. Pero el PP dispone por ahora, y al margen de los sondeos, solo de 89. Con los 52 de Vox y los nueve de Ciudadanos llegan a 150, muy lejos para disturbar las amplias mayorías del PSOE y sus socios.


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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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