Astigmatismo político
La derogación de la reforma laboral, íntegra o no, es un movimiento político de lo más dudoso o algo muy parecido a una chapuza
El astigmatismo político provoca visión borrosa, desdoblada, desenfocada. Y recorre todo el sainete de la derogación, íntegra o no, de la reforma laboral pactada por el PSOE, Podemos y EH Bildu, que pone patas arriba los apoyos parlamentarios del Gobierno. El Ejecutivo planteó hace un par de semanas una negociación de amplio espectro para ampliar un mes la prórroga del estado de alarma y evitar nuevos sustos en el Congreso. Carmen Calvo, al volante en esas conversaciones, fracasó en su primer objetivo: asentar la mayoría de la investidura con ERC. Eso obligó a hacer otras concesiones al PNV (la cogobernanza) y sobre todo a Ciudadanos (solo 15 días de prórroga). Aun así, en algún momento de la recta final de esa negociación el Gobierno temió perder la votación. Tuvo miedo y activó un plan b de alto voltaje: la abstención de los cinco diputados de EH Bildu. El partido vasco llevaba tiempo proponiendo derogar la reforma laboral. Ese acuerdo, según diversas fuentes, se firmó a media tarde de ayer, y se hizo público pasadas las ocho de la tarde: casi nadie en el propio Gobierno, y ya no digamos en el resto de socios del Ejecutivo, sabía nada al respecto. El huracán político no se hizo esperar. Al cabo, esas cinco abstenciones no eran necesarias y trastocan todos los apoyos de Pedro Sánchez, desde Ciudadanos y PNV a los agentes sociales, con quienes no habían hablado una palabra a pesar del tan cacareado diálogo social.
En plena pandemia, aún sin despejar la crisis sanitaria, la derogación de la reforma laboral, íntegra o no, es un movimiento político de lo más dudoso. Porque supone abrir un melón muy complicado, tanto por los equilibrios internos necesarios (el PNV y Cs son contrarios a deshacer las reformas) como externos (todas las contrarreformas chirrían en Bruselas y la carta europea no tardará mucho en ser fundamental). Más aún si se hace de forma unilateral, sin pactar con los agentes sociales, por la puerta de atrás, sin que lo sepan otros socios del Gobierno y en términos de máximos, ese “íntegramente” que desapareció horas después. El PSOE intentó enmendar parte del error al filo de la medianoche, con un comunicado de redacción caribeña en el que se eliminaba la reforma íntegra y se volvía a los términos, más suaves, del acuerdo de coalición entre Podemos y el PSOE de diciembre. Pero incluso ahí cometió errores sobre los errores: porque no consultó con los otros dos firmantes y porque copió y pegó el acuerdo de diciembre, alguna de cuyas medidas ya se han aprobado, como si todo estuviera por hacer.
Lo pactado con Bildu, en fin, es un acuerdo por la puerta de atrás, unilateral (sin comunicárselo a patronal y sindicatos ni al resto de partidos con los que había pactado el Ejecutivo) y en términos de máximos, una derogación de la reforma laboral que en plena crisis del coronavirus no parece imprescindible. Pero cuando la tormenta se desata no es tan fácil detenerla: Pablo Iglesias ha salido esta mañana con el argumento irrefutable de que lo que está firmado, ahí queda; carta en la mesa. Eso puede provocar un choque entre Podemos y el PSOE.
El resto de partidos no han tardado en poner el grito en el cielo: la política española ya era una cocina que despide un calor insoportable y eso solo puede ir a más. En La Moncloa la consigna es no levantar el teléfono y esperar que amaine. Pero no va a ser sencillo que escampe pronto, porque todo el mundo está molesto. La CEOE ya ha cargado contra esa medida. El malestar de Podemos es evidente. Y Bildu, que considera que el acuerdo sigue vigente, tiene buenas razones para desconfiar de un PSOE que ha deshecho parte del acuerdo a las bravas. El PNV, en plena precampaña vasca, se siente traicionado; igual que Ciudadanos en Madrid. Ciertos estrategas de La Moncloa se caracterizan por el tacticismo, por el cortoplacismo: no ver que ese plan b pone patas arriba los apoyos parlamentarios del Gobierno, en una legislatura que nació y puede morir marcada por las dificultades para forjar mayorías. Eso son varias dioptrías de astigmatismo político en plena Gran Reclusión.
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