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MANERAS DE VIVIR
Columna
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Se acabó

Todos estos machotes acosan imprudentemente por ‘wasap’, ¿y por qué? Pues porque se sienten poderosos

Los dioses griegos condenaron a Sísifo a empujar montaña arriba una enorme piedra que, al rozar la cima, volvía a caer hasta la base. A veces, como ahora, tengo la sensación de que el pedrusco de Sísifo es una chinita comparado con la plúmbea carga de varones asilvestrados que soportamos las mujeres. Empujamos desde hace demasiado tiempo a un montón de machirulos hacia la civilidad por la cuesta arriba de la historia y, cuando creemos que el sexismo empieza a diluirse, zasca, la dura realidad nos arroja al abismo a empezar de nuevo.

¿De verdad nos merecemos las mujeres, y los hombres de corazón blanco, y el país entero, en fin, que incluso en los partidos que alardean de feminismo haya comportamientos tan agresivos y humillantes contra nosotras? A ver, sin duda puede surgir en cualquier lugar un energúmeno, pero el verdadero problema no es ese, sino lo que el sistema hace con él. Ahora han coincidido las denuncias internas por acoso sexual de dos empleadas de La Moncloa contra Francisco Salazar, un peso pesado del PSOE, y otra denuncia, ante la Fiscalía, de una concejala socialista de Torremolinos contra Antonio Navarro, el secretario general del PSOE en esa ciudad. Las primeras presentaron sus casos al partido en julio; en los cinco meses siguientes, la Oficina Antiacoso no avanzó en la tramitación y ni siquiera habló con ellas. Pero aún es peor lo de Torremolinos. La concejala denunció los abusos al partido en junio, explicando que llevaba cuatro años soportando un comportamiento atroz. EL PAÍS publicó un reportaje estremecedor de Nacho Sánchez y Elena Reina en el que recogían algunos de los muchísimos wasaps mandados por Navarro: “Es que estás muy buena”, “Yo sé cómo quitarte el dolor de cabeza”, “Algún día te pillaré y te dejaré nueva”. Un día llegó a mandarle 51 mensajes entre las 19.00 y las 23.00, y recomenzó a las 8.00 del día siguiente. Montaba guardia delante del portal de la mujer para verla; una de esas noches le escribió a las 22.06: “Tendrás que tirar la basura, ¿no?”. Todo eso y mucho más denunció la edil al partido, explicando que se sentía “gravemente intimidada” en un ambiente “humillante, degradante, hostil y de presión psicológica insoportable”. ¿Y qué hizo el PSOE? La Oficina Antiacoso abrió una comisión y habló telemáticamente con las dos partes (con ella el 15 de julio). Y no se supo más. Mientras tanto, la concejala tuvo que seguir viviendo esa pesadilla, cada vez más amedrentada, tomando pastillas, faltando a los plenos para no encontrárselo. En octubre, angustiada, insistió con el partido. Sin resultado. Sintiéndose en peligro, el 10 de noviembre puso una denuncia en la Fiscalía de Málaga, y solo entonces el PSOE suspendió de manera cautelar la militancia de Navarro e inició un expediente disciplinario. Una vergüenza.

Quiero decir que la obstrucción parece estructural; que el ninguneo de las mujeres debe de estar en el ADN de los machos alfa. Me imagino a quienes tenían que tomar medidas en el PSOE sintiéndose la mar de incómodos y diciendo: joé, el de Torremolinos se ha pasado un poco, pero no nos vamos a cargar la carrera del pobre hombre por estas tonterías, total, por decirle que está buena. Pero la carrera y la vida de la concejala sí que se la cargan, hasta obligarla a llegar, desesperada, a ese acto tan violento contra sí misma que es acudir a la Fiscalía, porque eso la enfrenta al PSOE y la visibiliza como víctima.

Y la parálisis en la respuesta interna no es lo peor. Porque no debería tener que llegarse a las denuncias. Por lo visto Salazar salía de su despacho con la cremallera de los pantalones bajada, además de hacer comentarios brutales y mandar wasaps indecentes. ¿Es que este comportamiento no lo veía nadie? ¿Podían acaso ignorar en Torremolinos los groseros abusos de Navarro? Por supuesto que sí, que se sabía (eso dicen las mujeres del PSOE, que han montado en cólera), e incluso se amparaba, como parece indicar la destitución de Hernández, el número dos de Salazar (quizá caigan más: escribo este texto 15 días antes de que se publique). Hasta cuesta creer que quienes trataron con cierta cercanía a Ábalos no advirtieran que era un zafio putero. Por cierto: todos estos machotes acosan imprudentemente por wasap, ¿y por qué? Pues porque se sienten poderosos. Y es verdad. Lo son. Ahora bien, se acabó. Ya no vamos a aceptar más esta impunidad. Al próximo guarro le aplastaremos sus partes con la roca de Sísifo.

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Sobre la firma

Rosa Montero
Nacida en Madrid. Novelista, ensayista y periodista. Premio Nacional de Periodismo y Premio Nacional de las Letras en España. Oficial de las Artes y las Letras de Francia. Animalista, antisexista y ecologista. Su obra está traducida a cerca de treinta idiomas.
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