Han pasado cinco años desde la pandemia de la covid, ¿por qué seguimos sin ser capaces de hablar de ella?
Hemos optado por guardar silencio por el trauma. Pero evitar rememorar el dolor es la receta perfecta para no superarlo.

Hace apenas cinco años, cuando se declaró el estado de emergencia que nos mantendría encerrados un centenar de días, un autor contactó con su editora para proponerle una breve novela de amor con el trasfondo de lo que estábamos viviendo. La respuesta por e-mail vino a decir que parecía arriesgado escribir sobre la pandemia de la covid-19 hasta que no pasaran unos años y tuviéramos una perspectiva de lo sucedido. Curiosamente, cuando aún no se han cumplido dos años del fin oficial de la crisis sanitaria, en la actualidad es raro leer historias que mencionen esta experiencia colectiva de tintes distópicos. Tampoco es algo de lo que se suela conversar, aunque sin duda tuvo un fuerte impacto emocional en nuestras vidas. En un artículo publicado en Los Angeles Times durante la covid-19, el periodista Tom Bissell desaconsejaba a los novelistas tocar este tema, dado el estrés postraumático que afectaría a escritores y a lectores. Quizás aquí esté la clave de que un hecho con tanta trascendencia social —Naciones Unidas estima que causó 15 millones de muertes en todo el mundo entre 2020 y 2021— ocupe hoy tan poco espacio en nuestra conciencia.
Se suele asociar el estrés postraumático a los flashbacks que nos llevan a revivir los hechos de forma continuada, acompañados de palpitaciones y de sudoración, sea durante la vigilia o a través de sueños. Sin embargo, la reacción ante un acontecimiento muy impactante también puede ser de signo inverso. En muchos casos evitamos hablar e incluso pensar en aquello que no somos capaces de gestionar emocionalmente. Podemos llegar incluso a olvidar de manera deliberada lo que nos ha traumatizado. En ese caso, el cuerpo sigue sufriendo el estrés después del trauma, pero la causa permanece oculta, lo cual nos impide procesar y sanar lo vivido.
El hipnólogo clínico Jaume Bordas habla de “recuerdo enquistado” y en su libro Mágicamente explicaba el caso de un grave problema de ansiedad que paralizaba la vida de una paciente: “Traté a una chica de unos 30 años que padecía agorafobia desde hacía varios años y no podía salir de casa. Evitaba los sitios abiertos, donde hubiera mucha gente, o andar sola por la calle. Trabajaba en una oficina y para llegar hasta allí tenía que pedirle a su madre que la acompañara, porque no podía ir sola. Esta joven, además, tenía otro problema de relación con el sexo masculino (…) Cuando había un hombre que se le acercaba, por mucho que le gustara, acababa rechazándolo”.
Al ser preguntada por el momento en el que empezó aquella fobia, la joven explicó que fue una mañana, al salir de casa y ver en la calle a un hombre con una cazadora de piloto de color marrón. Aunque no se produjo ninguna clase de interacción, una angustia irracional la hizo regresar a su domicilio. A través de ejercicios de regresión, la paciente logró desenquistar la experiencia traumática que había avivado de forma inesperada aquel transeúnte y recordó cómo, a los nueve años, había sido agredida sexualmente en un portal por un hombre con una cazadora de aviador marrón.
Incapaz de asimilar la experiencia, la niña la bloqueó en su memoria como si nunca hubiera sucedido. Sin embargo, al ver de adulta a un hombre vestido de manera parecida, el subconsciente quiso protegerla, provocando una fobia para que ella no pudiera salir de casa y evitar así encontrarse en la misma dolorosa situación. La sanación solo llegó al recordar el terrible suceso desde su yo adulto para asimilarlo y empezar a recuperar su vida normal.
Este caso individual tal vez no pueda compararse con el trauma colectivo que vivió la humanidad en la pandemia por covid-19, pero hablar de ello es la única manera de comprender para, a partir de ahí, sacudirnos el estrés y la tristeza de un recuerdo enquistado. La amnesia de la memoria autobiográfica es una solución a corto plazo, pero las consecuencias del impacto emocional se presentarán en forma de miedos que parecen irracionales.
Hoy, la pandemia de la covid-19 nos parece muy lejana en el tiempo, quizás por esa necesidad inconsciente de pasar página. En la actualidad vivimos otras realidades nada agradables como las guerras en Ucrania o en Oriente Próximo, así como el surgimiento de la extrema derecha en diferentes partes del mundo. Podemos elegir no hablar de ello como protección psicológica, pero eso no borrará el problema. Simplemente seguirá operando en secreto, a través de fobias o de ansiedad.
Ficcionar la pandemia
— Pese a las recomendaciones de Tom Bissell, era inevitable que la covid-19 se colara en los libros. En 2022, Ian McEwan narraba en Lecciones la vida de un británico desde la década de 1940 hasta sus últimos días en el Londres del confinamiento. En Violeta, de Isabel Allende, se cuenta un relato que comprende desde la “gripe española” de 1920 hasta la pandemia de 2020.
— El cine también fue prolífico. En Infiesto, dos agentes españoles siguen una investigación policial al comenzar el confinamiento, y en Sick, un thriller norteamericano de terror, dos amigos pasan la cuarentena en una casa aislada donde se ha colado un intruso.
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