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La horma del lujo: Matteo Tamburini agita la esencia de una de las marcas clave del calzado italiano

Tras el golpe de timón por el que ha pasado de ser una empresa de cotización pública a compañía privada, el grupo Tod’s recupera la libertad de gestión al tiempo que sube la apuesta creativa con el fichaje de Matteo Tamburini como diseñador de su buque insignia. En su sede central de Brancadoro, al este de Italia, tradición y modernidad caminan juntas

Uno de los modelos de Gommino que ha modernizado Tamburini.
Uno de los modelos de Gommino que ha modernizado Tamburini.Valentina Sommariva

La mano de Toni es la mano de Dios en Tod’s. Entre sus dedos, la piel en la que el lujo encuentra su horma cada temporada se vuelve líquida. Estruja una pieza de vacuno y observa cómo los pliegues vuelven a su ser tras el apretón, garantía de curtido adecuado. Por las líneas imperceptibles para otros que no sean sus ojos sabe que aquí o allí estaba el cuello del animal. Con la lupa, escruta las posibles imperfecciones de la flor (los poros), y con el densiómetro, comprueba la uniformidad del grosor. Guarda, dice en italiano invitando al periodista a echar un vistazo al efecto natural del llamado cuero de grano, cuyo relieve enfatiza el acabado. Su destino no tiene pérdida: los zapatos de la colección de mujer, los bolsos y los pequeños accesorios marroquineros. Para el ante (el reverso de la piel), los planes son distintos: los mocasines, femeninos y masculinos, sobre todo los Gommini, el emblemático modelo de suela con tacos con el que Tod’s echó a correr hace ya cuatro décadas largas.

Desenrolla un rulo gris azulado y arrastra la yema del índice sobre la superficie. “Si scrive”, explica antes de borrar la escritura con la palma. No hay marca. Con gesto de prestidigitador, a continuación derrama un poco de agua que, en contacto con la gamuza, estalla en infinitas gotas que parecen mercurio. Tampoco dejan huella. Es piel “più flessibile”. Su favorita, sin embargo, es la más mórbida, como la napa, que llega a la factoría desde curtidurías españolas. El maestro artesano no recuerda de qué lugar, él, al que no se le escapa nada. Toni es Antonio Ripani y, en Tod’s, es leyenda.

“Ya quisiera yo, pero el señor Della Valle no me deja retirarme”, concede entre risas el jefe de control de calidad de la piel del grupo transalpino que preside Diego Della Valle, infatigable a sus casi 78 años. Curtido él mismo para el cuero desde los 13, llegó a Tod’s hace 46, o sea, que ha visto nacer y crecer la marca hasta convertirse en uno de los máximos exponentes del made in Italy.

El diseñador Matteo Tamburini, director creativo global de Tod’s desde finales de 2023.
El diseñador Matteo Tamburini, director creativo global de Tod’s desde finales de 2023.Valentina Sommariva

A Ripani, que asegura que el suyo es un trabajo en el que nunca se acaba de aprender, los Della Valle lo consideran familia. En realidad, lo son todos los empleados de este conglomerado que factura alrededor de 1.000 millones de euros anuales, pero que tiene en su capital humano el activo más valioso. Tanto lo mima que lo ha dotado de un entorno idílico, rodeado de arte y naturaleza, con su biblioteca, su gimnasio, su cantina/restaurante (tienen dos horas para comer) y hasta su kindergarten en aras de la conciliación (en su día, una iniciativa pionera en el país por la que pasaron los propios hijos de los patrones). En un momento en el que la producción de lujo italiana se ha visto manchada por las evidencias de mala praxis, el de Tod’s es un ejemplo de responsabilidad sociolaboral a exaltar.

Semejante milagro empresarial tiene nombre propio, Brancadoro. La sede del grupo en el cinturón industrial homónimo de Casette d’Ete, próximo a la localidad de Civitanova Marche, en la región de Las Marcas bañada por el Adriático, al este de Italia. Inaugurada en 1998, sigue siendo el mayor centro de producción de calzado de lujo del país. A la vista, semeja un moderno campus universitario, según la idea proyectada por la arquitecta Barbara Pistilli, tercera mujer de Diego Della Valle: un imponente edificio racionalista de mármol blanco que reparte sus 55.000 metros cuadrados en dos alturas, abierto a un espacio verde de seis hectáreas y media plagado de olivos. El muy luminoso interior resulta aún más sorprendente, con ese aire de galería de arte contemporáneo —una pintura gigante de Anselm Kiefer aquí, una fotografía de Vanessa Beecroft allí, una escultura de Giovanni Manganelli allá, cientos de cometas de Jacob Hashimoto colgando por doquier— que en realidad esconde un laboratorio creativo, un centro de producción y un archivo/almacén de pieles exquisitas.

Al primero se accede por unas escaleras de acero cromado que te envuelven como una ola y son en sí mismas otra pieza artística (Wave, de Ron Arad). Conocido como Brancadoro Uno, es la puerta a los departamentos de diseño y prototipos. Reverencialmente expuesto, el banco de zapatero y las herramientas originales con las que el abuelo Filippo Della Valle echara a andar el negocio familiar en los años veinte del siglo pasado marcan el camino a seguir. A la izquierda se abre el territorio del equipo técnico que hace realidad los bocetos de los diseñadores de la casa, también esos nuevos y más extravagantes Gommini ideados por Matteo Tamburini, director creativo de Tod’s desde diciembre de 2023.

A pesar de la ayuda informática, el proceso es enteramente manual: primero se pega papel adhesivo a la horma de madera para comprobar las proporciones en tres dimensiones y, a partir de ahí, el software genera la plantilla, no al revés. Después se imprimen las piezas para cortarlas en la piel deseada (hasta 30 en un par de mocasines) y se cosen a mano, igual que se troquelan los 133 agujeros en los que se incrustan los pequeños tacos de goma que dan nombre al producto estrella de la casa, favorito de la sprezzatura ejecutiva desde la década de los ochenta. El proceso finaliza en el ala derecha, un pequeño taller en el que se rematan los distintos modelos (también a mano), se graban distintos motivos, se estiran las costuras y se comprueba la resistencia de los zapatos. Al fondo, en una sala aparte, un par de artesanos tallan las hormas.

El proceso industrial se localiza en Brancadoro Dos, sección a la que se llega rodeando el edificio. Dorino Della Valle —hijo de Filippo, padre de los hermanos Diego y Andrea, que comandan la empresa— solía hacer el recorrido en bicicleta hasta su muerte, en 2012. Un retrato suyo lo recuerda a la entrada de la factoría, de la que salen entre 1.200 y 1.800 pares de zapatos al día, ya sean de las colecciones de Tod’s, Hogan (la marca deportiva del grupo, lanzada en 1988) o la más exclusiva Roger Vivier (los Della Valle adquirieron la firma del que fuera zapatero de Dior en 1995, resucitándola con éxito). Las batas blancas distinguen a los jefes de planta; las azul claro, a los responsables de producción; las burdeos, a los operarios, y las azul marino, a los aprendices de la bottega di mestiere, que se forman in situ y son remunerados en igualdad de condiciones por su trabajo.

El 60% se queda en plantilla tras los seis meses de prácticas. Toni Ripani también se encarga por su parte de curtir a los expertos que van a controlar la calidad de la materia prima en sus dominios de Brancadoro Tres, el anexo que alberga el ingente almacén de pieles de todo el mundo, incluidas las exóticas. A temperatura constante de 23 grados, con un 60% de humedad, el aroma del cuero resulta embriagador. Si Tod’s fuera un perfume, solo podría ser este.

Mantener tamaña estructura y asegurarle el futuro es, ahora mismo, el principal objetivo de los hermanos Della Valle, antes patrones (al estilo Médici) que patronos. Su credibilidad como empresarios —con alcance además en el sector bancario, los medios de comunicación, el motor e incluso el deporte— no es solo cosa de la riqueza que acumulan, sino sobre todo de ese interés omnívoro por participar de la esfera civil italiana, remando a favor de la economía y la cultura locales y, a veces, también de la política.

El 1% de los beneficios netos anuales lo destinan a proyectos solidarios en favor de las comunidades locales y las poblaciones más débiles de las zonas en las que operan. Diego, el mayor (71 años), ejerce de presidente y director ejecutivo, amén de estiloso mascarón de proa, mientras Andrea (60 años) ocupa la vicepresidencia de un conglomerado que quiere volver a ser eminentemente cosa de familia. Tras una primera intentona hace tres años, por fin tienen vía libre para salir de la Bolsa después de dos décadas cotizando como compañía pública. Aun reduciendo sus acciones (del 64% al 54%), el acuerdo alcanzado en 2024 con L Catterton, la entidad financiera y de inversiones del holding francés Louis Vuitton Moët Hennessy, les ha permitido controlar de nuevo el grupo, que con esta operación ha elevado su valor hasta los 2.000 millones de euros. Una reorganización que se siente asimismo en su buque insignia, Tod’s, desde la incorporación casi a la par de Matteo Tamburini como director creativo global.

“Cambiar y crecer en la dirección que quieres, sin comprometer tu identidad por las presiones exteriores, siempre es positivo”, concede el diseñador, natural de Pésaro, situado en la misma región de Las Marcas de la que son oriundos los Della Valle. A cargo de las colecciones femeninas y masculinas, su primera misión pasa por resituar el menos conocido prêt-à-porter de la casa. Se trata de una línea de producto textil que se comercializa desde hace ya algo más de una década y que ha tenido al frente a creadores como Derek Lam, Alessandra Facchinetti, Andrea Incontri y Walter Chiapponi.

“Si quieres ser una enseña global, es necesario abrirte a todos los frentes, más allá de los accesorios. Pero tienes que hacerlo no solo en la pasarela, desfilando, sino primero creyendo en aquello que pones en el mercado”, continúa Tamburini, que estrenaba esta nueva era, para él y para la marca, hace ahora un año con la colección otoño/invierno 2024-2025 de mujer. La bienvenida ha sido calurosa, en especial gracias a la introducción de elementos propios de la sastrería. “Fue la primera silueta que me vino a la mente, quizá porque es lo que más se asocia con esa elegancia clásica italiana. Mi propuesta, para el caso, es menos formal, de manera que apele también a las nuevas generaciones de compradores”, explica. “Tod’s, como Italia, simboliza esta combinación de tradición y modernidad. Tenemos la capacidad de interpretar e innovar, de mezclar creatividad y calidad al mismo tiempo, y creo que este enfoque es fundamental para la firma, que es un símbolo de estatus desde hace décadas”.

Con una trayectoria ascendente que lo ha llevado de Rochas a Schiaparelli, pasando por Emilio Pucci y Bottega Veneta (donde estuvo los últimos ocho años como director de diseño de las colecciones femenina y de piel), Matteo Tamburini afronta su nueva posición con una idea muy clara: cuanto menos, mejor. “Quería explorar qué significa Tod’s hoy, cuál es su esencia. Al exponérselo al equipo, llegamos a la conclusión de que, para destilarla, lo suyo era restar, no añadir. Así comenzamos a idear esta visión de la firma, más enfocada, limpia y sólida en términos estéticos”, cuenta el diseñador, antes de concluir: “Para dirigirte a una audiencia global tienes que ser honesto con lo que representas, pero también único en lo que haces y cómo lo haces. Tod’s es tradición y artesanía, muy ligadas a un cierto estilo de vida, pero su lenguaje es moderno e innovador”.

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