Las Marcas, una Italia por descubrir
El quinto centenario de la muerte de Rafael, en 2020, es una buena ocasión para visitar una de las regiones menos conocidas del país
La región de Las Marcas es como una Italia en miniatura. Dos tercios de la comarca son montañosos, pero en general es una tierra suave, con un paisaje tosco, como un tapiz de retales cosido con 50 tonos de verde. Hay playas, las del Adriático; montañas para hacer senderismo y colinas con preciosos pueblos llenos de arte e historia. Es la otra Italia, la que no suelen visitar los turistas extranjeros. Y sobre todo es en su interior donde la región atesora los lugares más interesantes. Las empinadas calles de Urbino, con toda su historia y arte renacentistas; Ascoli Piceno, un lugar casi anónimo a pesar de su belleza; la pintoresca Macerata, con su festival de ópera al aire libre, o las espectaculares cumbres del parque nacional de los Montes Sibilinos.
Urbino, cuna de Rafael
Esta impresionante y empinada ciudad renacentista es la primera parada de casi todos los que visitan Las Marcas. La Unesco hizo oficial el esplendor de la localidad al declarar patrimonio mundial su centro histórico. Urbino encontró en el duque Federico de Montefeltro a un incansable mecenas de la arquitectura y la pintura. Durante su mandato, entre 1444 y 1482, casi 40 años, convirtió la ciudad en un gran foco cultural, reuniendo a los principales artistas y arquitectos de su tiempo. La ciudad cuenta con un palacio espléndido trazado por Luciano Laurana, el Palazzo Ducale, de arquitectura armoniosa y elegante, un espacio abierto a la circulación de las personas y las ideas. Este edificio renacentista alberga la Galería Nacional de Las Marcas, el Museo Arqueológico y el Museo de la Cerámica. Una escalinata monumental conduce al piano nobile (piso noble) y a los aposentos ducales, entre los que destacan la biblioteca del duque Federico, atestada de manuscritos bellamente miniados; las termas ducales; la pequeñísima y delicada Cappellina del Perdono o las marqueterías de Baccio Pontelli.
La colección incluye pinturas de Piero della Francesca (como la Flagelación de Cristo, una de sus obras más conocidas), de Paolo Uccello, Luca Signorelli, Giovanni Santi y el castellano Pedro Berruguete (el Ritratto del Duca Federico con il figlio Guidubaldo), entre otros geniales artistas.
Desde Corso Garibaldi se disfruta de la mejor vista del complejo, con su singular Facciata dei Torricine, una loggia de tres pisos con forma de arco de triunfo, flanqueada por torres circulares. Pero Urbino es, sobre todo, la ciudad natal de Rafael. Raffaello Sanzio (1483-1520), o Raphael de Urbino como a él le gustaba firmar sus cuadros. Su casa natal, cercana a la iglesia de San Francisco, es un ejemplo de arquitectura menor del siglo XV, hoy convertida en museo y llena de obras juveniles del maestro.
Loreto, la voladora
Desde Ancona se llega fácilmente en tren a Loreto, un santuario al que viajan cada año miles de peregrinos católicos. Según la tradición, los ángeles trasladaron volando hasta aquí la casa donde vivió la Sagrada Familia en Nazaret. Es por ello que Nuestra Señora de Loreto es considerada la patrona de los aviadores. Alrededor de la supuesta morada de la Virgen se construyó una espléndida iglesia —la Basilica Della Santa Casa— proyectada por Bramante. A finales del siglo XIX y principios del XX, la basílica fue remodelada por el controvertido arquitecto Giuseppe Sacconi, autor del excesivo monumento a Víctor Manuel II en Roma.
Pésaro, el amor de Rossini
Situada a orillas del mar y con unas colinas ondulantes como fondo, la ubicación de Pésaro es geográficamente perfecta. A todo ello se añade la belleza de su zona antigua y peatonal. La única pega es que se ha convertido en un popular lugar de veraneo en el que se prodigan los hoteles anodinos. Pésaro es sobre todo conocida como lugar de nacimiento de Gioachino Antonio Rossini (1792-1868), autor de óperas como El barbero de Sevilla o La urraca ladrona. La ciudad recuerda al compositor durante Festival de Ópera, que se celebra cada verano en el fastuoso Teatro Rossini.
Completa la visita la antigua galería de arte de la ciudad, inaugurada en 1860, tras la reunificación italiana, que acoge actualmente los Musei Civici, donde también se muestran los siete siglos de tradición ceramista de la ciudad con una de las mejores colecciones de cerámica mayólica.
Cuevas de Frasassi
En septiembre de 1971, un equipo de escaladores se tropezó con un agujero en las montañas que rodean el municipio de Genga. Tras una exploración más profunda, resultó ser una de las mayores cuevas de Italia. Las Grotte se pueden visitar con guías profesionales en una ruta de 1,5 kilómetros que recorre cinco cámaras del complejo. La sala conocida como Abismo Ancona tiene casi 200 metros de alto y 180 metros de profundidad, y en ella cabría cómodamente el Duomo de Milán. Abiertas todo el año, la visita turística, de unos 70 minutos, permite conocer formaciones kársticas de nombres tan sugerentes como el Lago Cristalizado, las Cataratas del Niágara, el Castillo de las Hadas, Los Gigantes, el Gran Cañón y la laberíntica Sala del Infinito. También existe la posibilidad de apuntarse a una experiencia de Espeleo Aventura, por simas de más de 30 metros y angostas gateras.
Palacios, estudiantes y música
Macerata está alejada de los circuitos turísticos, a pesar de que cuenta con alojamientos estupendos, uno de los festivales de ópera más famosos de Italia y monumentos que se merecen una estancia de varios días. Además, acoge una de las universidades más antiguas de Europa (1290). Cada verano (en 2020, entre el 17 de julio y el 9 de agosto), la ciudad acoge la Stagione Lirica, uno de los acontecimientos musicales más prestigiosos del país, que atrae a grandes nombres de la ópera. El centro de todo es el Arena Sferisterio, uno de los teatros al aire libre más espectaculares de Europa, parecido a un anfiteatro romano, aunque fue construido a principios del siglo XIX. Entre los muchos palacios renacentistas del centro histórico destaca la Loggia dei Mercanti, un edificio porticado de 1505 que servía para albergar a los mercaderes de paso. Al otro lado de la plaza está el Teatro Lauro Rossi, un elegante edificio construido en 1774. Y a pocos pasos, el Palazzo Buonaccorsi, sede de los principales museos de la ciudad.
La ciudad de travertino
Las Marcas están tachonadas de lugares poco explorados como Ascoli Piceno, una hermosa ciudad construida enteramente en travertino, esa piedra de color claro que provoca una sensación de luminosidad permanente. Conocida como la ciudad de las cien torres, es una joya con sus puentes romanos y sus plazas, entre las que destaca la armónica Piazza del Popolo, con logias y soportales de estilo renacentista, por donde pasa el desfile histórico que precede a la Giostra della Quintana, fiesta que se celebra cada año el primer domingo de agosto y que tiene sus orígenes en las justas que se celebraban en la Edad Media y en el Renacimiento. Ascoli es también conocida por sus afamadas aceitunas rebozadas y rellenas de carne (olive all’ascolana).
Flores en los Montes Sibilinos
A caballo entre Las Marcas y la región de Umbría, el parque nacional de los Montes Sibilinos reúne algunas de las montañas más espectaculares del centro de Italia. La zona está llena de valles, antiguas aldeas, prados de flores y cumbres de más de 2.000 metros, un paraíso para los amantes de las actividades al aire libre y la naturaleza. Se puede acceder al parque fácilmente desde Norcia, Ascoli Piceno, Macerata o Ancona. Una vez allí, caminando por sus sendas, podremos encontrar cascadas como la Gola dell’Infernaccio, y pueblos como Sarnano, puerta de entrada para ir a las pistas de esquí de Sasso Tetto. Otro de los lugares en los que merece la pena hacer un alto es el pequeño pueblo de montaña de Castellucio di Norcia, ya en la vecina región de Umbría. Desde mediados de mayo hasta comienzos de julio, sus prados se cubren de millones de amapolas, lirios, anémonas y margaritas, un espectáculo natural conocido como La Fiorita.
El mar de Ancona
La mayoría de la gente solo pasa en Ancona el tiempo justo para tomar un ferri rumbo a otro destino, y es comprensible. El mayor puerto de ferries del Adriático medio no tiene demasiados encantos turísticos, pero en los alrededores hay lugares de interés como el Parco del Conero, una de las pocas zonas sin urbanizar de la costa adriática de Las Marcas, con bonitos pueblos costeros como Portonovo, Sirolo y Numana.
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