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Olivier Saillard, un rebelde con causa: “La moda me aburre y me agota”

Comisario de exposiciones favorito de la moda, el historiador francés quiere demostrar que no hay mejor museo de indumentaria que el que hacemos cada día al vestirnos.

Olivier Saillard posa en una de las galerías de la ITS Arcademy de Trieste.
Olivier Saillard posa en una de las galerías de la ITS Arcademy de Trieste.Giuliano Koren

Los pantalones mantenían su forma, aunque no había piernas que los llenaran”. En Fin de viaje (1915), Virginia Woolf permite a su protagonista femenina evocar al hombre que ama a través de la ropa. De la ropa que ha ido dejando tirada en el suelo. Esa idea del “hombre desaparecido de sus pantalones” que la escritora británica lanzaba en su primera novela cobra en nuestros días un significado tan relevante que a Olivier Saillard no se le va de la cabeza. “Es la perfecta metáfora de la pérdida de la hegemonía masculina en la sociedad actual”, dice. Sobre una silla, fantasmales, vacíos de contenido como la camisa azul y la corbata estampada con los que combina en precario equilibrio, unos viejos vaqueros del historiador francés (Pontarlier, Borgoña, 57 años) señalan la propia vulnerabilidad de su dueño. Aun exhibidos con la protección de una vitrina, encapsulados para el tiempo, es un vestuario condenado a desaparecer, como quien lo ha usado. Quizá por eso se empeña en aferrarse a su memoria. “Después de trabajar durante más de dos décadas en museos, ahora mi pasión es coleccionar sentimientos y recuerdos”, confiesa. “La relación entre la indumentaria y sus propietarios, la historia íntima de un hombre o una mujer con lo que se ha puesto una y otra vez, no es sin embargo una historia que el sistema de la moda quiera proteger, porque es lo opuesto a sus intereses económicos”, añade de seguido, sentencioso.

Observador del devenir de lo que vestimos prácticamente desde que tiene uso de razón (a los 12 años creó su propia revista, Le Grand Couturier, fortificado en el ático de la casa familiar), Saillard no tiene ya interés alguno por la novedad. Y asegura que la ropa es más importante, “más fuerte”, que la moda. “La moda me aburre y me agota, posiblemente porque hoy resulta difícil apreciarla, todo va tan rápido… Pero un traje sastre es un traje sastre, sobre todo si es negro, un tipo de atuendo que no ha cambiado en décadas. ¿No es maravilloso? En ese sentido, el sportwear ha envejecido mucho peor, vamos a necesitar que pase más tiempo para poder valorarlo con propiedad, mientras que un traje de Savile Row es como una silla de Charles Eames, eterno”, reflexiona. Su formación como historiador de arte explica por qué el comisario de exposiciones favorito de la moda no siente simpatía alguna por marcas, logos o estrellas del diseño. Como al arqueólogo, lo que le interesa es lo que encarna el objeto hallado (“el fenómeno de la encarnación”, lo llama): antes que la firma o la mano de quien la ha creado, una prenda se significa por la experiencia vital de la personalidad que la ha usado. Por eso sostiene que el guardarropa es, ante todo, un “museo a pequeña escala. Un museo insospechado que asegura que, del espacio íntimo al público, nuestros cuerpos son la base para la visualización diaria de nuestra apariencia. En ese sentido, nosotros mismos nos convertimos en museos”.

Tilda Swinton, en un momento de 'Cloakroom', una performance ideada por Saillard para demostrar que hay otras formas de exhibir la moda.
Tilda Swinton, en un momento de 'Cloakroom', una performance ideada por Saillard para demostrar que hay otras formas de exhibir la moda.Vanni Bassett

The Many Lives of a Garment (las múltiples vidas de una prenda), su último proyecto expositivo que puede verse hasta finales de enero de 2025 en la ITS Arcademy de Trieste, la más austrohúngara de las ciudades italianas, parte precisamente de esa idea: una exploración de la psicología del vestir en la que el espectador, sin siquiera saberlo, es el sujeto de la muestra. “Aquí, los maniquíes son los visitantes”, dice, aludiendo lo mismo a la respuesta emocional que pueden provocar los objetos, las prendas ­exhibidas, que a las indumentarias que despliegan quienes deambulan por las fantasmagóricas estancias, concebidas junto al filósofo Emanuele Coccia. La vitrina de la moda, se llama la que abre el recorrido. El probador, han bautizado la siguiente. El inventario, dice otra. Objetos perdidos, concluye la última. “De alguna manera, se trata de una exposición de teorías indumentarias, que une la contradicción que existe entre el desfile y la experiencia museística”, explica el ideólogo de algunas de las exposiciones de moda más aclamadas de los últimos 20 años, primero en el Museo de Artes Decorativas parisiense, después en el Museo de la Moda de Marsella (que dirigió entre 1995 y 2000) y, por fin, al frente del Palais Galliera, en el que dio un vuelco a la forma de mostrar la moda hasta 2017. “En cuanto cumples los 50, de repente te entran ganas de cambiarlo todo. Me siento muy afortunado de haber crecido y formado con todos esos grandes diseñadores, Alaïa, Margiela, Lacroix, Yamamoto, y creo que ya no queda uno al que me gustaría dedicarle una muestra”, admite. Y confiesa: “No me entusiasman los Virgil Abloh o los Jacquemus… No siento la misma admiración por esos creadores. Forman parte de un sistema tan agresivo”.

El tan jocoso como disruptivo intelectual que The New York Times definió una vez como “extraña combinación de historiador y showman” se pone serio al criticar el estado actual del negocio del vestir. “Sé que es difícil estar en contra de una maquinaria que desde hace 60 años nos está educando en el convencimiento de que vamos a ser más felices comprando cada vez más ropa, pero hay que rebelarse”, arenga. “Por otro lado, no entiendo cómo hay tanta gente, y parece que cada vez más, atraída por este sistema. Y que paga esos precios desorbitados. Supongo que, en el fondo, lo único que les interesa es la forma, no el fondo. No tienes más que fijarte en esos personajes que se plantan a la entrada de los desfiles, las Kardashian, las blogueras hashtag influencers… No les interesan las colecciones que van a ver, solo su propia exposición. Todo es culpa de los grandes conglomerados, que no solo han transformado la percepción de la moda, sino también la cultura, hasta las propias ciudades con su dominación inmobiliaria. Quieren cambiarlo todo a su imagen y semejanza. Basta”.

'El hombre desaparecido de los pantalones'. Así se muestra un viejo conjunto/uniforme del historiador en su última muestra en la ITS Arcademy de Trieste.
'El hombre desaparecido de los pantalones'. Así se muestra un viejo conjunto/uniforme del historiador en su última muestra en la ITS Arcademy de Trieste.Aurelien Mole for Olivier Sailla

Desde su posición actual de comisario residente de la ITS Arcademy, el Museo del Arte de la Moda de Trieste, Saillard trata ahora de corregir errores y educar a las nuevas generaciones en la importancia de la historia y la memoria. “Llegó un momento en que comprendí que estábamos haciéndolo todo mal. ¿Qué es eso de exposiciones de moda en museos? En realidad, los museos dedicados a la moda no existen, hay que reformularlos”, expresa. Mientras le da vueltas a la vieja aspiración de abrir su propia institución, persevera en formas alternativas de acercar la indumentaria al público, como la performance, disciplina que lleva explorando desde 2014, cuando alumbró Models Never Talk, espectáculo participativo con distintas supermodelos en el que los gestos sustituían a la ropa. “Lo que me interesa es mostrar aquello que los maniquíes estáticos típicos de este tipo de exposiciones no pueden contar: los espacios vacíos que crean las prendas y la desaparición del cuerpo”, explica. Su trilogía de happenings protagonizada por la actriz Tilda Swinton (Eternity Dress, Impossible Wardrobes, Cloakroom), entre 2013 y 2015, insistía ya en la misma intención. “La fuerza de esos espectáculos radicaba en que no había nada que comprar o vender”, revela, antes de concluir: “Para mí, es una forma de permanecer fiel al credo del último gran diseñador contemporáneo, Martin Margiela, maestro de la desaparición. Ser un creador radical, hoy por hoy, significa orquestar una performance sin una sola prenda. Es la forma de demostrar que es posible hablar de historia, poesía, filosofía y moda sin doblegarte a los poderes que te dicen que para triunfar tienes que vender tus creaciones en unos grandes almacenes de París”.

Olivier Saillard lleva más de dos décadas dirigiendo museos, pero asegura que el sistema de la moda le aburre y le agota.
Olivier Saillard lleva más de dos décadas dirigiendo museos, pero asegura que el sistema de la moda le aburre y le agota.Grégoire Alexandre

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