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Todos idénticos y ninguno parecido: la fórmula de Andy Warhol para la fama instantánea es hoy un icono de la prensa del siglo XX

Las portadas que Richard Bernstein firmó para la revista ‘Interview’ marcaron una forma de entender la comunicación, el estilo y la celebridad de los setenta. Una exposición en Nueva York la homenajea

Tom C. Avendaño
Fran Lebowitz
Retrato de Fran Lebowitz en septiembre de 1981 para l revista 'Interview' realizado por Richard Bernstein.Richard Bernstein (NeueHouse)

Es una verdad universalmente admitida que al aficionado a las revistas que posea una mínima noción histórica le ha de gustar Interview. La cabecera pop más legendaria de Occidente fue fundada por Andy Warhol en el Nueva York de 1969 bajo el nombre de Inter/View y era un fanzine en el más stricto de los sensus. Se centraba en amigos del artista que hacían películas (porque en aquella época todo aspirante a ser famoso trabajaba en cine) y en reproducir fotogramas de aquellas obras. Warhol creía en la fama (efímera) y en la repetición (eterna): de ese credo está hecha hoy su leyenda.

Para 1972, la popularidad de Warhol se había disparado hasta el punto de que la empresa editora de Inter/View le propuso abrir la revista al público general y competir con gigantes como Time, Newsweek o New York. Pasaría a llamarse Interview, a estar compuesta de entrevistas a celebridades hechas por otras celebridades y, para potenciar el sello Warhol, él haría todas las portadas. Aceptó todo menos esto último, por el motivo que fuera. “Nunca me saldría bien y me volvería loco”, se excusó según recuerda en sus memorias Bob Colacello, socio de Warhol y director de la revista en aquella segunda etapa. Se pactó una alternativa muy en la vena del artista: que cada portada, según Colacello, “pareciera un retrato hecho por Andy Warhol y autografiado por Andy Warhol sin que la mano de Andy hubiera tocado jamás la página”.

La misión recayó en el diseñador Richard Bernstein (1939-2002), neoyorquino, criado entre museos y ambigús de los clubs nocturnos adecuados, como Max’s Kansas City. Fue él quien resolvió reinventar el logo con letras más art déco pero como dibujadas con pintalabios; quien propuso colorear a mano las fotografías de portada, con una mezcla de gouache, lápiz, aerógrafo y collage, muy al estilo de las litografías de Warhol; quien armó, en fin, una de las estampas más icónicas de la prensa del siglo XX. Durante los siguientes 20 años, Bernstein pintaría supernovas del universo warholiano de la talla de Cher, Faye Dunaway, Fran Lebowitz, Grace Jones, Isabella Rossellini, Patti LuPone, Molly Ringwald, Mick Jagger…

En septiembre de 1976, la fórmula había alcanzado tal refinamiento que la portada de ese mes, con Diana Ross, fue la más vendida de la historia de la revista. (Warhol nunca supo si era porque Diana Ross era negra o porque el fondo que Bernstein había dibujado era rosa, color que se estilaba en aquella época) (siguiendo su lógica repetitiva, Warhol pidió poner “o bien negros o bien fondos rosas” durante los siguientes seis meses) (Colacello se negó en rotundo).

Vista desde el presente, cosa que ahora se puede hacer en la exposición que le dedica el NeueHouse Madison Square de Nueva York hasta el 30 de junio, la obra de Bernstein resulta arquetípica de una forma de entender la fama, la comunicación y la moda. “Refleja su muy icónica confluencia de arte, moda, cultura de la fama y diseño gráfico”, comenta Rory Trifon, sobrino de Bernstein y gestor de su patrimonio, a EL PAÍS SEMANAL. “Cuesta creer que Richard solo tuviera un par de semanas para acabar cada retrato, incluyendo las revisiones de Warhol”, añade. Cada vez que Bernstein terminaba una portada, Warhol siempre pedía embellecer más al protagonista. Sus reacciones solían ser, primero: “La nariz se ve demasiado grande, dile a Richard que recorte la punta con una tijera y le pase el aerógrafo para que parezca más recta”; y después: “Esta es una portada perfecta, [la retratada] ni siquiera parece ella”. Warhol sabía que a la gente le gusta ver reflejadas sus palabras pero no tanto su aspecto. O, como solía decir: “Las entrevistas pueden ser divertidas pero las fotos no”. De ahí su principal apego a Bernstein: “Richard hace que todo el mundo parezca tan famoso”.

Cuestionar ahora el éxito de Interview es absurdo: incluso en 2024, en la era de la celebridad instantánea y la autofagia de las redes sociales, la revista atraviesa una nueva edad dorada (¿cuántas pueden decir lo mismo?) bajo la inapelable dirección de Mel Ottenberg. Pero cuestionar el éxito de Interview es lo que hace florecer sus virtudes. En 1976, New York acusó a Warhol de seguir haciendo un fanzine: “Amigos que escriben sobre amigos en artículos que parecen anuncios”, se lee en aquel artículo. Le preguntaban al artista quién iba a leérselo: “Nuestros amigos y quien salga en la portada”, replicó el fundador.

Interview era entonces un éxito de ventas y anunciantes pero Warhol tenía razón: todo lector de Interview recibe tal complicidad con su editor que se siente amigo suyo. En eso consiste hacer una revista.

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Sobre la firma

Tom C. Avendaño
Subdirector de la revista ICON. Publica en EL PAÍS desde 2010, cuando escribió, además de en el diario, en EL PAÍS SEMANAL o El Viajero, antes de formar parte del equipo fundador de ICON. Trabajó tres años en la redacción de EL PAÍS Brasil y, al volver a España, se incorporó a la sección de Cultura como responsable del área de Televisión.
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