Verde menonita
Los incendios que asolaron la provincia de Santa Cruz, en Bolivia, atrajeron la atención del fotógrafo italiano Fabiomassimo Antenozio. Allí descubrió la comunidad menonita, afincada en la zona desde mediados del siglo XX. Tres años más tarde volvió para ahondar en el conocimiento de su realidad, marcada por la tierra, la Biblia y los pesticidas.
Los incendios en Bolivia, sospechosos de ser provocados para expandir la frontera agrícola en áreas forestales, me impulsan a emprender un viaje en 2020 hacia Chiquitania, la región más afectada y el último bosque seco tropical de América Latina. Esta primera experiencia de tres meses recorriendo estos lugares me permite entrar en contacto con la comunidad menonita afincada en la zona desde los años cincuenta del pasado siglo. Los menonitas son una sociedad anabaptista centrada en la agricultura. Aquí se dedican a la producción extensiva de soja y maíz transgénico y a la cría de ganado. Rechazan la modernidad, la violencia y la pereza. Conservadores y tradicionalistas, hablan plautdietsch (también conocido como bajo alemán menonita) y unos pocos se defienden correctamente en español. La condición de las mujeres es particularmente difícil, obligadas siempre a roles subordinados.
De regreso a Italia, me doy cuenta de que faltan algunas piezas para completar mi reportaje. Así, vuelvo a Bolivia en enero de 2023. A bordo de una Hyundai Galloper de 1993 recorro ciudades, mercados, comunidades, campos de soja y maíz, extensiones de cría extensiva de ganado, bosques y tierras desoladas. Me sumerjo en la naturaleza tropical, en esa luz de los diez minutos antes del atardecer, en el aroma de plantas, frutas, lluvia, diésel de autos de los años ochenta, sudor y pesticidas. Sonidos de animales nocturnos, de artilugios mecánicos, de bocinas inquietas, de cánticos bíblicos en un idioma desconocido. Gritos ahogados por el temor a Dios.
Desde el mercado de Santa Cruz, en cuyos puestos se venden pesticidas y productos para el campo entre letreros y escrituras en lengua menonita y referencias a textos sagrados, parto hacia el campo para retomar el contacto con esta comunidad anabaptista. Al llegar, descubro que uno de ellos, Isaac Peter, a quien conocí en 2020, ha sido operado de un melanoma en la boca. Tres años después, el tumor ha reaparecido y se ha expandido, paralizándole el lado izquierdo del cuerpo. Lo encuentro tendido en la cama, con voz débil, rodeado por su esposa, su hija y algunos vecinos. Me explican que no quiso regresar a Brasil, donde la atención médica es gratuita incluso para adultos. No quería dejar el campo ni a su familia.
Continúo el viaje hasta el Hospital Oncológico de Santa Cruz, donde me encuentro con dos personas que me impactarán profundamente: Eva, una niña menonita de siete años con cáncer de ovario, y su madre, Catarina, quien semanas más tarde cae enferma y en menos de dos horas fallece supuestamente víctima del dengue.
Me voy sin terminar de saber si existe una relación directa entre los pesticidas utilizados en los cultivos y la tasa de cáncer entre la comunidad menonita.
Retomo mi camino hacia la localidad de Concepción. Quiero encontrarme de nuevo con otros menonitas que pude conocer en mi primera visita. Estos viven en la única colonia que utiliza solo caballos como fuerza motriz. El asentamiento posee un encanto único y las personas que lo habitan son diferentes a otros menonitas, más puros, menos interesados en las posesiones materiales y más centrados en la espiritualidad. Aquí, los árboles de origen amazónico conviven con palmeras y cactus.
Abandono la colonia y una imagen me acompaña. Una escuela ubicada en una iglesia, donde me encuentro niños vestidos con monos de trabajo y camisa, niñas con vestidos azules o verdes y un pañuelo negro en la cabeza. Todos van descalzos porque en su cultura es importante el contacto con la tierra. Con ellos, dos maestros: un hombre que lee en voz alta la Biblia, el único texto sobre el que estudian y aprenden, y cerca de la puerta principal, su esposa, enseñando sumas y restas a algunas niñas. Aquí solo se enseña a leer, escribir, contar. No se dibuja, no se colorea, no se pinta. No saben qué es eso.
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