Hiba Abouk: “En España no hay nadie como Harvey Weinstein o yo no lo he conocido”
Una década después de saltar a la fama con la serie ‘El príncipe’, la actriz vuelve a la tele con un papel principal en ‘Eva y Nicole’, retrato del glamur de la noche marbellí en los ochenta. Tras un divorcio traumático y mediático, este trabajo marca el comienzo de una nueva etapa. “Ha sido uno de los años más difíciles de mi vida, pero me he dado cuenta de que tengo mucha fuerza”, dice
Hiba Abouk tenía 14 años cuando se subió por primera vez a un escenario. Estudiaba en el Liceo Francés y le tocó interpretar el papel de Jimena en Le Cid, la tragicomedia de Pierre Corneille basada en la obra de Guillén de Castro. A Abouk (Madrid, 37 años), hija de inmigrantes tunecinos y educada en la cultura musulmana, la divirtió encarnar al amor de Rodrigo Díaz de Vivar, la leyenda que guerreó contra los moros durante la Reconquista. “Ese día me di cuenta de que podía pasar por este mundo dando vida a otras vidas, teniendo más vidas que la mía”, recuerda. “Pero en ese momento no sabía que podía ganarme el pan trabajando como actriz”, reconoce durante la conversación, después de una larga sesión de fotos.
Siguió con sus clases de teatro en el Liceo de Madrid, interpretando papeles de Molière y Genet. Y antes de graduarse protagonizó Antigone, de Jean Anouilh. Su profesora de Arte Dramático, madame Truchet, la alentó a que hiciera las pruebas para entrar en la Real Escuela Superior de Arte Dramático (RESAD). A ella ni se le ocurrió intentarlo. En cambio, empezó a estudiar Filología Árabe. “Por la tarde seguí yendo a talleres de teatro. Faltaba mucho a las clases de la universidad. Terminé yéndome de casa de mis padres y me puse a trabajar de noche como camarera”, recuerda. Finalmente, con 20 años, se presentó a las pruebas de la prestigiosa escuela. “Si no me cogían, tenía claro que iba a ser arabista”. Pero la cogieron.
A su familia no le gustó la idea de que fuera actriz. Su padre, exbróker, y su madre, exempleada de Tunisair, la línea aérea de bandera tunecina, la habían preparado para ser universitaria y para casarse “bajo unas costumbres”, no para que se pusiera frente a la cámara. “No les hizo mucha gracia. Luego, lo han tenido que aceptar. No les ha quedado otra”, dice. Sus comienzos en la interpretación no fueron fáciles. Su piel morena, sus ojos verdes almendrados y su nombre desconcertaban a los directores de casting. “Unos me decían que era demasiado guapa, otros me decían que era demasiado racial. Siempre había un pero. Al principio me sentí un poco discriminada por ser árabe. Me miraban raro cuando oían mi nombre”, reconoce. Se cambió el apellido, Aboukhris, por uno más corto y sencillo: Abouk. Cuando se le pregunta acerca de los prejuicios que puede sufrir por ser árabe o por ser una mujer atractiva, lo tiene claro: “Los he sentido más por ser árabe. Lo otro lo he usado siempre a mi favor. Si alguien ha intentado prejuzgarme por mi aspecto, no lo ha conseguido”.
Abouk siempre está luchando contra el cliché racial. Quizá por eso está tan implicada en el activismo en cuestiones como los refugiados y la inmigración. “Mi padre, de origen libio pero nacido en Túnez, vino a España con muy buen puesto de trabajo. No vino a buscarse la vida. Pero soy de origen árabe y supongo que eso ha influido en mi interés en los procesos migratorios”, reflexiona. “Hoy los inmigrantes son una moneda de cambio entre países. Cuando las cosas van mal entre España y Marruecos, se levanta la valla y se utilizan esas vidas como armas”. En febrero viajó a Turquía con la ONG Save the Children para dar visibilidad a la situación precaria en la que viven miles de niños tras el terremoto de febrero de 2023. “La gente se olvida muy rápido de las catástrofes”, se queja. “Por eso hay que seguir hablando de Gaza. Creo que estamos siendo cómplices de una de las mayores atrocidades de este siglo. Es insoportable”.
Poco a poco, la actriz empezó a conseguir pequeños papeles en series de televisión como La isla de los nominados (2010) y Con el culo al aire (2012-2013). La fama le llegó con El príncipe, la exitosa ficción de Aitor Gabilondo y César Benítez, estrenada en 2014. El papel de Fátima Ben Barek, una profesora musulmana en la barriada ceutí del Príncipe Alfonso, cerca de la frontera con Marruecos, la convirtió en una estrella y un referente para otras españolas de procedencia norteafricana. Una década después, la siguen recordando por ese papel. “No me molesta que se acuerden de mí por El príncipe porque es una serie a la que le guardo mucho cariño y que me ha dado todo lo que tengo”, aclara. “Pero quiero romper con eso”.
Ahora va a protagonizar la serie Eva y Nicole junto a Belén Rueda. La ficción, creada por Daniel Écija (autor de éxitos como Médico de familia, Los Serrano, El internado o Cristo y Rey), todavía no tiene fecha de estreno, pero se emitirá en el prime time de Antena 3 y en la plataforma de streaming Atresplayer. La serie narra la rivalidad entre dos mujeres por controlar la noche marbellí de los años ochenta. “Es una gran historia de venganza. Y mi papel es un protagonista con mucho peso que creo que será más que suficiente para que me quite el estigma. A ver si así consigo que se olviden de Fátima”, dice.
Este proyecto le llegó en un momento oportuno. Cayó en sus manos tras separarse de su marido, el futbolista marroquí Achraf Hakimi, estrella del Paris Saint-Germain. Fue un divorcio traumático, mediático y marcado por la polémica. En febrero de 2023, después de cinco años de relación, casi tres de matrimonio y dos hijos en común, Abouk estaba ya en proceso de divorcio de su esposo cuando saltó la noticia de que la Fiscalía de Nanterre, en Francia, abría una investigación contra el deportista por una denuncia de violación. Un mes después de la imputación oficial, ella emitió un comunicado. “Quién iba a imaginar que además de enfrentarme al consabido dolor que acarrea una separación, y aceptar el duelo que conlleva el fracaso de un proyecto familiar al que me había entregado en cuerpo y alma, tendría que enfrentarme a esta ignominia”, escribió. “Huelga recalcar que en mi vida siempre he estado y estaré del lado de las víctimas”. Sus palabras se hicieron virales en los medios de comunicación y las redes sociales.
—No tuvo que ser fácil escribir un comunicado como ese sobre el padre de sus hijos. ¿Alguien se lo reprochó?
—Hay gente que lo aplaudió y otra que lo criticó.
—¿Gente de su entorno la criticó?
—Ahí ya nos metemos en camisa de once varas.
—¿Cómo es ahora su relación con su exmarido?
—Es bastante cordial y espero que lo siga siendo porque tenemos dos hijos en común que estarán eternamente ligados a él y a mí. Lo único que deseo es que tengamos una muy buena relación por ellos. Solo deseo que tengamos siempre la inteligencia emocional para pensar en ellos antes que en nosotros.
—No fue una ruptura al uso. ¿Necesitó ayuda?
—Por supuesto que necesité ayuda. Lidiar con una separación es muy duro, te parte en dos. A eso añádele dos hijos, añádele la presión mediática y añádele todo lo demás. Fue muy desagradable. Yo ya llevaba tiempo haciendo terapia y es lo que más me ayudó a llevar las cosas con cierta serenidad. He aprendido a ser resiliente, a aguantar como un junco: me doblo, pero no me quiebro.
—¿Cómo se tomó su familia su divorcio?
—La verdad, no han opinado mucho.
—¿Qué le dijeron?
—Prefiero no hablar de eso.
No se siente cómoda hablando de su familia ni de su ruptura con el defensa del PSG. En ningún momento pronuncia el nombre de Hakimi. Y cuando lo escucha, clava sus ojos en uno y hace un silencio. Mide cada palabra. El proceso de divorcio sigue abierto, aunque ya está en su fase final. El caso de presunta violación contra el futbolista también sigue su curso. Él ha negado las acusaciones, pero se encuentra bajo control judicial desde su acusación. “Este último año me he sentido muy apoyada, aunque también he sentido mucho machismo. Desgraciadamente, lo seguirá habiendo y lo seguiré toreando”, dice la actriz.
Los ensayos y el rodaje de Eva y Nicole le han servido para sobrellevar mejor la separación. Pasó un mes rodando en Marbella y luego otros tres en Madrid. “Me vino muy bien este trabajo, enganchar un papel de este calibre, y con Belén, que es una actriz estupenda”, explica. La serie no solo significa su regreso a la televisión con un papel principal, sino también su vuelta a España. Durante su relación con Hakimi, estuvo más alejada de las pantallas y de España. En los últimos años, ha vivido en Dortmund, Milán y París, siguiendo a su marido. “Yo hice ese parón voluntariamente para criar a mis dos hijos con consciencia. No quería dejarlos con nadie. Ahora tienen cuatro y dos años, ya van al colegio, y puedo volver al trabajo”, dice. “No me arrepiento. Con ocho o nueve años mi sueño ya era formar una familia. Si me das a elegir entre cinco Oscar, cuatro Globos de Oro, cuatro premios Goya y tres premios César y mis hijos, yo elijo a mis hijos”.
—Durante ese parón profesional, ¿sintió que perdía el control de su vida o de su carrera?
—No sentí que perdiera el control, pero sí que me perdí cosas. De hecho, perdí dos oportunidades laborales muy buenas. Pero tenía claro que, en cuanto quisiera, podía volver al trabajo. He estudiado mucho, me lo he currado mucho… No tengo miedo a no encontrar trabajo.
Hace unos días presentó Eva y Nicole en el Festival de Málaga junto al resto del elenco. También ha vuelto a desfilar por la alfombra roja de los premios Goya, donde el tema de conversación de este año ha sido la denuncia colectiva de varias mujeres contra el cineasta Carlos Vermut por presunta violencia sexual. La noticia, publicada por EL PAÍS, caló en el sector hasta tal punto que la Academia de Cine cambió el guion de la ceremonia para visibilizar su rechazo a los abusos de poder en la industria cinematográfica. Y el Ministerio de Cultura anunció la creación de una unidad de atención y prevención de las violencias machistas en el sector cultural con el fin de acompañar a las víctimas.
—¿Alguna vez sufrió acoso en el trabajo?
—Nunca he sufrido acoso en mi trabajo. Tuve una situación incómoda, levemente incómoda, pero luego me pidió disculpas. No voy a decir quién era porque no pasó nada e inmediatamente después me pidió disculpas. Intentó robarme un beso. Le dije: “¿Qué estás haciendo?”. Y rápidamente me pidió disculpas. Ya está.
—¿Era una persona con poder?
—Sí. Pero no fue violento y me pidió disculpas. A mí eso no me violentó. Creo que eso es lo importante.
—¿Por qué no ha ocurrido un #MeToo en España?
—No lo sé. A mí solo me ha pasado esta pequeña cosita que te he contado.
—¿Tiene alguna amiga o conocida de la profesión a la que le haya ocurrido algo más grave?
—No, yo no tengo ninguna compañera que me haya contado algo gordo. Yo creo que el #MeToo ocurrió en Estados Unidos porque estaba ese pedazo de Harvey Weinstein que era un enfermo mental. Creo que en España no hay nadie como Weinstein o yo no lo he conocido. Afortunadamente, no me he cruzado con nadie como él.
Entonces vuelve a clavar su mirada y hace otro silencio. Es su forma de decir que es hora de ir terminando. Es asertiva. “Sí, tengo carácter”, reconoce mientras se ríe. Vuelve a relajarse. “Ha sido uno de los años más difíciles de mi vida porque he tomado una de las decisiones más duras, pero me he dado cuenta de que tengo mucha fuerza. He aprendido mucho de mí misma, de mi capacidad para adaptarme, amar y perdonar”, concluye.
—¿A quién tiene que perdonar?
—Ay, con esa última frase que dije, la entrevista ya te quedaba redonda.
—Entonces no me lo va a decir…
—Me lo guardo para mí.
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