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¿Quién es mi padre? El impacto psicológico de la proliferación de las pruebas caseras de ADN

Estas pruebas genéticas han puesto al alcance de las personas la posibilidad de saber a ciencia cierta de dónde vienen. En un momento en que la paternidad es difusa y expansiva, la ciencia es la última certeza

Pruebas ADN
Marta Sevilla

El número de personas que optan por analizar su ADN a través de pruebas genéticas caseras va en ascenso. En la actualidad superan ya los 30 millones. Guiándose por la genética es posible destapar relaciones familiares biológicas, encontrar el origen étnico auténtico de cada uno de nosotros y sacar a la luz viejos secretos familiares, como relaciones extraconyugales o nacimientos acaecidos mediante donante. Descubrir que el padre que te ha criado no tiene parentesco biológico contigo puede desencadenar una tormenta de emociones. La estimación de discrepancias de paternidad o NPE (siglas en inglés de Evento de No Paternidad) en la población general, según datos publicados por la Sociedad Internacional de Genealogía Genética, puede ser tan elevada como una de cada diez personas.

“A finales de enero de 2019, escupí en el tubo de plástico y lo volví a meter en la caja… No esperaba nada sorprendente. Ni por un momento pensé que algunos de los postulados que había asumido como básicos en la historia de quién soy y de dónde vengo serían puestos en duda”, escribe la novelista canadiense Kyo Maclear en sus memorias Unearthing (Desenterrando). Maclear cuenta que tres meses después de la muerte de su padre, y siguiendo el consejo de una amiga, compró uno de esos kit caseros de ADN para llegar al fondo del misterio de su abuela paterna irlandesa: “Una mujer que no alcanzó la vejez y sobre cuya vida había muy pocos detalles”. Los resultados mostraron que su padre no compartía ningún parentesco biológico con ella: “Lo que vi fue un círculo dividido en dos mitades. Había heredado la mitad del ADN de cada uno de mis progenitores, pero la mitad de la familia paterna no tenía ningún parecido con la historia genética de mi padre, al menos tal como me la habían contado”.

Nunca antes en la historia había sido tan fácil confirmar la paternidad, ni descubrir sus discrepancias con tanta certeza. En 2018, la plataforma DNA NPE Friends, en Facebook, accesible solo para miembros, estableció un grupo de apoyo sin fines de lucro —a principios de 2023 había cerca de 8900 inscritos—. Un estudio cualitativo publicado en 2021 por Michele Grethel y colaboradores de la Universidad del Sur de California, Los Ángeles (UCLA), reporta el impacto en la identidad de 27 participantes, entre 40 y 70 años, con una edad media de 50 años, que descubrieron una paternidad inesperada como resultado de una prueba de ADN casera. Ninguno de ellos se mostró indiferente, ni positivo, ante el descubrimiento.

Por el contrario, esas personas revelaron sentimientos de conmoción, negación, ira, miedo, confusión y aislamiento. Sus reacciones emocionales extremas y sensaciones corporales —como sentirse congelado, aturdido, desregulado— fueron comunes. Muchos trataron de rastrear a sus parientes recién descubiertos y lo describieron como un tobogán de emociones. Sin embargo, ese hallazgo les permitió dar sentido a otros aspectos de sus vidas: conciliar historias de adopciones, infidelidades, rivalidades entre hermanos y condiciones genéticas hereditarias; fenómenos antes inexplicables, como gustos, talentos y atracciones inexplicables, se volvieron inteligibles.

La búsqueda del padre implica una indagación sobre la continuidad identitaria. A pesar de sus diferentes orígenes, las narrativas mitológicas y bíblicas resaltan el vínculo ambivalente entre el padre y sus hijos: coexisten la venganza, castración, envidia y asesinato, por un lado, y el amor, admiración y deseo de ser como el progenitor, por el otro. La figura del padre es central en la configuración de la psique —esto lo he notado una y otra vez con mis pacientes, especialmente los que no tuvieron la presencia concreta de uno—. Su influencia en la vida de los hijos e, incluso, en las generaciones posteriores, es compleja y en cierto modo enigmática. Da paso a una historia plagada de rupturas, y cualquier vínculo que se establezca se construye sobre la base de esa discontinuidad, donde los vínculos nunca están completamente libres de los fantasmas del pasado. La citada escritora Kyo Maclear lo describe así: “El padre que tenía atrapado en mi mente necesitaba ser liberado, su espíritu necesitaba ascender”.

Según Judith Butler, filósofa especialista en estudios de género, las estructuras de parentesco suelen estar del lado de la organización familiar normativa. Sin embargo, estamos en una época en la que el parentesco se ha vuelto frágil, poroso y expansivo. Butler lo precisa, “en una época en la que los niños, debido al divorcio y a las segundas nupcias, a la migración, la condición de refugiado y el exilio, pasan de una familia a otra; de una familia a no tener familia, de no tener familia a tener una familia. O, en la que viven, psíquicamente, en la encrucijada de la familia, o en situaciones familiares de múltiples niveles, en las que bien pueden tener más de una mujer que actúa como madre, más de un hombre que actúa como padre, o sin madre o sin padre, con medios hermanos que también son amigos”. Ante ese escenario descrito, la genética define y limita cada vez más el significado del parentesco.

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