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EL PULSO
Crónica
Texto informativo con interpretación

Cuidado con estos libros, ¡peligro!

En ambientes editoriales anglosajones avanzan los ‘sensitivity readers’, revisores que purgan los textos de elementos susceptibles de herir a algún colectivo.

Portada del libro 'American Dirt', de Jeanine Cummins.
Portada del libro 'American Dirt', de Jeanine Cummins.Facebook de Book Riot

¿Debe la literatura ofrecer un modelo moral y aproximarse con cuidadoso respeto a los temas que afectan a alguna minoría marginada? A juzgar por los vientos que soplan desde los países anglosajones, y muy especialmente desde Estados Unidos, se podría pensar que sí. El miedo a que un lanzamiento editorial acabe machacado en las redes sociales por culpa de un supuesto prejuicio narrativo del autor ha llevado a los editores a reclamar los servicios de los llamados sensitivity readers (lectores con sensibilidad), personas que revisan un texto buscando cualquier aspecto que pueda herir la sensibilidad de un determinado colectivo. La demanda ha dado vida a un mercado de agencias con una cartera de relectores. El sello Salt & Sage Books, por ejemplo, despliega un amplio muestrario de especialistas con fotografía y currículo incorporados. Las áreas de sensibilidad van desde la sexualidad —”no binaria” o “transgénero”, por ejemplo— al “dolor crónico”, pasando por “depresión”, “desórdenes alimentarios”, “violación y abusos sexuales”, “infertilidad” o “tejer”.

La escritora y educadora británica Kate Clanchy ha contado en el sitio digital UnHerd.com su experiencia con estos relectores contratados por la editorial Picador para que revisaran la reedición de su libro de memorias Some Kids I Taught and What They Taught Me (algunos chicos a los que he enseñado, y lo que ellos me enseñaron a mí). Las pegas que encontraban en él implicaban que para ellos la misión de la literatura es “representar el mundo como debería ser y no como es”, cuenta. Clanchy no tiene dudas: “Corrompen la literatura”.

El modelo, de momento, no está implantado en España. “No tenemos ese tipo de relectores. Aplicamos el buen hacer de los editores”, señala por correo electrónico Carlos Revés, director del área editorial del Grupo Planeta. A su juicio, “prescindir de temas susceptibles de molestar es infantilizar en grado sumo al lector, no dándole la oportunidad de reaccionar ante una disyuntiva, planteándole un camino plano, fácil, sin curvas, sin dudas…; en definitiva, un libro igual a otro”.

Por su parte, Juan Díaz, director editorial de Penguin Random House, explica que la firma tiene “muy en cuenta” la sensibilidad de los lectores. “Es responsabilidad de nuestros editores elegir los libros que publicamos y valorar las necesidades que requiere cada uno”. Pero añade también vía e-mail: “No podemos evitar los temas potencialmente perturbadores en nuestros libros justamente porque creemos que solo así pueden contribuir a crear un debate público de calidad en torno a ellos”.

Para la novelista estadounidense Lionel Shriver, los sensitivity readers incitan a la más insidiosa de las censuras, la autocensura. “Suponer lo que un grupo de personas va a pensar de un libro es un error y una pérdida de energías que fuerza a los autores a la prudencia. Ahora bien, cuanto más prudente, menos creativo se es”, ha declarado a Le Monde.

Dada la complejidad de la sociedad estado­unidense, recurrir a estos relectores puede no ser suficiente para evitar el escándalo. La escritora Jeanine Cummins, nacida en España de padre puertorriqueño, sufrió un verdadero linchamiento en las redes sociales a cuenta de su novela American Dirt (Tierra americana), publicada en 2020. El libro contaba la historia de una mujer y su hijo obligados a abandonar México rumbo a Estados Unidos, perseguidos por los carteles mexicanos. Su lanzamiento, precedido por críticas muy favorables, se topó con el rechazo frontal de más de un centenar de escritores latinoamericanos, radicados en Estados Unidos, que veían en la novela un retrato caricaturesco de México, y un caso flagrante de apropiación cultural. La editorial se vio obligada a anular la campaña de promoción. Claro que la polémica no evitó el éxito de ventas del libro

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