¿A qué atribuirlo?
Este señor ha ganado unas elecciones hablando con vacas, visitando mercados y besando niños, entre otras actividades de semejante altura intelectual. En otras ocasiones las ha perdido hablando con vacas, visitando mercados y besando a niños. Significa que el mismo remedio puede producir efectos antagónicos. Si usted acude a un consultor para que le eche una mano en su campaña electoral, seguro que le dice:
—Hable con vacas, visite mercados, bese a niños.
Pongamos que las pierde y que pide que le devuelvan el dinero. El consultor le responderá:
—Le ha ocurrido a usted lo que en medicina se conoce como un “efecto paradójico”. Ocurre cuando un fármaco, en vez de quitar la dolencia para la que estaba destinado, la multiplica. En otras palabras, la vaca, el mercado y el niño estaban bien indicados para su caso, pero la reacción individual no ha sido la esperada. Son cosas de la vida.
Yo no leo los prospectos de mis pastillas, porque la que me quita la migraña me provoca cefalea, del mismo modo que la que me cura la inflamación me hincha. Misterios de los efectos secundarios. Es posible que el candidato del PSOE a las andaluzas hubiera hablado en algún momento de la campaña con la misma vaca con la que habló Moreno Bonilla, pero esa conversación no dio en su caso los mismos resultados terapéuticos que en el del candidato del PP.
En cualquier caso, las vacas, los mercados y los niños han sido tan utilizados que provocan tolerancia en el cuerpo social. O sea, que a lo mejor Moreno Bonilla no ha ganado por la vaca. Ahora bien, si no ha sido por ella, ¿a qué atribuirlo?
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