¿Por qué los hombres no asumen los efectos secundarios de una píldora anticonceptiva?
Al contrario de lo que ocurre con las mujeres, la investigación médica para dar con métodos de contracepción masculinos avanza con lentitud y reticencias.
En pleno 2022 existen múltiples métodos anticonceptivos para mujeres (implantes, parches, inyecciones, píldoras, anillos vaginales, dispositivos intrauterinos, esponjas espermicidas, ligadura de trompas, píldora del día después…) y solo dos para hombres: los preservativos y la vasectomía.
De todos los métodos anticonceptivos actuales, los preservativos son el único justo, que no supone molestias añadidas o efectos secundarios ni para los hombres ni para las mujeres. Pero con frecuencia se prioriza placer por encima de la seguridad y se utilizan otras alternativas a los profilácticos (o en ocasiones ningún método de protección).
Elaine Lissner, directora de la fundación Parsemus sobre anticonceptivos revolucionarios, ya reivindicaba en el 2014 que “los hombres tienen derecho a controlar la natalidad”. Lissner ponía como ejemplo el de un hombre que no usaba condón porque se suponía que la mujer que acababa de conocer estaba tomando las píldoras anticonceptivas. ¿Pero y si se olvidaba de tomarlas? “Al menos en EE.UU la idea de que los hombres no quieren responsabilizarse del control de la natalidad está pasada de moda”.
Pero lo cierto es que los avances para desarrollar métodos anticonceptivos masculinos se han desarrollado a un ritmo muy lento debido a que no hay una sensación de urgencia y a que se centran en un tratamiento sin efectos adversos para los hombres. En 1990 una investigación liderada por la OMS constató que grandes dosis de testosterona podrían resultar efectivas para reducir la producción de semen, pero tendría efectos secundarios, por lo que se desechó. Lo interesante es que los efectos secundarios que se identificaron (cambios de humor, subida de peso, acné, depresión) son los que tienen las píldoras anticonceptivas femeninas, que implican grandes cambios hormonales para la mujer y que, sin embargo, están vigentes desde 1960. “Es evidente que hay una doble moral” apunta el Dr Bobby Najari, director del Programa de Infertilidad Masculina del hospital N.Y.U Langone. De hecho, también se paralizó otra investigación en el 2016, que había demostrado que las inyecciones de progesterona y testosterona resultan efectivas como anticonceptivos masculinos. ¿La razón? Los participantes en los ensayos clínicos se mostraron reacios a sufrir los efectos adversos, que se manifestaban principalmente en cambios de humor.
“La continua indiferencia y falta de participación de los hombres en el control de la natalidad no solo es injusta. Es moralmente inaceptable. Ya es hora de que los hombres den un paso adelante y también participen en la prevención del embarazo”, declaraba la periodista Moira Donegan, en The Guardian. “Cuando las mujeres usan un anticonceptivo están sopesando los riesgos de la droga contra los riesgos de quedar embarazadas. Y el embarazo en sí conlleva riesgos. Pero los hombres que prueban el anticonceptivo no corren ningún riesgo si dejan embarazada a otra persona”, explica Rob Stein, encargado de la sección de Ciencia de la Radio Pública de EE UU.
A finales de marzo de este año, un grupo de investigadores de la Universidad de Minnesota anunció los resultados de una investigación en relación a una píldora anticonceptiva no hormonal masculina: el YCT529. Al experimentarla con ratones mostró un 99% de fiabilidad y entre 4-6 semanas después de interrumpir el tratamiento los roedores volvieron a ser fértiles. Se prevé que los ensayos en humanos comiencen pronto, pero, aún en el caso de que fueran exitosos, su desarrollo comercial podría tardar diez años.
¿Por qué no es urgente todavía compartir la responsabilidad del control de la natalidad entre hombres y mujeres? ¿Por qué la mujer ha tenido que tolerar durante 60 años efectos secundarios mientras que los hombres se niegan a sufrirlos? Varios estudios académicos han apuntado a los prejuicios de género dentro de la propia comunidad científica.
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