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¿Por qué el mar Menor llegó al desastre y nada cambia? Origen del problema y posibles soluciones

La situación de la laguna continúa siendo crítica, a pesar de que su primera crisis se produjo en 2016. Los científicos advierten de que este año puede producirse otra mortandad de peces

Situacion mar Menor
Un buceador, en el mar Menor en 2019, durante una de las mayores crisis de este entorno natural de los últimos años.Pilar Morales
Esther Sánchez

Camino del desastre. Famoso en el pasado por sus aguas claras, el mar Menor se ha convertido en símbolo del maltrato al medio ambiente. Otro episodio de proliferación de algas en su lecho en abril, debido a los nitratos procedentes de la agricultura, ha hecho saltar las alarmas. Las organizaciones ecologistas y plataformas vecinales denuncian que no se están poniendo en marcha las medidas adecuadas para evitar otro colapso.

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El origen del desastre

— El mar Menor colapsó en 2016, cuando sus aguas se transformaron en un líquido turbio, un fenómeno conocido como la “sopa verde”. El equilibrio de esta laguna costera de 135 kilómetros cuadrados situada al sudeste de Murcia —una de las mayores del Mediterráneo— se hizo añicos y perdió su capacidad de autorre­gulación. Fue su respuesta al maltrato al que se la somete desde hace décadas, con aportes incontrolados de nutrientes (nitrógeno y fósforo) procedentes de la actividad humana. Estos productos químicos, aportados sobre todo por la agricultura de la cuenca, provocan el rápido crecimiento de algas oportunistas, incluyendo especies de fitoplancton. Es como si se abonara el mar. Pero en vez de producir lechugas se genera un exceso de materia orgánica, que desemboca en su eutrofización con episodios de reducción del oxígeno (hipoxia) e incluso su desaparición en algunas zonas (anoxia), afectando a la supervivencia del resto de elementos del ecosistema acuático.

— El urbanismo desaforado, unas redes de saneamiento insuficientes y la minería fueron los primeros culpables. Con la llegada del agua del trasvase Tajo-Segura, inaugurado en 1979, los cultivos de regadío se multiplicaron y en la actualidad los científicos no dudan en señalar a la agricultura como la gran contaminadora. Una década después de que se iniciara el trasvase se habían transformado 25.000 hectáreas en regadío y ya hay más de 40.000.

Desde 2016, las crisis del mar Menor son continuas, con dos terribles muertes de peces en octubre de 2019 y en agosto de 2021.

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Cómo llegan los nutrientes

— Las lluvias y el riego filtran los abonos químicos que se infiltran a la tierra hasta alcanzar el acuífero que se extiende bajo los cultivos y acaban en el mar Menor. Los restos de los fertilizantes llegan también por escorrentía con las precipitaciones. El acuífero comunica con la laguna, sobre todo por la rambla del Albujón, donde se forma un río con un caudal permanente de más de 1.000 litros por segundo que traslada el abono químico. Las concentraciones de nitratos son tremendas, de entre 100 y más de 300 miligramos por litro, cuando el límite se encuentra en 50 miligramos.

— El Instituto Geológico Minero estima que en el acuífero se han acumulado 300.000 toneladas de nitratos. A ello se añade que el depósito subterráneo ha subido tanto de nivel que aflora por otros lugares.

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Perspectivas para este año

— El escenario no ha variado. Las algas empezaron a aparecer por las orillas de la laguna en febrero. A finales de abril se extendían también por su interior. Las intensas precipitaciones de marzo incrementaron el volumen de agua que desemboca en el mar Menor. Antes de perder su equilibrio, el ecosistema acuático podía aguantar semejantes lluvias, pero ya no. El comité científico que vigila la laguna avisó el miércoles 20 de abril de la entrada de “valores elevadísimos” de nitratos, en torno a 21.000 kilos diarios.

— Operarios contratados por el Ejecutivo regional y los pescadores se afanan por retirar las algas. Un trabajo en el que Murcia ha invertido 5,6 millones de euros desde 2017. Los científicos advierten de que este verano, cuando aumente la radiación solar, se podría repetir otro colapso con mortandad de peces.

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El despertar ciudadano

— Los grupos conservacionistas denuncian desde hace años los problemas de la albufera. Pero el malestar ciudadano estalló con la crisis de 2016. Desde entonces, sus voces se han convertido en un clamor. La manifestación en Cartagena en octubre de 2019 tras la muerte de miles de peces y crustáceos reunió a 55.000 personas en una ciudad de 213.000 habitantes.

— Se han creado plataformas como el Pacto por el Mar Menor o SOS Mar Menor, y se ha conseguido que el Congreso de los Diputados tramite una ley —que nació de una iniciativa popular tras conseguir más de 600.000 firmas— para que la laguna tenga personalidad jurídica. Será el primer ecosistema de toda Europa con derechos propios.

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Las soluciones

— Solo hay una: reducir la cantidad de nutrientes que desembocan en la albufera a través de las ramblas, el acuífero y la escorrentía. El problema es cómo. De momento, la Confederación Hidrográfica del Segura ha comenzado a cerrar el grifo a las 8.500 hectáreas de regadíos ilegales, que deben ser restituidas a su estado original. Los jueces han ordenado arrancar 10 hectáreas de limoneros, y Murcia ha limitado el uso de fertilizantes en una franja de 1.500 metros alrededor de la laguna. Pero no se ha frenado la entrada de agua cargada de abonos.

El Gobierno murciano considera imprescindible actuar en el acuífero y reclama al Ministerio para la Transición Ecológica la construcción del colector norte que canalizaría el agua tras un proceso de desnitrificación. El departamento de Teresa Ribera ha decidido intervenir en el origen de la contaminación. Ha anunciado una inversión de 484 millones de euros hasta 2026 para la creación de un cinturón verde alrededor de la laguna, la mejora de las redes de saneamiento y ayudas a los agricultores que apuesten por prácticas más sostenibles. —eps

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Sobre la firma

Esther Sánchez
Forma parte del equipo de Clima y Medio Ambiente y con anterioridad del suplemento Tierra. Está especializada en biodiversidad con especial preocupación por los conflictos que afectan a la naturaleza y al desarrollo sostenible. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y ha ejercido gran parte de su carrera profesional en EL PAÍS.

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