Chico Pérez, la gran revelación del jazz flamenco
Inquieto. Perseverante. Alérgico a cualquier solemnidad. A los 27 años, el jiennense Chico Pérez se consagra.
Nada más entrar en la tienda de pianos Steinway en la que hemos concertado la cita, a Chico Pérez se le achispan los ojos y alborotan los rizos. Sabe que no está del todo bien eso de tocar sin pedir permiso, y más si son instrumentos con precio de apartamento en primera línea de playa, pero termina acariciando cuantos teclados se le ponen a tiro. Y renace, si es que alguna vez se ausentó, el chavalillo de Jaén que no paraba quieto ni aun dormido, aquel lateral del equipo de fútbol de los Maristas que subía y bajaba por la banda hasta desfallecer. O el prometedor alumno del conservatorio que a los 12 años, antes de abordar la sonata de Mozart que llevaba toda la semana ensayando, tenía la desfachatez de preguntarle a su profesor: “¿Te puedo tocar antes una cosita que he compuesto yo?”.
En el registro civil consta desde hace 27 años como Antonio, pero nadie le llama así. Es Chico no por menudo, sino por ser el menor de cinco hermanos. “Fui su juguete, casi como un sobrinillo. Me disfrazaban de cualquier cosa. Tengo por ahí una foto, aún de bebé, con gafas de sol y un cigarro entre los labios”, relata con el mismo entusiasmo que le imprime a todo. Porque Pérez es de los que se beben la vida. De los perseverantes. Cuando se mudó a Madrid, tan rebosante de ilusiones como falto de dinero, pensó que una plaza como pianista en El rey león podría ser un sustento para pagar las facturas y disponer de tiempo para proyectos más propios. Tardó año y medio y más de medio centenar de correos y mensajes en conseguirla, acabó viviendo de ese musical tres temporadas. “Cuando me incorporé, descubrí que era casi el único que no había entrado por enchufe”, se sonríe.
Lleva el amor por el flamenco casi en los genes, porque todos en casa tenían alguna vis artística. Sobre todo Luis Víctor, el tercero de los hermanos, hoy profesor de guitarra flamenca en el conservatorio de Córdoba; pero también el tío Antonio, que a los 75 años sigue con el piano y ejerciendo de pintor. Cuando Chico era aún muy niño, Alberto, el segundo de los Pérez, le enseñó las primeras melodías con un tecladillo Casio al que colocaba pegatinas con números en las teclas. Los padres lo matricularon en clases de música, porque exhibía unas manos velocísimas. “Enseguida fui capaz de tocar todas las notas, pero la mejor de sus enseñanzas fue hacerme comprender que dos notas casi siempre son mejor que diez”.
Aprovechó los meses de confinamiento para volverse al sur a la casa familiar de Fuerte del Rey, un pueblo a las afueras de Jaén. Allí ayudó a su padre en la huerta y con las chapucillas domésticas. ¿Y el cuidado de las manos? “Un profesor me quitó ya de pequeño esas tonterías. Decía: ‘No te preocupes de usar guantes, sino de tocar bien”.
Allí, entre olivares, nació buena parte de las nueve composiciones que integrarán a finales de noviembre su segundo disco, Continente 27, muy plausible consagración de Pérez como una de las figuras del nuevo jazz flamenco. Le avalan invitados como el armonicista Antonio Serrano y las voces de Arcángel, Sandra Carrasco, Manuel Lombo o Rosario La Tremendita. Pero su mejor respaldo es un catálogo de partituras con las que evoca rincones de sus epicentros sentimentales, desde los madrileños Jardines de Sabatini a la Alameda de Jaén o ese Callejón del Agua que fue la primera acera que recorrió en Sevilla, donde ahora reside. “Lo de ‘continente’ es porque he retratado mi mundo, y ‘27′, además de mi edad, es el número de emociones contabilizadas por los científicos”, aclara. ¿Y cuál de esas 27 le retrata? “¡La sensibilidad!”, exclama. “Soy muy sentío. Y si te quiero, ¡te quiero! Como me guste alguien…”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.